Jose A. Pérez

Eterno retorno

Gran Hermano es el formato televisivo perfecto. Siempre tendrán voluntarios para entrar en la casa porque la gente, los imbéciles en particular, se matan por salir en la tele. Y siempre tendrá espectadores porque a la gente le encanta ver a imbéciles haciendo el ridículo. Es el eterno retorno nietzscheniano en versión imbécil.

Nunca he seguido el programa, pero respeto a la gente que lo sigue, como respeto a la gente que se come el pelo (es una enfermedad, se llama tricofagia). Cada uno es libre de esperar la llegada de la muerte como más le plazca, y hay gente a la que le place esperarla viendo a una tropa de borderlines compartiendo desayuno. Bendita libertad de zapping, culmen de la democracia y el Estado del bienestar.

Gran Hermano no es lo peor de la tele, pero, por cuestión de longevidad, es el estandarte de un modelo de televisión que muchos detestamos. Mercedes Milá, engullida ya por su personaje, sigue defendiendo que aquello es un experimento sociológico. Digo yo que, tras once años, deberíamos poder sacar alguna conclusión. Y, tras once años, uno no puede evitar pensar que tenemos la televisión que merecemos. Merecemos vigoréxicos y modelos de provincia insultándose por Dios sabe qué idiotez. La casa, creo, no tiene nombre propio. Deberían ponérselo. Que la llamen Ejpaña.

Más Noticias