Lecciones para la izquierda desde Portugal

Lecciones para la izquierda desde Portugal

Algunos siempre hemos mirado a Portugal con cierta envidia. Sonó en abril de 1974 una canción en la radio y empezó una revolución que se hacía con claveles y no con balas. El ejército portugués, hastiado tanto del Salazarismo, que era el primo hermano del franquismo, como del colonialismo de su país en África, se levantaron con el pueblo para que cayera la dictadura.

La emoción fue tan grande y el ejemplo tan estimulante que Nixon se vio obligado a consultar con Franco si no convenía que el ejército español invadirá Portugal. Dicen que Franco se excusó diciendo que si se hacía eso, el efecto iba a ser el contrario, que el orgullo de los portugueses les pondría del lado de los alzados en contra de España. Si embargo, uno de los miembros de la Unión Militar Democrática, Restituto Valero, me contó en una ocasión que esa no había sido la razón para rechazar ese plan. Los militares portugueses, entrenados en las guerras coloniales, hubieran destrozado al oxidado ejército español, que durante décadas solo había ganado guerras contra otros españoles.

Portugal acaba de reelegir Presidente del país al conservador Marcelo Rebelo de Sousa. El Partido socialista de Antonio Costa, que está gobernando, no presentó oficialmente candidatura. Algo que Rebelo de Sousa agradeció ensalzando al Primer Ministro Costa. Entre la Presidencia de Portugal y el gobierno funciona una alianza curiosa que es posible por la personalidad de Costa y Rebelo de Sousa y por una abstención donde seis de cada diez portugueses no han ido a votar.

"Es verdad que en los tiempos de incertidumbre que vivimos, la izquierda que no aporta soluciones -y para aportar soluciones es muy difícil hacerlo fuera del gobierno-, no tiene hueco."

Pero el ala izquierda del partido socialista decidió presentarse, incluso contra los insultos que les lanzó el aparato del partido –en concreto, Carlos César, Presidente de los socialistas portugueses. Una parte del Partidos Socialista portugués es idéntica a esa parte del PSOE que podría estar gobernando con la derecha-. La candidata socialista díscola, con el 13%, quedó en segunda posición, es verdad que muy alejada del 60,7% del ganador. Pero mantuvo el tipo.

Quienes tuvieron un muy mal resultado fueron los partidos a la izquierda del Partido Socialista. El Bloco de Esquerda alcanzó un triste 3,9%, tan triste como el 4,3% del candidado del Partido Comunista. La izquierda en conjunto -por supuesto, una vez más separada-, no ha llegado al 20%.

Es verdad que en los tiempos de incertidumbre que vivimos, la izquierda que no aporta soluciones -y para aportar soluciones es muy difícil hacerlo fuera del gobierno-, no tiene hueco. Porque los votantes de la extrema derecha saben que pese al discurso gritón de sus líderes, están dentro del sistema. Son empresarios, pequeños comerciantes, profesionales liberales, agricultores e incluso clase media aspiracional frustrada,  gente que no duda del mercado precisamente porque vivimos un momento histórico de debilidad de lo público.

En España, a diferencia de lo que hace la extrema derecha en otros lugares, esa gente frustrada, resentida, no quiere cambiar el sistema: quiere recibir la parte que le prometieron y no le han dado. Por eso no tiene un análisis crítico y es muy susceptible que caiga en el discurso racista y le eche la culpa a los inmigrantes o a quienes identifique como culpables de su incertidumbre. Por supuesto, ahí también están las feministas como culpables de la pérdida de sus privilegios como hombres. Todo esto encaja con ricos disparando contra la política. Es una política-espectáculo para canalizar la ira, no para cambiar los fundamentos de la política y mucho menos de la economía.

Es lo público lo que ha salvado a la gente en la pandemia. Pero la debilidad de la esfera pública, la debilidad de los valores republicanos -que se basan precisamente en la dignidad de lo común- hacen florecer, al tiempo, a los que quieren canalizar su rabia contra los diferentes, a a los negacionistas y a los que se cuelan para ponerse la vacuna.

"Todo esto encaja con ricos disparando contra la política. Es una política-espectáculo para canalizar la ira, no para cambiar los fundamentos de la política y mucho menos de la economía."

Eso es lo que explica por qué las farmacéuticas privadas, que han logrado la vacuna contra la COVID solamente con ingentes cantidades de dinero público, están haciendo trampas y están incumpliendo los contratos. No tienen miedo de que se aplique la doctrina del interés general que está en todas las Constituciones, y que merced a esos artículos se nacionalicen esas empresas y se produzcan vacunas genéricas. Para todo el mundo, porque de nada sirve en un mundo globalizado que los países ricos se vacunen si no lo hacen también el resto de los países.

Ha emergido en Portugal la extrema derecha, con el 12% de los votos y la tercera posición. No es que no existiera, sino que siempre ha estado agazapada en los partidos de la derecha portuguesa. Igual que en España que estuvo en el PP, esperando una ocasión para dejar de lado los complejos. Si la memoria del nazismo no ha impedido que surja la extrema derecha en Alemania, la revolución de los claveles no impide que haya una extrema derecha nostálgica de la dictadura.

Cuando surge la extrema derecha, todo el espectro conservador bascula hacia el extremismo. Al final, en Estados Unidos, los progresistas votan a Biden y en Portugal, a Marcelo Rebelo de Sousa para evitar males mayores.

"El sentimiento antisistema ha sido capturado por la extrema derecha. En ese movimiento antisistema ya no está el socialismo, ni el comunismo, ni el anarquismo, sino una antipolítica difusa dispuesta a odiar todo aquello que se identifique con el sistema pero que, al mismo tiempo, nunca va a molestar en exceso al sistema"

El gobierno de coalición en Portugal ha desatado a la extrema derecha. Porque, al igual que en España, la ruptura del bipartidismo y la entrada en el gobierno –o el apoyo desde fuera- por parte de fuerzas no domesticadas asusta a los poderosos.

El trumpismo ha alimentado por supuesto su auge, igual que la crisis económica y su castigo a las clases medias y a los sectores populares.  Si añadimos el papel de los medios, siempre tan favorables a estas fuerzas, la reescritura de la historia en todos los países -que equipara la historia a las fake news- si sumamos la falta de emoción en las fuerzas de la izquierda, tenemos finalmente un espejo en Portugal donde todas las izquierdas del mundo tienen que mirarse.

Como dice Boaventura de Sousa Santos, el sentimiento antisistema ha sido capturado por la extrema derecha. En ese movimiento antisistema ya no está el socialismo, ni el comunismo, ni el anarquismo, sino una antipolítica difusa dispuesta a odiar todo aquello que se identifique con el sistema pero que, al mismo tiempo, nunca va a molestar en exceso al sistema. Porque sienten que tienen algo que perder. Por eso van a odiar aún más lo que ven como una amenaza ya sea a su statu quo, ya sea a su explicación personal absolutoria de su malestar que necesita un chivo expiatorio.

"Los medios de comunicación presentan a las nuevas fuerzas fascistas, como voces críticas contra la democracia liberal. Pero cuidado, las defienden como democráticas".

Paradójicamente, si Podemos sigue aguantando en España pese a todo el acoso es, además de por la tarea que desarrolla en el gobierno -es verdad que a trancas y barrancas, pero la desarrolla-, es precisamente porque sigue molestando al statu quo.

Los medios de comunicación presentan a las nuevas fuerzas fascistas, como voces críticas contra la democracia liberal. Pero cuidado, las defienden como democráticas. Chega! En Portugal, que ha quedado en tercera posición, Bolsonaro, Trump, Bukele en Salvador, VOX en España, Kast en Chile. No hay crisis del capitalismo sin fascismo.

Las elecciones en Portugal invitan a una reflexión en todo el mundo progresista:

-estamos en un momento en donde las mayorías quieren soluciones, no discursos alejados de una promesa material. El relato es esencial -por eso el neoliberalismo se sostiene sobre el control de los medios de comunicación-, pero ese relato tiene que incorporar la promesa de cambiar la vida. Y ser creíble.

"El ecologismo, el feminismo, la memoria histórica -que desenmascara en España a todas las derechas- y formas de economía social, tienen que defenderse con mayor énfasis para que la gente joven vea sus esperanzas cubiertas"

-Estamos en un momento donde hay que ser críticos con el sistema, pero no irse demasiado lejos del sistema. Es decir, que como no hay una alternativa completa identificada, la propuesta que pueda aspirar a gobernar tiene que ir construyendo pasos ahora que anticipen el mundo que se desea. El ecologismo, el feminismo, la memoria histórica -que desenmascara en España a todas las derechas- y formas de economía social, tienen que defenderse con mayor énfasis para que la gente joven vea sus esperanzas cubiertas.

A la izquierda la va a salvar la cuadratura del círculo. Si es capaz de hacerla. Porque si no encuentra la piedra filosofal, la alternativa va a estar, como mucho, entre los Biden y la socialdemocracia, con su oído musical para el neoliberalismo, o los Trump y su séquitos de bomberos pirómanos.

-El principal aliado contra la democracia son hoy los medios de comunicación tradicionales. Hay cosas que se habían ganado en el discurso, y que se han empezado a perder, merced a la tarea que hacen los medios de comunicación.

Por todo esto, hay una predisposición a que una parte de las víctimas voten a sus verdugos.

La izquierda tiene que gestionar muy bien, pero no basta con que gestione. A la izquierda la va a salvar la cuadratura del círculo. Si es capaz de hacerla. Porque si no encuentra la piedra filosofal, la alternativa va a estar, como mucho, entre los Biden y la socialdemocracia con su oído musical para el neoliberalismo, o los Trump y su séquitos de bomberos pirómanos. La reclamación ecologista, un feminismo que insista en la igualdad material, la economía social -contraria a la economía de plataformas y la economía financiera- y la memoria histórica, si se toman en serio, son revolucionarias. Tiempos llenos de desafíos.