Cifuentes: máster en mentirosa

Cifuentes: máster en mentirosa

Estudiar para mentirosa

 Lo resumió a la perfección Homer Simpson: ¡Yo no he sido! ¡No me has visto! ¡No puedes demostrarlo! En esas anda Cristina Cifuentes. Desde la perspetiva de un profesor, su comportamiento es idéntico al del alumno que pillas copiando en un examen. El problema añadido es que son los profesores los que se están comportando como si les hubieran pillado a ellos jugando con ventaja. Le pasa lo mismo a Ciudadanos, que está haciendo cuentas de si le sale más rentable quitarle el apoyo a la Presidenta o comerse este sapo. Tragaderas tiens.

Las mentiras de Cifuentes son abrumadoras. Sin ánimo exhaustivo:

  1. Indudablemente todo estudiante tiene copia del Trabajo Fin de Máster en su ordenador. Si no lo presenta es porque no existe. No ha sido capaz de decir siquiera cuál era el contenido. Luego no lo escribió nunca. ¿Va a creerle alguien si aparece después de Semana Santa un trabajo que algún becario-profesor lo habrá redactado como penitencia por los pecados de otras?
  2. Cifuentes tiene seguro el correo electrónico de, al menos, cuando mandó el TFM a su director. Si no lo ha presentado es porque no existe.
  3. Está el registro de cuando presentó el TFM en el departamento porque es un requisito obligatorio. Si el departamento no lo adjunta es porque no existe.
  4. Es imposible que una funcionaria cambié una nota si no existe un acta de rectificación de nota firmada por el profesor responsable de la asignatura, con la fecha, sello y archivo de la misma. De lo contrario, cualquiera podría cambiar la nota de su hermano y hacerle cirujano o ingeniero de puentes. La señora Amalia Calonge, que tenía una foto con Cristina Cifuentes en sus redes sociales y la acompañó tres años después de cambiar las notas a recoger su Título, es la que cambió el acta a la inverosímil nota de 7,5 además en las dos asignaturas. Nunca pudo actuar sin ese acta. Ella misma dijo que se lo había pedido un profesor. Es imposible que el procedimiento sea verbal.
  5. Siempre hay un acta firmada y sellada de los responsables del Tribunal. Si han presentado una chapuza sin sello siquiera es porque el original no existe.
  6. Dijo inicialmente que se había dejado dos asignaturas. Luego que las había aprobado. Luego miente.
  7. Nunca pudo presentarse al Trabajo Fin de Grado (que es una de las asignaturas aprobada con notable) porque no había aprobado otra asignatura que le faltaba, La financiación de las comunidades autonómicas. No pueden aparecer las dos aprobadas al tiempo porque una es llave para la otra, que requiere además un tiempo para su lectura. No puede haber un minuto en el registro entre una y otra.
  8. Al no haberse presentado inicialmente, tendría que haber pagado de nuevo las asignaturas. No aparece el pago por ningún lado, lo que demuestra que nunca lo hizo.
  9. Los profesores con los que compareció el rector no eran los directores del máster cuando lo cursó Cifuentes, es decir, era una representación a ver si la cosa amainaba. Otros profesores que están en el "Caso Cifuentes" terminaron contratados por el Partido Popular para cargos en la administración. Es un negocio.
  10. La Universidad que había dicho que todo estaba bien ha abierto una investigación. Porque se están metiendo en un berenjenal y pueden acabar como los que declararon la DUI en Catalunya pensando que no iba a pasar nada. Sin olvidar la custodia que hacen de los documentos, relajo algo común en las universidades.
  11. Lo más verosímil es que la Rey Juan Carlos, con muy poca exigencia académica para sus círculos políticos –ahí está ese Rector que había plagiado y no pasó nada- le solventó a Cifuentes lo de sus asignaturas pendientes porque se trata de una universidad infectada por el Partido Popular. Obviamente con la connivencia de la beneficiada. Como siempre han hecho lo que les ha dado la gana, lo solventaron con enormes dosis de chapuza ya que nadie iba a mirar nada. Como en el PP se están matando entre ellos, alguien con contactos dentro (¿Granados, González, Aguirre?) filtró la información. Entonces la universidad empezó a improvisar mentiras que cada vez se enredan más y más, y que, con una alta probabilidad, van a llevar a alguien a la cárcel. Sea quien fuere la persona invitada a ser juzgada y condenada, la que pasó a tener un máster por la cara es Cristina Cifuentes.

Siempre ha habido profesores canallas y honestos

Lo popularizó Ortega. En un memorándum de la Universidad de Cervera a Fernando VII en 1827 los docentes habrían afirmado: "lejos de nosotros la funesta manía de pensar". Lo que en verdad dijo su canciller, el clérigo barcelonés Ramón Dou, fue "lejos de nosotros la peligrosa novedad de discurrir", que casi es peor. Para este clérigo, profesor y diputado, eso de discurrir tendría como efecto "viciar costumbres, con total trastorno de imperios y religión". Nunca nos han faltado en España los Fray Luis de León encarcelados por los León de Castro y los dominicos Bartolomé de Medina, de la misma manera que no han faltado los castigados Bartolomé de las Casas y los delatores Ginés de Sepúlveda.

En el verano de 1965 el Boletín Oficial del Estado de la dictadura separaba "definitivamente" de su cátedra a los profesores López Aranguren, García Calvo y Tierno Galván, acusados de incitar a la subversión. Antonio Tovar y José María Valverde renunciaron a sus cátedras en apoyo a los expulsados.

Cuando uno mira hacia atrás, se encuentra con que fueron esos comportamientos los que dignificaron a una universidad envilecida por el miedo y las prebendas bajo la dictadura.

Conclusión triste

Hoy vemos que la Universidad Rey Juan Carlos vuelve a envilecer el conocimiento, a mancillar la libertad de cátedra, a denigrar el uso de la inteligencia contra el abuso del poder. Con el apoyo de Ciudadanos. Cristina Cifuentes se ha convertido en una Millán Astray que grita al Réctor Unamuno muera la inteligencia y viva la muerte. Pero falta Unamuno. Lo hace rodeada de rectores de la Rey Juan Carlos que han prevaricado mientras el claustro se lo toleraba, rodeada de docentes que ponen su firma a documentos ilegales, a trabajadoras de la universidad que manipulan las actas para cambiar notas, que dan ruedas de prensa donde multiplican la vergüenza y las mentiras. Rodeada de profesores de cartón piedra implicados en este asesinato de la universidad pública y que terminan trabajando para el PP, como ocurre con el profesor Pablo Chico de la Cámara, contratado por Montoro.

No hay mucho que esperar del PP, pero en su caída arrastra a uno de los principales logros de la democracia: la posibilidad de una universidad pública llena de profesores valientes. Al menos en la Rey Juan Carlos. Toda la comunidad universitaria debiera levantarse contra este golpe, aún más terrible que el de los recortes en la financiación. Porque ha puesto a la universidad española bajo sospecha.