La soledad del corredor de fondo

El síndrome griego y la preparación de la gran coalición en España

Mientras Alexis Tsipras anunciaba el inicio de una Grecia sin Troika, Susana Díaz comunicaba a IU, de manera un tanto precipitada, su decisión de convocar elecciones en Andalucía para el próximo 22 de marzo. Simbólico gesto, que lejos de ser coincidencia, no es más que un mensaje de las élites de nuestro país: en España se prepara una gran coalición y la presidenta andaluza es la persona clave.

El nerviosismo de los dirigentes sevillanos del PSOE se ha traducido en rápidos gestos portadores de mensajes claros. El primero a Patricia Botín, en cuyo encuentro Susana tranquilizaba al mundo financiero, asegurando que la banca pública exigida por IU no daría a luz; segundo, visita a Rajoy para presentarse como la garante de "la razón de Estado" con su frase "por encima del PSOE lo que más me preocupa es España"; tercero, ruptura con Pedro Sánchez, a quien no se le ve como garantía de un gobierno de coalición PP-PSOE dentro de un año; y por último, ruptura de la colación con IU y adelanto electoral. Todo en cuatro semanas.

En relación con la UE, el triunfo de Syriza supone el fin del sistema de partidos europeos heredado la II Guerra Mundial. A excepción del triunfo de los comunistas de Akel en la isla de Chipre, el modelo político europeo giraba en torno a la familia demócrata-cristiana, la socialdemócrata y la liberal. Syriza es un partido cuyo núcleo central (incluido Tsipras) viene del partido eurocomunista griego (Partido Comunista del interior, primero; Synaspismos, después), que ha logrado articular una sólida alianza con la izquierda heredera del sesentayochismo y con los cuadros sindicales y municipales del Pasok.

En cuanto a Merkel, decir que la deuda, la guerra monetaria y del petróleo son ejes básicos para la reasignación de poder en el mundo poscrisis. Con el triunfo de Syriza, los riesgos son muchos para Alemania, porque si Merkel cede y se atiene a la negociación de la deuda, los "Syriza" del sur de Europa subirán como la espuma, mientras los partidos antisistema de derechas de los países ricos harían lo mismo en el norte, exprimiendo el "sentido común" del oficinista o pequeño propietario de la Europa rica que ve a la Europa pobre y la emigración como un lastre. Si por el contrario, el poder financiero opta por hacer a Tsipras lo mismo que a la Unión de la Izquierda francesa, tras su triunfo en 1981, la revuelta popular en los países de la periferia europea sería difícil de parar en contra de una UE sin legitimidad.

En España solo había que ver las caras de los portavoces del PP y del PSOE para apreciar lo que se les viene encima en el electoral 2015. El PSOE ve cómo su homólogo griego ha pasado del 40% en 2009 al 4,5%, lo que no hará más que profundizar en el pánico de verse reducidos a una especie de partido regionalista andaluz. Por otro lado, el PP se ve perdedor en Grecia, pero sobre todo, teme que la estrategia de "PP o el caos" fracase, tal y como Aznar expresó el sábado, al afirmar que la estrategia del "miedo" no va a resultar.

Y en cuanto a la izquierda en España, el mensaje es de victoria y euforia, de que es posible ganar, pero Tsipras alerta: se necesita superar la fragmentación, avanzar en la claridad programática (Syriza no ha ganado precisamente a golpe de ambigüedad) y acabar con el silencio político del movimiento obrero.

Un fantasma recorre Europa, lo que nos obliga a no perder de vista una cosa: Grecia es clave, pero el eslabón débil es España. No lo olvidemos.

Por último un libro, El síndrome griego, de la editorial Errata Naturae, muy recomendable.

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