Las carga el diablo

¿Cuántos jóvenes votarán a la derecha en diciembre?

AULASLo peor es que ya se han hecho a la idea. Para ellos ya es normal que te paguen cincuenta euros por trabajar un domingo y que en ocasiones eso implique desplazamientos de cien kilómetros con tu propio coche, pagándote tú además la gasolina.

Han asumido que esa es la única manera de conseguir que te vuelvan a llamar otro domingo, y otro, y si tu sumisión y docilidad quedan probadas, entonces puede que cuenten contigo algún día entre semana y hasta te pagarán la gasolina en ocasiones, pero sin que sirva de precedente. Eso sí, cincuenta euros forever y vas que te matas.

Celebran los contratos de tres meses como si les tocara la lotería y aceptan sin rechistar que les den de baja cuantas veces decida la gerencia de turno sin ningún tipo de indemnización, faltaría más. Tragan porque tienen amigos más en precario aún, colegas que firman contratos de un día, o por horas, o que no consiguen salir del paro ni con sacacorchos.

Con veintitantos, o treinta y tantos años, los han convertido en inofensivos corderitos. Y lo peor es que no se creen ya que nadie les puede ayudar a mejorar. Que nadie les vaya a sacar de ese pozo. Saben que reciben migajas pero tragan, con tal de que se las garanticen. Porque tienen el miedo en el cuerpo, porque creen que todo puede ser aún peor, quedarse sin seguridad social, que la educación gratuita acabe siendo un sueño imposible y las pensiones de jubilación una quimera...

Pues bien, sé de muchos de estos receptores de migajas, instalados en la incertidumbre y la desesperación, que van a ser capaces de volver a votar al PP en diciembre. A ellos o a sus sucedáneos, que debería ser el verdadero nombre del partido naranja. Sucedáneos, no Ciudadanos. Son capaces de votarlos en las generales como han sido capaces de votar en Catalunya a la más derechista de las opciones, a los mismos que empezaron con los recortes en sanidad, educación y dependencia mucho antes de que lo hiciera Rajoy y que ahora se dedican a la seducción envueltos en banderas nacionalistas.

Todos los nacionalismos son de derechas, de esa derecha que está machacando a la generación de mis hijas y de quienes fueron mis becarios y a quienes, sin embargo, no les veo yo muy por la labor de rebelarse contra todo esto. ¿Dónde está la indignación? ¿dónde las ganas de pelea? ¿por qué las calles llevan varios meses vacías de protestas? ¿por qué se ha desinflado el globo? ¿por qué los jóvenes están dispuestos a creerse, y en consecuencia temerlo, que todo puede ser peor aún? ¿qué ha pasado para que muchos se hayan bajado del autobús de la lucha por cambiar las cosas, y hayan apostado por el carpe diem y por una muy particular manera de entender la mentalidad práctica?

Unos viven gracias a la pensión de sus abuelos, otros se independizan y pagan el alquiler sudando sangre, pocos se plantean tener hijos, ninguno hipotecarse... administran miseria pero sus puteadores han conseguido que les parezca que todo puede ser peor... La indolencia de quienes están en la edad de la lucha y el inconformismo es la más humillante de las victorias que el neoliberalismo lleva apuntándose desde hace un par de décadas.

¿Estoy equivocado? Me gustaría mucho que así fuera y que los resultados de las elecciones de diciembre contradijeran mis temores. Con sumo gusto me comería lo que acabo de escribir. Todas las palabras. Una a una.

J.T.

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