Inconsistencia partidista, inconsistencia socialista

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El PSOE tiene un papelón. A ver si se anima Almodóvar y se hace una película. Aunque tendrá que moderar la realidad para que no salga exagerada. No solamente han obtenido el peor resultado desde la Transición (5.530.693 votos), sino que se han convertido en la tercera e incluso la cuarta fuerza política en sitios de enorme relevancia -Madrid, Cataluña, Valencia, Navarra, Zaragoza, Oviedo, A Coruña, Vigo, Palma de Mallorca, Las Palmas o el País Vasco-. Le han separado de Podemos 340.000 votos, sólo convertidos en 21 escaños más por una ley electoral que es un bochorno para cualquier demócrata. Pero parece que aún no se ha dado cuenta. Demasiadas décadas en el turnismo.

El PSOE se ha ganado a pulso su declive.  Hasta el día de hoy, por culpa de sus inconsistencias con el ideario del socialismo. Desde hace unas semanas, también por sus inconsistencias internas. Que las dos se alimentan mutuamente.

La última legislatura de Rajoy, una de las peores para nuestra democracia, empezó -por no ir directamente al comienzo de la segunda legislatura de ZP- en 2010, con la reforma laboral que puso en marcha Zapatero. Tuvo su punto álgido con la reforma del artículo 135 de la Constitución, en connivencia con el PP y la troika. A la dureza de la reforma le acompañó el insulto de su argumentación -vía un antiguo dirigente de Izquierda Unida, Diego López Garrido, devenido en portavoz socialista- justificándo que no hacía falta preguntar a los españoles porque la reforma no afectaba al núcleo duro constitucional. Lo cierto es que desde ese día  nos han vaciado los derechos sociales, nos han vigilado los derechos políticos desde Alemania y hemos perdido no pocos derechos civiles con el fin de silenciar de manera más fácil las protestas contra los recortes (ley Mordaza). Pero el PSOE entendió que los españoles no merecíamos ser preguntados. La Transición fue "espectacular", pero los españoles seguimos, al parecer, en la misma minoría de edad en la que nos colocó el franquismo. Ya en la oposición, el PSOE ha entonado un mea culpa por aquella reforma, pero ni se ha comprometido en firme a derogar todo el artículo 135 ni ha frenado esa lógica en otros acuerdos que el mismo PSOE está negociando en Bruselas (léase el Tratado Trasatlántico para el Comercio y la Inversión, TTIP). La socialdemocracia alemana, que gobierna con la Merkel en Berlín -a veces se nos olvida- no les dejan. En Ferraz estaban convencidos de que iba a seguir funcionando ese tongo de que cuando la gente se cansara del PP ya se habrían olvidado de la última mala gestión del PSOE. El turnismo funciona peor en tiempos de internet.

Al declive por culpa de la traición a las ideas del socialismo, por culpa del abandono del compromiso con la igualdad, por el espectáculo triste de la corrupción (ERES y demás), por las puertas giratorias o por la caricatura de sus otrora referentes (por ejemplo, Felipe González convertido en un lobista desubicado, Joaquín Leguina tertuliano de la extrema derecha o la Ministra Garmendia asesorando a Ciudadanos), hay que añadir ahora las inconsistencias que el PSOE tiene como partido. Ha sido ridículo que Susana Díaz haya ido a la Ejecutiva Federal del PSOE vestida con la única y exclusiva idea de defenestrar a Pedro Sánchez creyendo que bastaba ofrecer su persona -y su "atractivo para los votantes"- para dotar al socialismo español de contenido. Así se resume la discusión política en el PSOE en un momento donde nos jugamos poder desbancar al PP que tanto daño ha hecho a nuestra democracia: "que yo saco un puñao más de votos que tú, Pedro". ¿Se extraña alguien de que el actual PSOE abochorne a tanto viejo socialista? Lo siento por los militantes que aún están intentándolo (incluidos los que se han quedado fuera del Parlamento pese a haber podido ser Secretarios Generales del PSOE. Alguien decidió que era mejor que no estuvieran). Casi todo en este PSOE es infumable.

Para intentar encubrir esta ausencia de ideas y que se notara menos que lo único que les interesa es cuándo convocarán la próxima Asamblea del partido -de donde salga quien sustituya a Pedro Sánchez-, han querido hacerse fuertes en su negativa a asumir un referéndum en Cataluña. Para que parezca que han hablado algo de política. ¿Qué es eso de que el pueblo opine? Eso lo decían antes los enemigos de los socialistas. No les siguen ni los laboristas ingleses que apoyaron el referéndum en Escocia. Hacen bueno a Toni Blair.

El PSOE durante la Transición asumió el derecho de autodeterminación y siempre expresó su asunción de la plurinacionalidad de España. Es verdad que hubo excepciones -principalmente en Andalucía y Extremadura- expresadas invariablemente en términos económicos de garantía de flujos de renta del norte al sur (lo que demuestra poca confianza de esos líderes en Andalucía y en Extremadura y la mala labor que en esas tierras han desarrollado los dirigentes del PSOE. Ojalá pronto estas comunidades sean contribuyentes netos al conjunto de España). Zapatero, que rompió demasiados sueños en su segunda legislatura, dejó sin embargo encaminada una solución al reto catalán. Que tenía como eje el hecho de que los catalanes sintieran que habían sido consultados. ¿Cómo han retrocedido tanto los socialistas?

Este tira y afloja se enredado siempre un poco más cuando el PSOE o el PP han necesitado completar una mayoría en Madrid. Empezaba el zoco  y ofrecían ventajas económicas al PNV o a CiU para que les prestaran sus votos. De manera que la condición plurinacional de España parecía, de la mano del PSOE, del PP, de CiU y del PNV una cuestión de chantaje y no una cuestión de democracia. Sin olvidar que este PSOE que dice que no quiere saber nada del derecho a decidir en Cataluña es el mismo que le cubrió las espaldas durante décadas a Jordi Pujol, especialemente frente a fiscales honestos como Jiménez Villarejo o Mena. Quien no te conozca que te compre.

La penúltima inconsistencia del PSOE con el socialismo la han resumido en el documento salido de su último Comité Federal: ni una sola palabra, ni una sola, sobre participación popular. Como si el 15M no hubiera existido, como si la política en el siglo XXI pudiera seguir siendo una cuestión de profesionales que no ven la necesidad de hacer la más mínima consulta a la ciudadanía. En el siglo XVIII a eso se le llamaba "despotismo ilustrado" -todo para el pueblo sin el pueblo-, pero aunque tengamos todavía a un Borbon en el trono, no parece que lo que sirvió a Carlos III pueda servir en 2016.

Hablar de una España federal y querer saltarte la etapa donde le preguntas a los estados federados si quieren formar parte de la nación es de embaucadores o de personas que han perdido las mínimas nociones del decoro democrático. Es el PP, con la connvivencia del PSOE, quienes están poniendo en riesgo a España. Son la principal fábrica de independentistas de nuestro país. Y algunos no queremos que España se rompa. Por eso confiamos en un referéndum -que quieren más del 70% de los catalanes y que no se va a frenar- como la forma más eficaz de lograr tres cosas: que España deje de ser diferente a los países de nuestro entorno sincerando su condición estatal; que dejemos de hablar de nacionalismos -centralistas o periféricos- y podamos dedicar todas las energías a terminar con las desigualdades, a levantar económicamente a España y a recuperar nuestra democracia en este difícil momento que vive Europa; y que inauguremos una nueva etapa donde por fin aprendamos y enseñemos este hermoso y complejo país que tenemos. Una España donde, por fin, nadie quiera irse porque la hemos construido y definido entre todas y todos.

Claro que lo más relevante es salir de la crisis. Los partidos que vienen con el compromiso social en el ADN deben estar a la altura y ponerse de acuerdo. Pero sin mentiras. El PSOE debe obligar a sus militantes presentes en Consejos de Administración a salir de las empresas en las que colaboran; debe frenar de inmediato el TTIP que vacía desde Bruselas nuestra democracia, reduce el compromiso ecológico y acaba con las denominaciones de origen de nuestro país; debe comprometerse a plantar cara a la Troika respecto de la reducción del déficit; debe asumir la derogación de la reforma laboral -Sánchez ha dicho una cosa y la contraria al respecto-; debe asumir una subida del salario mínimo así como un plan de reconstrucción de edificios con vistas al ahorro energético; debe asumir la Ley 25 presentada por Podemos como garantía de atención a los más necesitados en situación de "emergencia social" (aunque implique derogar la ley de desahucios express que aprobó Carme Chacón); debe asumir que los cambios que necesita España pasan por aumentar la participación popular -lo que implica una reforma electoral, pero también hacer de las consultas al pueblo un elemento esencial de nuestra democracia-; y, en consonancia,  debe comprometerse a abrir en el Congreso una ponencia constitucional que asuma, entre otras cosas, que la nueva organización territorial de España pasa por confiar en la ciudadanía y consultarle en los términos en que la propia ciudadanía decida.

Todo lo demás es seguir insistiendo en las inconsistencias que sólo han servido para que Rajoy gobierne con mayoría absoluta con apenas el 30% de los votos, para que el independentismo crezca y crezca y para que nuestra democracia, que tanto costó recuperar, vuelva a verse vaciada, ahora con estas nuevas formas de autoritarismo vestidas de Armani. Ojalá el PSOE vuelva a hablar de política en vez de seguir hablando de ellos mismos. Aunque las probabilidades de que el PSOE vuelva a comportarse como un partido del sistema siguen siendo demasiado altas.