La verdad es siempre revolucionaria

¿Qué hacemos con nuestros niños?

Desde la asociación Stop Custodia Compartida Impuesta me informan que 3.000 niños han sido arrancados de su hogar habitual, de la compañía de su madre, de su barrio conocido, de los amigos que ya tenían, y hasta del colegio, para cumplir una norma que solo en el Medioevo o en el mundo islámico podría imponerse: la llamada ahora –según el eufemismo del lenguaje actual- custodia compartida.

Ya conocemos los argumentos esgrimidos por los defensores de semejante horrenda práctica, incluidos los legisladores y las legisladoras que han hecho aprobar esta medida obligatoriamente, incluso aunque los progenitores no estén de acuerdo, con gran comprensión, admiración y conmiseración hacia los padres que en  un ataque súbito de amor parental, que nunca antes habían sentido, reclaman la convivencia con sus hijos. Desde más o menos 2013 la custodia compartida se impone judicialmente en la mayor parte de los juzgados de España.

Los casos que se suceden en Madrid son incomprensibles por lo injustos.  Javier Polo fiscal provincial de Madrid culpa a las madres como causantes de los males de los menores y ratifica su petición de que se les retire  la custodia a quienes han probado que el padre ha ejercido violencia contra ellas, como consta en sentencias firmes, o incluso cuando el padre ha hecho víctimas de abusos sexuales a sus propios hijos.

En la actualidad los equipos psicosociales de los Juzgados se han erigido en árbitros incontestables de la mala o buena conducta de las madres. Utilizando el recurso de asegurar que los niños padecen el SAP (Síndrome de Alienación Parental), un invento que nada tiene de científico y que nunca ha estado reconocido por la Asociación Internacional de Psiquiatría, psicólogas y  trabajadoras sociales son más crueles con otras mujeres que  los jueces y fiscales de tiempos pasados.

Han aceptado, en esos equipos que deciden sobre la vida y la felicidad de las personas, a individuos e individuas ineptas, mal preparadas o que desahogan sus ansias de venganza en ese mísero poder que les da un trabajo burocrático al servicio de la justicia. Incluso permitiendo que alguna responsable del servicio no esté colegiada y ni siquiera tenga el título necesario, aunque sigue emitiendo y firmando informes en los que acusa a las madres de toda clase de maldades. Y de la desidia de la Administración en la averiguación de las titulaciones de sus servidores tenemos buen ejemplo en el de Luis Roldán.

Los casos que me relatan son patéticos. La lista de casos excedería, con mucho, la extensión de este artículo. La custodia compartida impuesta por vía judicial, sin acuerdo de los progenitores, ignora de forma deliberada los problemas a los que se enfrentan los menores cuando sus padres se separan de forma conflictiva.

La línea actual de los juzgados es la de presumir un falso" igualitarismo" que lleva a imponer una situación injusta para las mujeres, que parten de una situación de desigualdad previa, manifiesta y demostrada, sin que haya habido un reparto equitativo en el cumplimiento de las obligaciones concernientes a la educación y el cuidado de los hijos con anterioridad a la separación.

Los hijos son obligados a dejar de ver a sus madres durante una semana o quince días (en muchos casos no hay días intermedios de visita). Se trata de menores de hasta de un año, menores que habían convivido con su madre hasta entonces y que no son capaces de entender porque  dejan de verla, creando sentimientos de abandono, tristeza, inseguridad y agresividad hacia las madres y desprotección.

La situación actual rompe los vínculos de apego de los pequeños, coloca a los menores en una situación de inestabilidad y soslaya las posibilidades de un adecuado desarrollo social y de la personalidad. Se les somete a pautas educativas diferentes y muchas veces "incompatibles",a veces en hogares separados kilómetros, en municipios diferentes, con sus diferentes custodios, sin poder integrarse ni en un hogar ni en otro.

Los fiscales, que tienen el mandato de proteger a los menores, no investigan si la solicitud del padre de la custodia compartida es en realidad una estrategia machista para seguir ejerciendo el control sobre su pareja.

En España la falta de formación de los equipos psicosociales y del personal del propio juzgado es abismal y crea un riesgo especialmente grave para los menores ya que ellos son los que deciden sobre su vida y su futuro. El hombre que degolló a sus dos hijas de 4 y 9 años para vengarse de la madre un día antes de entregárselas en Moraña (Pontevedra), estaba separado de la madre y tenía la custodia compartida de las pequeñas.

José Cortés que asesinó a sus dos niños, Arantxa y José, de cinco y dos años, tenía concedida la custodia compartida.  De la misma forma que los últimos asesinos de niños de este macabro verano.

Los juzgados han adoptado la máxima de la igualdad, como si esta se hubiera impuesto a rajatabla en nuestro país. En función por tanto de esa "excelente" situación en que viven las mujeres españolas,  deniegan ordenes de alejamiento y protección,  archivan denuncias y  omiten pruebas que demuestran la falta de corresponsabilidad previa. Solo importa la igualdad de derechos de los progenitores desde el momento de la separación. Menores mal atendidos, menores en manos de terceros, menores solos y en el peor de los casos menores asesinados.

Al machismo de la mayoría de los funcionarios, y hasta funcionarias, de la Administración de Justicia, hay que añadir el colapso de los juzgados, debido a la avalancha de solicitudes de modificación de medidas que presentan continuamente padres que pueden permitirse pagar honorarios de abogados, detectives y psicólogos, mientras las madres se ven ahogadas por la falta de recursos económicos.   En consecuencia, los juicios se celebran a toda prisa, no se estudian debidamente los casos,  se obvian las pruebas y las circunstancias que rodean el caso, con pruebas superficiales y realizadas por personal sin la preparación suficiente.

Esta pertinaz persecución de las madres está motivada por el deseo de venganza de esos padres que antes del divorcio no sentían ninguna pasión por cuidar a sus hijos o hijas, que apenas jugaban con ellos, cuando lo hacían y que no sabían que hacer cuando las llevaban al parque, cuando lo hacían. Pero, afortunadamente para el mantenimiento de la especie, las madres no se resignan a abandonar al maltrato, el abandono y a la indiferencia a sus cachorros, a los que han gestado, parido, amamantado, limpiado y amado.

Mas, como decía Elie Wiesel, que sobrevivió al Holocausto: no hay mayor tortura que ver sufrir a los que más quieres y no poder hacer nada.

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