La verdad es siempre revolucionaria

Insumisas venezolanas

En Venezuela también hay mujeres. El cincuenta y dos por ciento de su población. Ellas son las que mantienen el país por la base puesto que son las que traen al mundo a todos los venezolanos, y los crían y los educan, y cuidan a sus maridos y a sus padres, además de participar en todas las ramas de la producción. Por ello, el deceso del Presidente Hugo Chávez las afecta extremadamente. Las realizaciones y avances del régimen bolivariano que implantaron él y su equipo han beneficiado fundamentalmente a las mujeres y a los niños, que dados los índices de natalidad del país, constituyen el 70% de la población. Por ello resulta más escandaloso que en el caudal de comentarios, debates y controversias que se han desatado en España ante la muerte del primer mandatario venezolano, no se haga referencia alguna a lo que han supuesto para sus mujeres sus catorce años de gobierno.

Tuve la satisfacción de recibir los mensajes y más tarde la visita personal de Susana Gómez, una de las compañeras del grupo Insumisas —nombre bien adecuado— de Venezuela, que trabajan por el avance de los derechos y la situación de la mujer en su país. Y de su conversación y de los folletos que me trajo aprendí cómo desde una revolución iniciada hace tan solo catorce años se puede emprender un camino de avance y de progreso como jamás lo había vivido Venezuela. Más tarde he recibido el mensaje y las llamadas telefónicas de Rebeca Eliany de Radio Sur para entrevistarme con motivo del Día Internacional de la Mujer, y de sus experiencias se pueden extraer las conclusiones que los grandes medios de comunicación españoles están hurtando a los ciudadanos.

Las secas cifras de la ONU, que no se pueden ocultar, explican que la pobreza se ha erradicado en un 50%, que se ha alfabetizado a toda la población, que se han construido miles de viviendas para empezar a erradicar los nauseabundos barrios de ranchitos de cartón que rodeaban las montañas que coronan Caracas, que se ha dado subsidios a las madres embarazadas, a los niños en los colegios, a los ancianos y a los enfermos. Pero lo que falta por precisar es que el 80% de las beneficiadas por esas ayudas son las mujeres. Porque son ellas las que crían los niños, las que barren los pobres suelos de sus viviendas, las que en su mayoría eran analfabetas, las que cuidan a los padres y a los discapacitados.

Susana venía a compartir conmigo su acuerdo sobre uno de mis trabajos acerca de la socialización del trabajo doméstico. Porque aunque los avances en la erradicación de la más extrema miseria y de la ayuda a las jóvenes embarazadas son evidentes, las compañeras de Insumisas saben que es preciso ir más allá. Más allá incluso del socialismo que los dirigentes del Partido Socialista Unido quieren construir, porque sin socializar el trabajo del ama de casa la liberación efectiva de las mujeres quedará siempre postergada.

Susana y yo estábamos de acuerdo con las reivindicaciones planteadas en los Congresos de la socialdemocracia alemana, en 1848, como nos informa Clara Zetkin:  "Las reivindicaciones sociales planteadas por las feministas son: oficinas estatales de colocación, cooperativas productivas que vendan sus productos eliminando a los intermediarios usureros; construcción de lavaderos y sastrerías públicos, en los cuales las mujeres del pueblo puedan realizar las necesidades domésticas y reducir el gasto de energías físicas mediante un trabajo común organizado y funcional; comedores de fábrica; obligación de legal de crear escuelas maternales en todas las empresas industriales para que las madres que trabajan puedan dejar en ellas a sus hijos; organización de Casas del Pueblo con restaurantes, salas de reunión y recreo, bibliotecas, etc. " En 1905 Alejandra Kollöntai, reclama la socialización del trabajo doméstico, con proyectos concretos semejantes a los descritos. Recogían las ideas y experiencias de Saint-Simon y Fourier en sus falansterios y de Robert Owen en sus fábricas colectivizadas.

El ideal de una sociedad que aportara a sus individuos los cuidados y servicios que en razón de sus peculiaridades precisaran es tan viejo como describen los utopistas desde Tomás Moro. Regina de Lamo, la activista cooperativista, a principios del siglo XX trabajaba por  organizar en España la producción en colaboración y participación de todos los trabajadores, diciendo: "Es imprescindible liberar a las familias del trabajo doméstico, rutinario, repetitivo, sin compensaciones, y de una productividad tan minúscula como es el servicio diario a unas pocas personas", que hoy se sigue realizando con los mismos protocolos que en las tribus de Jehová, por más lavadoras de que dispongamos. El socialismo no es solo expropiar los medios de producción de los propietarios privados para  convertirlos en propiedad colectiva, es también acabar con la familia patriarcal inserta en el modo de producción capitalista, y, en consecuencia, socializar los servicios personales que presta.

Ya sé que hoy no se estila seguir reclamando un régimen que no sea de libertad de mercado -léase de libertad de extorsionar, estafar y apropiarse de los bienes del mundo por parte de los capitalistas y sus gestores: multinacionales y banca. Pero a estas fechas de mi vida no estoy para cambiar a la moda, y véase además la facha sórdida y lúgubre que tiene esta moda en los días actuales.

Decía, pues, que el feminismo no puede abandonar sus más caras reivindicaciones y ese calificativo tiene dos significados, el de queridas y el de caras económicamente hablando, puesto que las inversiones que debería hacer un Estado para proporcionar a las familias los jardines de infancia, los geriátricos, las escuelas, las lavanderías y sastrerías, los comedores populares,  los transportes adecuados y cubrir todas las necesidades de los seres humanos que vivan en compañía, tengan o no hijos, sean o no ancianos, solteros o en pareja, etc. son tan inmensas que ninguno se lo ha planteado nunca. Socializar significa crear las instituciones públicas que tengan la responsabilidad de ocuparse de determinadas tareas imprescindibles para el mantenimiento de una sociedad moderna. El cumplimiento de estas tareas por parte de madres, padres, abuelos, tíos o sobrinos, en el hogar familiar, siguen perteneciendo al ámbito de lo privado, que es precisamente lo antitético de lo socializado.

Estos planteamientos son los que las feministas venezolanas del grupo Insumisas quieren llevar adelante en el proceso revolucionario de Venezuela, donde si no cuentan con las mujeres y su enorme contribución al mantenimiento del país nunca será realidad el socialismo. Y ese trabajo ingente que están realizando solo ha sido posible comenzarlo cuando se implantó el régimen bolivariano, y sólo Chávez fue que el impulsó el trabajo de los grupos de mujeres, absolutamente abandonado a su suerte bajo los gobiernos de los "demócratas" Carlos Andrés Pérez y Luis Herrera Campins, cuando se permitía la extrema pobreza en el país más rico de América y se perseguía hasta la muerte a los opositores -Pérez fue el inspirador de los asesinatos de Estado de los guerrilleros.

Deseemos que la muerte de su líder no interrumpa el proceso y haga imposible la realización de esta hermosa utopía.

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