La soledad del corredor de fondo

La huelga de técnicos de Movistar y la irrupción del nuevo asalariado urbano

En la España electoral de 2015, la dimensión política predominante es el de la hegemonía de las clases medias y la visión que las mismas tienen sobre la sociedad española.

La prioridad de lo electoral frente a lo social, la superioridad del individuo candidato frente al proyecto o de lo técnico frente a lo programático, tiene mucho que ver con esta hegemonía política de las minoritarias pero influyentes capas medias urbanas de nuestro país.

Si la crisis ha evidenciado el fracaso del capitalismo español dentro de la globalización y la necesaria refundación de nuestro país sobre bases nuevas, para la clase media, sin embargo, no está en discusión la organización capitalista de la producción sino su dirección, lo que hace que los problemas de España no tengan una consideración política (confrontación de alternativas) sino técnica (la sustitución de una élite por otra).

La principal consecuencia de tal esquema es el silencio político de los proyectos políticos y conflictos centrados en el trabajo, frente al predominio de los discursos centrados en la recuperación de la propiedad o del consumo como el ideario político de la España pos-crisis.

Es el predominio de la idea de la crisis como "paréntesis", entre un momento de boom recordado y anhelado y una recuperación económica entendida como la vuelta a los primeros "dosmiles". Son las bases del nuevo país ideal que se impone bajo la marca del "viaje al centro", que parecen estar comprando todos los partidos, nuevos o viejos.

Sin embargo, el silenciado país real del trabajo precario, de las subcontratas, del falso autónomo, el de la España de las deslocalizaciones, del despido arbitrario e incumplimientos del convenio, de la mayoría laboral hostelera, del turismo, del comercio o de lo sectores de restauración o mantenimiento, aparecen en forma de un nuevo asalariado urbano que marca el inicio de una conflictividad obrera renovada.

El pasado 28 de Marzo, 1200 trabajadores indirectos de Movistar dedicados a instalar fibra óptica se pusieron en huelga en Madrid debido a los abusos cometidos por las contratas de Movistar en sus condiciones laborales y ante la amenaza de un nuevo contrato que redujeran aun más sus derechos. Dicha huelga se propagó en más provincias y durante el día 7 de Abril secundaron la huelga trabajadores y trabajadoras de 14 provincias pertenecientes a distintas contratas (Cotronic, Elecnor, Itete, Cobra, Abentel, etc), derivando a una huelga indefinida de técnicos de Movistar.

Los y las trabajadores denuncian condiciones de trabajo semiesclavas, con largas jornadas con salarios que no llegan a superar los 700 euros al mes y donde además las contratas no pagan los desplazamientos hasta el hogar de los clientes de la empresa, sufragando estos gastos las trabajadoras de su propio bolsillo, siendo muchos de estos trabajadores además falsos autónomos.

Ante estas condiciones de trabajo y ante la amenaza de rebajar los baremos de pago en el próximo contrato de Movistar con las distintas contratas, los y las trabajadores piden la derogación del contrato mercantil, jornadas laborales de 8 horas, igualdad de condiciones en contratas y subcontratas, salario base bruto mínimo de 2008 euros, incorporación en plantilla de los autónomos y personal subcontratado.

Con sorpresa la todo poderosa Movistar ha visto como el eslabón débil de la cadena se ha roto. Un paciente trabajo sindical ha logrado unir a categorías laborales y geográficas dispersas en una sola tabla reivindicativa. Del indignado pero indefenso trabajador aislado se ha pasado a una acción colectiva que hace de la huelga, no solo una reclamación económica, sino la irrupción de estas categorías laborales como un sujeto social a tener en cuenta.

Un nuevo conflicto obrero creador a su vez de una nueva estética del conflicto, la huelga como el inicio de la socialización del conflicto social que trasciende —como en el caso de Coca Cola, de los "barrenderos" o de Lantero— y que llega a otros sectores sociales que ven en la "huelga de las escaleras", una forma de expresar su rechazo a la sociedad del trabajo precario que se impone en nuestro país.

Nos empiezan a llegar señales aún pequeñas y dispersas, pero en mi opinión imparables, del país que viene.

Por eso ojo con minusvalorar conflictos laborales como el de Movistar y otros, que nos van presentando a un nuevo asalariado urbano, que con su acción, parece hacer frente a las felices clases medias del contrato único y de la "revolución naranja". "Huelga de las escaleras" que constituye también una oportunidad para el rearme sindical y político, de una izquierda, que debe huir del "centro" y volver al conflicto.

Por mi parte, todo el apoyo a los y las trabajadoras en huelga.

Dedicado a Pablo Moreno, veterano trabajador de Telefónica, que desde hace años ya me anunciaba, sin yo verlo, la nueva realidad sindical que viene.

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