La verdad es siempre revolucionaria

Oliverio Twist hoy

Varios niños de 12 y 13 años marroquíes, acogidos a la tutela de la Comunidad de Madrid han estado durmiendo en la calle durante muchos días. Cuando regresaron al centro de acogida que tenía que tutelarlos -los datos que ha ofrecido Radio Nacional son bastante incompletos- han explicado que fueron maltratados por sus cuidadores. Presentaban heridas diversas en casi todo el cuerpo, y al médico que les interrogó le explicaron, todos, unánimemente, que los habían llevado al piso segundo del orfanato, donde sus cuidadores los apalearon. Al parecer ese piso segundo es la cámara de las torturas del Centro donde están internados.

La dirección de esa institución se ha apresurado a negar todos los hechos, asegurando que ellos mismos se habían hecho las lesiones en una pelea. Lo que no he oído es la explicación que daban los responsables de su cuidado al hecho de que estuvieran días y noches viviendo en la calle. Tampoco aclaro si fueron a parar al orfanato antes o después de su estancia callejera. Mis preguntas son múltiples independientemente de lo que el juez, al que ha ido a parar la denuncia de las lesiones, decida sobre la autoría de las mismas.

La primera: ¿Pueden vivir en la calle niños de 12 años, días y noches, sin que ninguna autoridad se preocupe por ellos?  Yo he dejado aparcado un coche en la calle y durante algunas semanas no he podido ocuparme de él. Ya he recibido un aviso del Ayuntamiento de que se lo han llevado a un "centro tutelado" y de que debo ir a recogerlo y pagar la estancia. Pero, al parecer, los niños, varios, pueden estar aparcados en las calles de Madrid durante tiempo indeterminado sin que ni la policía municipal ni los servicios sociales ni, por supuesto, los viandantes, los miren, les pregunten y los conduzcan allí donde deban estar.

Hace unas semanas escribí un artículo sobre los niños como mercancía. Niños a los que las autoridades –y no tengo muy seguro cuales eran esas autoridades- los habían separados de sus madres, internado en centros de acogida, entregados más tarde a alguna familia caritativa y en algunos casos, bien oscuros, adoptados por la misma u otra familia de orden. Estas operaciones están dirigidas por empresas privadas a las que la Comunidad de Madrid financia, espero que generosamente, porque de no ser así dudo que los niños coman todo lo que necesitan.

Por supuesto no he recibido respuesta alguna a las preguntas, denuncias y quejas que expresaba en mi artículo. Este no es país donde la publicación de un artículo en el que se denuncien problemas importantes de la ciudadanía provoque el interés de los partidos políticos, les impela a interpelaciones en las Cámaras, ni se hagan entrevistas en televisión a los implicados ni se les exija explicaciones a los responsables. Por recordar el ejemplo de crímenes terribles,  ni siquiera los reportajes de Ricardo Arques y Melchor Miralles sobre los GAL consiguieron un mínimo nivel de respuesta ni de los políticos ni de los gobernantes ni de los medios de comunicación, como recojo en mi última novela El Honor de Dios. ¿Cómo iba yo a despertar la preocupación política y mediática hablando de niños pobres, hijos de madres pobres y marginales?

Pero ahora, después de conocer la noticia de los muchachos marroquíes, mi interés es averiguar las condiciones en que esos niños viven, se educan o penan en los orfanatos actuales. Y también las chicas, de las que temo que al ser siempre más vulnerables y oprimidas no sepamos nada de cómo superan la más triste de las situaciones: la de ser niña, huérfana y pobre.

Si es posible que chicos de 12 años vagabundeen por las calles de Madrid durante días -no se qué comerán- y duerman en la calle, sin que nuestra sociedad reaccione: los ciudadanos no lo denunciaron, los policías no los vieron, los servicios sociales no intervinieron, ¿qué habrá sucedido cuando regresaron al centro de acogida?

Sólo Dickens en su Oliverio Twist reproduciría las condiciones de vida y el destino de estos pobres muchachos en los centros de acogida madrileños, que tuvieron la desgracia de creer que en España se les atendería como al parecer no lo hacen en Marruecos.

Ahora se enfrentarán a una convivencia con sus guardianes regida por la hostilidad y la rabia de haber sido denunciados, a un proceso judicial que dada la agilidad de nuestra justicia se resolverá cuando sean mayores de edad. ¿Y cuál será el destino de estos muchachos? Supongo que son demasiado mayores para ser entregados en adopción, no van a tratarlos con el cariño que precisan –con tal de que no los apaleen-, y dudo mucho de la preparación cultural y profesional que reciban. En definitiva, con casi total seguridad, les espera la calle donde pronto todos: ellos, los ciudadanos, los policías y los asistentes sociales, se acostumbrarán a verse cada día. Ya tenemos miles de personas adultas durmiendo en los cajeros y en los portales. Se unirán a ellas, o al ser más jóvenes pueden engrosar las pandillas de delincuentes, a los que demonizan los medios de comunicación.

Estos chicos hubieran sido más afortunados si hubiesen sido automóviles porque les habrían atendido con mayor prontitud.

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