Corazón de Olivetti

Las bicicletas no son para la guerra

 

La guerra no es un deporte, subrayan con la fuerza de la razón los pacifistas andaluces. Tras la ocurrencia de que la etapa del lunes 25 de agosto salga en Cádiz desde un portaviones, el maillot amarillo de la Vuelta Ciclista a España podría vestir el uniforme de los Bersaglieri italianos. Dicho cuerpo de infantería ligera fue pionero a la hora de aplicar la bicicleta a las operaciones militares: incluso se le atribuye el logro de la bicicleta plegable. Así que lo mismo podremos ver a Chris Froome, Nairo Quintana, Joaquim Rodríguez, Alejandro Valverde o Alberto Contador, tocados con el vistoso casco con plumas de esos célebres soldados sobre ruedas.

Las bicicletas, sin embargo, no son para la guerra. Nada que ver, desde luego, esas caídas múltiples a las que en el argot ciclista se conocen como montoneras con esas masacres aceleradas en Irak o en Libia, cuyos cadáveres paisanos siguen llenando el Mediterráneo, con las escaladas bélicas enconadas en Oriente Próximo, con las emergentes entre Ucrania, Rusia y la Unión Europea, o con las olvidadas de Mali o de Nigeria. En las últimas décadas, las bicicletas fueron para el verano altermundista; un icono del ecologismo, una de las últimas consignas semihippies. Su carril urbano suponía y supone, en ciudades como Sevilla, no sólo una marca distintiva en el pulso entre el tráfico pesado y la movilidad sostenible, sino incluso entre la izquierda y la derecha. ¿Qué pinta la alegre y pacífica serpiente multicolor con el caqui, el gris o el blanco de nuestras fuerzas armadas o de cualquier ejército del mundo? Nada que ver su abanico con el del prietas las filas, recias, marciales de los himnos militaristas. Sobre todo en una provincia como la de Cádiz y en una zona como la del Estrecho de Gibraltar en la que, desde hace siglos, se sufre la pájara del armamentismo a ultranza.

Que esa etapa de la Vuelta salga, con todos los honores civiles y militares, de las tripas del portaviones Juan Carlos I, que ha costado no menos de cuatrocientos millones de euros, es una broma de mal gusto para un territorio cuyas costosas inversiones para la Armada no han evitado que ocupe el farolillo rojo de las estadísticas del empleo español: antes bien, se ha acostumbrado a sus astilleros, desde antiguo, a aguardar el maná ocasional de una fragata o de un crucero, como remedio al paro endémico y al monocultivo de la construcción naval en tan hermosa bahía.

"¿Por qué el empeño del PP en seguir militarizándolo todo en esta castigada provincia?", inquieren los integrantes de la Red Antimilitarista y Noviolenta de Andalucía. Dicha organización que agrupa a diversas asociaciones ecopacifistas, defensoras de derechos civiles, sindicatos y otros grupos de la sociedad civil, ha puesto el grito en el cielo ante el hecho de que la Vuelta haya elegido a un portaviones como uno de los puntos de partida de toda una jornada de emociones en calzón corto donde la expresión bajar a tumba abierta no tiene el mismo significado que entre los uniformes de la marinería que les verá zarpar desde la capital gaditana rumbo a Arcos de la Frontera.

El pacifismo local relaciona el evento con otros espectáculos habituales en la zona, como un costoso Festival Aéreo Militar que se celebraba cada año sobre los cielos de la playa Victoria y que afortunadamente parece haber pasado a mejor vida. Toda una provocación, afirman, si se tiene en cuenta la crisis social que sufre el Estado, los desahucios crecientes, el deterioro de la escuela pública y de los servicios de salud. Dicha organización ha recordado en semejante contextoque la deuda militar asciende a 30.000 millones de euros y que hace quince días volvió a aprobarse un gasto militar extraordinario de casi 1.000 millones de euros: "Mezclar el deporte con la guerra simplemente para justificar el belicismo de la OTAN y los gastos militares del PP es de una gran falta de ética, especialmente en una provincia como la de Cádiz donde hay más de 200.000 desempleados, hay un 40% de tasa de desempleo, 70.000 familias con todos sus miembros están sin empleo y 100.000 personas que no reciben prestación alguna. No hay que intentar ocultar estos hechos con espectáculos militares de mal gusto. Ni el empleo ni la Paz salen ganando", afirman ellos, mientras que el coro de los cerebros bienpensantes gritará al unísono: "Exageraciones".

El debate, sin embargo, guarda un claro alcance filosófico: ¿cómo convertir en espectáculo populista la misma maquinaria bélica que a veces usa y otras provoca conflictos como los que actualmente recorren el mapamundi, con esos sueños metálicos que han llenado el verano azul de varias generaciones, entre el Tour, la Vuelta y el Giro? La muerte a mano armada no es inocente y suele provocar un sinfín de bajas tan inermes como el público que vitoreará probablemente a ese raro cóctel entre la visita del hombre del mazo y la de esa flota bélica.

El pacifismo habla de "exhibicionismo permanente, obsesivo, ridículo ya". Que las autoridades –hoy el PP y antes el PSOE—apuestan por esconder los problemas ciudadanos bajo gigantescas banderas. Cuando los culos gordos, los escaladores o los perros viejos rueden sus máquinas mañana lunes, nadie pensará que en la vecina Base de Rota se levanta actualmente un escudo anti-misiles que incrementa el riesgo militar de todo el área. O que, en la base británica de Gibraltar, a 120 kilómetros de distancia, hayan hecho escala dos submarinos de propulsión nuclear, el U.S. Annapolis, de la VI Flota estadounidense, y el HMS Talent, de la Royal Navy. Sorprende la rapidez con que las autoridades españolas, por cierto, han desmentido la acusación de Fabian Picardo, ministro principal de Gibraltar, de que nuestro país habría intentado impedir la llegada de dichas máquinas de guerra, cuando sin embargo suele ufanarse de impedir el paso de pacíficos transeúntes por la frontera entre la colonia británica y La Línea de la Concepción.

La base de Rota y la base de Gibraltar han puesto en riesgo nuclear, desde los célebres y antiguos Polaris a la reparación del Tireless, a millones de habitantes de alrededor de ambos enclaves militares. Hasta ahora, la misma administración que apuesta por mejorar la imagen de las fuerzas armadas no ha movido un dedo para dar a conocer un protocolo de protección civil en caso de fuga atómica.

Frente a la buena imagen de nuestras fuerzas armadas, que ha inspirado este insólito flashmob de la militarización del ciclismo, no faltan imágenes que contrastan con sus aplaudidas misiones humanitarias en las que muchos hombres y mujeres se han jugado la piel desde la antigua Yugoslavia al Líbano, pasando por Afghanistan y muchos otros destinos. Si no hace mucho se descubría un alijo de 127 kilos de cocaína en el Juan Sebastián Elcano, el oscurantismo preside algunos ceses que sospechosamente tienen que ver con mujeres oficiales o soldados, mientras que el teniente Luis Gonzalo Segura ha sido condenado a dos meses en un centro disciplinario por una grave falta, la de la publicación de una novela –"Un paso al frente"—en el que denuncia diversas corrupciones castrenses. La transparencia que se exige a diferentes instituciones sigue sin pasar por las salas de banderas: ¿quién ha explicado por qué un prototipo de submarino diseñado por Navantia no funciona? En la actualidad, la deuda de Defensa, en la que se incluyen algunas previsiones de compras, supera los 26.000 millones de euros. ¿Qué se está haciendo para contenerla?

No se puede esconder tales preguntas bajo un bosque de bicicletas: "Mezclar el deporte con la guerra simplemente para justificar el belicismo de la OTAN y los gastos militares del PP es de una gran falta de ética. El deporte deber ser siempre un símbolo de la vida y la libertad, no de la destrucción que las guerras comportan". Probablemente, dichas reflexiones no abrirán mañana la sección de deportes de nuestros medios de comunicación. Ni centrarán la atención del respetable. En cualquier caso, lo grave no es que un pelotón ciclista salga de un portaviones sino que la no violencia siga sin conquistar el podio del imaginario colectivo.

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