Corazón de Olivetti

Mariano Rajoy y Barbra Streisand

Si Reinaldo Arenas levantara la cabeza se sorprendería al saber que la Cuba que antaño recluía a los homosexuales en campos de concentración, ahora acaba de autorizar la boda entre una trans y un gay. Justo en el momento en que EE.UU. cuya California fue pionera a la hora de aceptar la existencia de la otra acera, los conservadores se entregan hoy a una orgía de pamplinas entre las que sin duda descuella el supuesto de que la crisis económica es obra de Dios y de que los sarasas, apios, jotos, cancos, floras y adelaidas que diría García Lorca, pueden ser curados mediante el rezo y la lectura de la Santa Biblia. Como la cosa siga así, ya me veo campos de concentración para dragqueens en Wisconsin, mientras desfila el orgullo por las calles de La Habana y Fidel Castro oficia bodas de lesbianas en la Isla de la Juventud.

Algo raro pasa en el mundo cuando el respeto al derecho de las minorías, que resulta esencial a todo sistema democrático, se interpreta como una agresión hacia la mayoría. Brama la caverna contra la hipotética boda entre Epi y Blas en Barrio Sésamo, sin recordar que ya dio mucho que hablar la relación entre Batman y Robin o entre Roberto Alcázar y Pedrín, tan parecidos a José Antonio Primo de Rivera y a Santo Domingo Savio.

Aquí entre nosotros, convendría que Mariano Rajoy se destapara. Esto es, que anuncie si va a mantener los avances legales que permiten a los homosexuales contraer matrimonio o les va a recetar cuatro avemarías y dos padrenuestros a ver si se curan, rompen los discos de Barbra Streisand y se hacen firmes seguidores de Torrente. La diversidad sexual de su propio partido se lo agradecería.

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