¿Tánta cara de gilipollas nos ven? O de la Segunda Transición

Fraga, un fascista

Inauguran un busto de Fraga en el Senado, sede de la soberanía popular. Un busto a un tipo que siempre se mostró ufano por el golpe de estado de 1936, que siempre celebró al Caudillo y su genocidio, que justificó los asesinatos del franquismo desde el primer día hasta el último (porque el dictador se murió asesinando) y que firmó sentencias de muerte como Ministro de un gobierno de muerte. Asiste Belloch, alcalde de Zaragoza del PSOE. Por cierto, el que dedicó una calle al fundador del Opus Dei, Monseñor Escrivá de Balaguer, otro fascista colaboracionista de la dictadura. Siguen muriendo los abuelos democráticos en silencio. ¿Para qué celebrar su esfuerzo?

Mientras, aparecen 20 millones en Suiza a nombre del tesorero del PP, Bárcenas. El PP dice que ya no es del PP. ¿Nos verán tanta cara de gilipollas? Rajoy indulta a un conductor kamikaze (conductor asesino en verdad) que, curiosamente, es el jefe del hijo de Gallardón. Esperanza Aguirre indulta a Carromero (bueno, presiona para que pase al tercer grado) y también indulta a González, su sucesor a dedo, del enredo de un ático con vistas al basurero de la política de partido en España, que resulta que ahora es suyo, aunque nadie sabe de quién son los 770.000 euros (aunque lo sospechamos; de los mismos que van a pagar un euro por receta). Güemes puede dejar la empresa que se ha quedado con el servicio de análisis que privatizó cuando era Consejero de Sanidad porque lo importante es la comisión que haya detrás (¿O alguien cree que dejas de cobrar porque no aparezcas en el organigrama de la empresa?). Nos gustaría que las protestas arreciaran, que los diputados se la pasaran protestando en la calle por su imposibilidad para hacer cumplir la Constitución, que altos cargos de la izquierda madrileña afirmaran que Florentino Pérez huele también a paraíso fiscal... Pero los que tenían que estar en el bando de la gente se empeñan, muy al contrario, en gritar a los cuatro vientos que abuchear a Gallardón es fascista, que el rey salvó la democracia en España, que los del 15M son unos perro flautas o que el Rey salvó la democracia el 23-F. Se rumorea que a alguno de ellos se le cayó un lagrimón viendo el documental sobre el rey que la televisión neofranquista transmitió recientemente (con dinero, también, de los republicanos españoles). Podíamos hablar también del blanqueo de dinero de los Pujol, del robo de dinero de los amigos de Durán Lleida a los parados, del robo del Liceo de los amigos de Artur Mas. Y pensando y pensando llegamos otra vez al día aquel en el que no se presentaron Tamayo y Sáez y sobrevolaba por ahí la sombra de muchos que no querían que gobernase en Madrid el PSOE de Simancas con una Izquierda Unida en ese momento con ganas de cambiar (y enredando en contra de ese nuevo gobierno estaban también los que siempre han preferido, desde IU, pactar con el PP para conseguir posiciones de privilegio ¿O por qué creen que IU tenía el segundo puesto de mayor responsabilidad en Caja Madrid?).

Hace falta mucha entereza para procesar todo esto. Menos mal que, cuando la cosa se pone fea, viene el Príncipe Felipe a decirnos que hace falta una segunda Transición. Mientras, camino de sobrepasar los seis millones de parados. ¿Nos verán tanta cara de gilipollas?

Dejo aquí una entrevista en La Nueva España de Gijón. A ver quién se cansa antes...

¿Tánta cara de gilipollas nos ven? O de la Segunda Transición
¿Tánta cara de gilipollas nos ven? O de la Segunda Transición
¿Tánta cara de gilipollas nos ven? O de la Segunda Transición

«El 15-M ha dinamitado una falsa democracia y nos deja ante nuestra propia libertad»

«El relato de la transición política española es un fraude presentado como un mito, un cuento mal contado»

¿Tánta cara de gilipollas nos ven? O de la Segunda Transición 02:57

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Juan Carlos Monedero.
Juan Carlos Monedero. ángel gonzález

JUAN CARLOS MONEDERO Profesor de Ciencia Política de la Complutense y autor de «La Transición contada a nuestros padres»

J. L. ARGÜELLES

Autor de libros que se han convertido en referencia para el nuevo pensamiento crítico español («La Transición contada a nuestros padres», entre otros), Juan Carlos Monedero, madrileño de 1963, está considerado como uno de los teóricos de la protesta del 15-M. Profesor titular de Ciencia Política de la Complutense de Madrid, fue asesor de presidente Hugo Chávez. Ayer participó en Gijón en el Encuentro Internacional de Cooperación Asturiana para el Desarrollo.
-Se le presenta como el ideólogo del 15-M, pero hay quien discute que este movimiento tenga una ideología definida.
-Nadie es el ideólogo del 15-M. Se nutre de demasiadas cosas para encasillarlo en lo que es una teoría tradicional. El 15-M es una pregunta y es una respuesta. Es muy importante entender esto para no caer en la melancolía y no exigirle al 15-M lo que no puede exigírsele. Su magia está en que ha hecho dos preguntas que han demostrado que el emperador está desnudo y roto, además, con la placidez de nuestras democracias autosatisfechas. Le ha preguntado a la política por qué no nos representa, y a la economía, por qué nos trata como mercancías cuando somos seres humanos. Ha dinamitado los falsos consensos de una falsa democracia; la gente ha salido a la calle a hacer política. También ha roto el consenso sobre la monarquía, que es la gran coartada de nuestra demediada democracia, y sobre Europa, de la que teníamos una imagen mítica que hoy no se sostiene. La gran obra del 15-M es que nos ha dejado ante nuestra propia libertad.
-No falta quien critica el 15-M por inconsistencia programática y orgánica, además de por su trayectoria guadianesca.
-Tan guadianescos como son los impulsos transformadores de nuestro pueblo. España es un país con cuatro herencias franquistas muy fuertes: represión, naturalización de lo que nos ocurre vía Iglesia, débil inserción en el capitalismo mundial y ausencia popular del sentimiento de nación. De ahí que cuando el pueblo se levanta lo haga muy espasmódicamente, pero, cuando lo hace, asombra al mundo. Somos a la vez muy obedientes con el poder y muy irreverentes. El 15-M rompe esa pasividad y sienta las bases para que las cosas puedan ser de otra manera. No hay que exigirle al 15-M cosas que no le exigimos a este sistema que ha recibido tanto dinero de los poderosos. Es verdad que su éxito ha estado muy vinculado a la ausencia de un liderazgo y a la ausencia de estructuras fijas o de un programa cerrado. Y, también, que el 15-M tiene que responder a esas cuestiones que ayer eran su fortaleza y hoy son su debilidad. Hay que ir hacia nuevos liderazgos, en plural. Se está discutiendo un programa de mínimos. El país necesita un nuevo proceso constituyente.
-Y han quien, aun desde la izquierda, lleva mal el cuestionamiento que hace el 15-M del llamado «altar» de la democracia: el Parlamento.
-Los españoles valorábamos con un notable alto el Parlamento, pero suspendíamos a los parlamentarios, lo que es paradójico. Pero lo que se está ejemplificando ahora es que el Parlamento son los parlamentarios, elegidos por un procedimiento injusto y, por tanto, antidemocrático. No hay nada más engañoso que esa loa a la última victoria de Feijóo en Galicia, cuando tiene menos de tres de cada diez votos; pierde 130.000 votos y obtiene mayoría absoluta. Las mentiras del sistema electoral hacen del Parlamento una mentira.
-¿Hay algo mejor que pueda medir la voluntad popular?
-Aunque no tuviéramos alternativa, por lo que he dicho ya vemos que lo que tenemos no es bueno.
-Le recuerdo la frase de Churchill: la democracia es la peor forma de gobierno, excepto todas las otras formas...
-Sí, una frase que decía al tiempo que mandaba bombardear la India. Toda la historia de la democracia representativa es la del vaciamiento de la democracia popular. Desde 1789, desde la Revolución Francesa, se empieza a establecer la prohibición del mandato imperativo. Hoy llamamos mandatarios a los parlamentarios, cuando son mandatados. Se empezó a construir la idea de que las fórmulas de democracia directa eran imposibles. Y todo el debate de la democracia se convirtió en una discusión sobre las formas electorales para transformar los votos en representación. De tal manera, que la democracia nunca ha estado tan extendida y tan vacía. Hay democracias con fascismo social.
-¿Fascismo social?
-Es un concepto de Boaventura de Sousa Santos. No es que los camisas pardas caminen marcando el paso de la oca, aunque si miramos lo que ocurre en Grecia, donde el mercado se pone por delante de la democracia, vemos el auge del fascismo. Éste es muy funcional respecto al capitalismo. Un país en el que se empieza a extender el hambre, donde la gente se suicida porque se desespera... Viniendo hacia esta entrevista me fijé en un cartel en un colegio con el que los padres piden un patio para que sus niños jueguen. En fin, todo eso genera mucha exclusión y violencia. Y eso es lo que define al fascismo.
-¿El fascismo es un peligro real en Europa?
-Sabemos que, tradicionalmente, el capitalismo en crisis ha respondido con el fascismo. Hoy hay elementos que pueden ayudar a alejar ese fantasma. Hoy no tenemos el «enemigo comunista», que fue la gran excusa. Hoy no es tan fácil generar un enemigo. Fíjese lo que ocurrió con el 15-M, que hasta un descerebrado del PP llegó a decir que era proetarra. Son mantras para justificar la pérdida de derechos, pero esa fórmula ya no es creíble. Y hoy tenemos también medios de comunicación alternativos, que permiten una explicación de las cosas.
-Ha escrito un libro de título paradójico sobre la transición española a la democracia ¿El relato más o menos oficial y consensuado está falseado?
-Paradójico o no. El cuento de la Transición está muy mal contado. Ese relato es un fraude que ha sido presentado como un mito. Cuando Montoro dice que los Presupuestos (de 2013) son los más sociales de la democracia, mientras hay dinero para salvar a los bancos pero no para salvar el ahorro de todo un pueblo; cuando se quita dinero para la enseñanza, la investigación o la sanidad... La conclusión es que hay una falta absoluta de respeto a la ciudadanía. Nuestras instituciones, a diferencia de lo que ocurre con las democracias de nuestro entorno, no nos respetan. Rubalcaba tampoco nos respeta al no asumir responsabilidades, ni el Rey, que nos da lecciones de moralidad cristiana pese a su liberalidad en sus relaciones maritales; nos da lecciones hasta Aznar, que nos metió en una guerra no deseada por los españoles. Hay una falta de respeto generalizada.
-¿Cuál es la clave de ese relato de la Transición?
-El corazón de la democracia en Europa ha sido el antifascismo. España es el único país en el que puedes ser demócrata sin ser antifascista, hasta el punto de que Fraga es padre de la Constitución. En España la Transición se presentó como una pelea entre el llamado «búnker» y los reformistas, no como la pugna entre franquistas y antifranquistas. Así se permitió que gente con responsabilidades en una junta militar tuviera carné de demócrata. Jueces, catedráticos, militares, policías, etcétera, se acostaron franquistas y se levantaron demócratas. Todo eso generó unas bases democráticas muy débiles. Tanto es así, que cuando se levanta el 15-M la gente piensa en un francés, Stéphane Hessel, y no en los viejitos que aquí resistieron al fascismo. La gente no sabía que en los tanques que liberaron París había republicanos españoles. El otro día me preguntaba un diplomático argentino por el panteón de los héroes españoles. ¿Son Daoíz y Velarde? La derecha tiene un relato lineal de la historia, desde Viriato a Dolores de Cospedal, pero el pensamiento crítico mira hacia atrás y sólo ve agujeros. La generación que hizo la Transición debiera ser honesta y decirnos de una vez: «Hicimos lo que pudimos, que no fue mucho».
-Quizá desde su edad es más fácil esa crítica, ahora que los militares no son una amenaza y que el recuerdo de la Guerra Civil no esta tan vivo.
-Sí, claro. Es posible que la Transición no hubiera podido ser de otra manera, en plena guerra fría. Lo que me parece intolerable es que lo que fue una transacción, lavarle la cara a una dictadura, se presente como la gran invención, y, además, ocultando el verdadero ADN de la democracia, que era el antifranquismo. ¿Cómo se puede ser tan deshonesto diciendo que la Transición fue modélica cuando hay aún 130.000 cadáveres enterrados en las cunetas, zanjas y fosas comunes de España? Hablamos de 130.000 personas asesinadas durante el genocidio franquista.
-¿Derecha e izquierda comparten la responsabilidad sobre ese relato de la Transición?
-Felipe González dejó que se fueran muriendo los viejos republicanos sin agradecer los servicios prestados. Bono invitó a pasear por la Castellana a un tipo de la División Azul, alguien que luchó con Hitler, junto a otro de las Brigadas Internacionales que luchó contra el franquismo. Y el PSOE cuestionó a Garzón por tratar de aclarar los crímenes del franquismo. Y es el PCE quien, con los Pactos de la Moncloa, sacó a la gente de la calle o quien olvidó a los maquis. Y, luego, la derecha está encantada porque conserva su monarquía católica heredada del franquismo. Por eso nuestra Transición es profundamente indigna.