Juegos sin reglas

Variaciones sobre la voluptuosidad

José Ángel Bergua

Catedrático de sociología

La economía capitalista tiene un carácter voluptuoso. En efecto, los bienes o servicios que se ofrecen no están relacionados con ningún valor de uso, ya que éste sólo es una simple coartada de su valor de cambio. Sin embargo, la ciencia económica todavía supone que el consumo se realiza para satisfacer necesidades y que los medios disponibles para colmarlas son insuficientes. Por lo tanto, no sirve para abordar la realidad que dice estudiar. La razón de fondo es que sus conceptos están anclados en una ontología de la falta o escasez que en absoluto se corresponde con la realidad económica. Es cierto que cuando pasa de la esfera del consumo a la de la producción, la ciencia económica considera que el crecimiento es tan necesario como inevitable. Sin embargo, los teóricos del decrecimiento están apuntalando la ontología de la escasez también por este flanco tras demostrar que el carácter finito de los recursos obliga a discutir la idea de crecimiento.

Una fuente de inspiración para comprender la voluptuosidad que la ciencia económica no cesa de fallar podría ser la lógica de la sexualidad. En efecto, más allá de su valor de uso (la procreación), el sexo tiene un carácter lúdico. Por otro lado, aunque para cierto psicoanálisis el deseo brota de una falta que ata irremediablemente a la alienación, por lo que la relación sexual, como asegura Lacan, es imposible, hay también quienes subrayan su exuberancia y le confieren un carácter creativo. Para este otro punto de vista, la voluptuosidad, más que chocar con los límites del cuerpo lo fuerza a transformarse a través de distintas clases de prótesis, artilugios, drogas, técnicas, mentalizaciones, etc. para hacerlo más capaz de ser habitado y atravesado por la desmesura. En lugar de "decrecimiento" hay pues transformación, metamorfosis y creación permanentes.

Es cierto que la voluptuosidad de la economía contemporánea va contra la base natural y las relaciones sociales que la han hecho posible. Pero esto no quiere decir que lo natural y lo social vayan a ser destruidos. Sólo el tipo de naturaleza y de sociedad que se proyectaron sobre lo social y lo natural coincidiendo con algo que ya había allí o logrando que partes del bios y del socius se adecuaran a esas proyecciones y se transformaran en ellas. Por lo tanto, tras la muerte de las "naturalezas" y "sociedades" que tenemos, así como de las relaciones sociales y socionaturales que las sostienen, vendrán otras.

Por lo que respecta a lo social conviene tener en cuenta que la articulación de lo social en técnico, político, jurídico, religioso, artístico, etc., que tan evidente nos parece, no es sino un modo de institución de lo social particular a una serie de sociedades entre las cuales se encuentra la nuestra. Lo mismo cabría decir, en el ámbito de la economía, respecto a la centralidad de la necesidad y el carácter finito de los medios. Son nociones tan arbitrarias, relativas y en absoluto necesarias o "naturales" como la propia desigualdad social a la que sirven. Por otro lado, respecto al bios, no olvidemos que nuestro planeta ha variado sus parámetros vitales hasta 18 veces dando lugar a otros tantos alumbramientos y extinciones de especies.

Un ejemplo. A principios del siglo XX se encontraron en Canadá 20 fósiles de 530 millones de años. Mostraban un mundo con formas extrañísimas y muy variadas que cuestionaban todas las teorías. Por eso, los fósiles se convirtieron en imposibles y los científicos les volvieron la espalda. Hasta que S. J. Gould nos descubrió que la vida es maravillosa. Por otro lado, que los últimos siglos hayamos decidido sostener nuestra existencia a base de explotar fuentes energéticas escasas y contaminantes o de empobrecer los recursos renovables no quiere decir que no haya otros modos de asegurar nuestra supervivencia. Encerrar el mundo y a nosotros con él en tan estrechos parámetros es un insulto a la generosidad de la naturaleza, así como un desprecio a las propias posibilidades humanas, posthumanas y transhumanas

Decía Reich que, si bien Freud descubrió la enorme importancia psicológica de la sexualidad, no apostó decididamente por ella ni, en consecuencia, por una vida psíquica saludable, pues convirtió la represión inconsciente que enfermaba en una confesión que no liberaba la sexualidad, sino que simplemente se limitaba a hablarla. Lo mismo ocurre con la democracia, que se limita a facilitar el parloteo e impide que lo dicho pueda materializarse por culpa de los estrechos márgenes jurídicos en los que ha quedado encerrada la acción política.  Pues bien, del mismo modo, en el caso de la economía, aunque es cierto que parece apostar por la voluptuosidad, no lo es menos que lo hace de un modo también limitado. No está del lado del exceso y de la desmesura, sino de la contención. La lleva a cabo, de igual manera que hacen el psicoanálisis con el deseo y la democracia con la libertad, dosificando el exceso homeopáticamente.

El mecanismo encargado de canalizar esa homeopatía y cumplir así la función que en relación al sexo y a la libertad cumplió la palabra, es el beneficio, ligado al capital, el factor productivo fundamental de la economía que tenemos. Y es que el capital parece voluptuoso, pero desatiende lo que no sea rentable y pierde interés cuando la curva de beneficios desciende. Por su parte, los modelos económicos alternativos, sea cual sea su clase, nunca han pretendido liberar el exceso de vida, sino tan sólo distribuir mejor la que el capitalismo ha dejado asomar. En este sentido, los diferentes marxismos son muy freudianos, Reich les da algo de miedo y más allá de él ni se atreven. Por eso, la voluptuosidad del espíritu dionisíaco de Nietzsche suele preocuparles y el exceso de Sade les causa, directamente, terror.

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