La verdad es siempre revolucionaria

El estado guardián

"El Terrorismo obliga a cerrar el Primer Parlamento del mundo", "Los diputados quedaron retenidos en el recinto varias horas por seguridad". Con esos titulares abría la primera página de El País el jueves 23 de marzo.  En la página 3 se repetía "Terror en un templo de la democracia". La crónica reiterativa decía que el ataque "golpeó ayer el centro de Londres." Un agresor sembró el pánico junto al Parlamento y "forzó la suspensión de una sesión del histórico Parlamento británico".  "La tarde en que se paró el corazón de Londres" "miles de turistas quedaron atrapados en sus calles y atracciones durante horas".

Juan Cruz hablaba en la SER de terror, de terrorismo, de ataque a la primera democracia del mundo. La milonga de que los Comunes constituyen la Cámara Parlamentaria más antigua se repite y repite, en el estilo flatulento con que nos obsequian los medios de comunicación, para que sintamos con más angustia el ataque de que pretenden que fueron víctimas los diputados. Las televisiones y los periódicos mayoritarios nos han sometieron a una incesante descripción del horror causado por el atentado. Las tertulias se dedicaron exhaustivamente a describirnos el pánico de los turistas en el puente de Westminster, me imagino el de los que estuvieron colgados en la noria durante horas, la abnegada labor de la policía, el colapso de la ciudad, los escolares retenidos en las aulas toda la tarde, y el sacrificio de los Comunes, obligados a aburrirse en sus escaños, por orden policíaca.

Como todos sabemos ya, el atentado del 22 de marzo en Londres consistió en que un solo hombre, armado con un cuchillo y conduciendo un coche de pequeño tamaño atropelló a varios viandantes en el famoso puente y asesinó a un policía a cuchilladas. Las víctimas inocentes son tres. El cuarto es el propio atacante abatido a tiros inmediatamente, como corresponde. Desgraciadamente, también, hay una treintena de heridos, algunos graves. Resulta destacable que en muchos de los últimos atentados se abate a tiros al terrorista. Por tanto, no se pueden conocer sus intenciones, los cómplices que tenía, si los tuvo, los planes del ataque. Como es obligado, la policía dispara a matar, aunque el arma del terrorista sea un cuchillo de cocina.

Nunca un enemigo tan solitario y modestamente armado pudo ocasionar un efecto tan demoledor. Ni llevaba metralleta, ni siquiera se acercó al Parlamento, como nos han mostrado claramente las imágenes. Atropelló a unos viandantes a casi un kilómetro de la puerta de Westminster, donde sus aterrados diputados permanecieron encerrados, sin moverse, como los personajes de la película El Ángel Exterminador de Luis Buñuel.  Pero a juzgar por las declaraciones de los gobernantes del Reino Unido, los políticos del mundo entero, los titulares periodísticos, los artículos, las tertulias,  las señales de duelo, las ceremonias fúnebres, diríase que Inglaterra estaba sufriendo los bombardeos de los V1 y V2 que Hitler envió sobre Londres, en la II Guerra Mundial.

Un libro magistral de Carlos París Crítica de la Civilización Nuclear, en un capítulo titulado El Estado Guardián, explica como las "democracias occidentales", derrotada la Unión Soviética, precisan de otro enemigo para mantenerse. Para justificar la existencia de la OTAN, los inmensos gastos armamentísticos, la dominación económica y militar de los pueblos del planeta. Con la invención del enemigo construyen el discurso ideológico preciso para tener a sus poblaciones aterradas y constituirse en salvadores de la patria. El Estado Guardián.

Para vencer a la Unión Soviética fue preciso que EEUU se lanzara a la espiral de fabricación de armamentos cada vez más sofisticados; a la carrera espacial, "la guerra de las Galaxias", y financiara y organizara los grupos yihadistas, con la inestimable colaboración de Arabia Saudí, que entrenó a los terroristas en las escuelas wahabi para derrotar a la URSS en Afganistán. Y de allí, la guerra de Irak y la de Libia y ahora la de Siria.

Pero todo no lo pueden controlar los servicios secretos y los ejércitos occidentales. Se incubó el huevo de la serpiente. De esas contiendas, que han destrozado el mundo árabe, han salido centenares de fanáticos dispuestos a inmolarse en la lucha contra las potencias occidentales a las que culpan, con toda razón, de los males de sus países. Esto que cuento es ya sabido de los expertos, pero los ideólogos saben enlazar un relato falso para engañar a los pueblos, que además son las víctimas. Y ciertamente, a los trabajadores españoles, franceses, alemanes, belgas, británicos, que han sufrido la muerte de sus parientes y las heridas en sus cuerpos, fácilmente se les puede convencer de la maldad intrínseca de los atacantes.

Los políticos voceros del capital y del complejo industrial militar, y sus propagandistas de las radios, las televisiones, los periódicos y revistas, repiten enfebrecidos el discurso del peligro de los musulmanes yihadistas, ahondando el relato racista con el que asustar a la población. Conviene que las formaciones políticas fascistas crezcan y amplíen su radio de influencia para tener atemorizados a los pueblos, que de otro modo podrían hacerse preguntas y rebelarse. Hay que alimentar el fascismo para tener una base de trabajadores fanatizados y xenófobos importante con la que oponerse a las formaciones de izquierda y a los movimientos sociales. Que también está controlada, como hemos visto claramente en Holanda, y volveremos a ver en Francia.

Se trata de que gobierne siempre la derecha –democrática, liberal y europeísta, según se califica a sí misma, para lo cual es bueno que exista la amenaza ultra. Ante el temor del fascismo que se nos viene encima, mejor es Fillon o Macron. Como dice Carlos Marx en El 18 de Brumario de Luis Bonaparte, "mejor un final terrible que un terror sin fin".

A los timoratos, ignorantes y prejuiciados ciudadanos de occidente se les suministra el relato –como se dice ahora- de la maldad de los fanáticos musulmanes que están haciendo la guerra por su cuenta. Si en Madrid, en Londres, en París, en Bruselas, en Berlín, en Niza,  se cometen atentados con decenas de víctimas civiles, que sufren en sí mismas la violencia, no hay más que demostrar.

Mientras tanto, se estiman en 500.000 las víctimas civiles de la guerra de Irak, cuenta que no ha concluido ya que cada día se producen atentados en sus ciudades, Afganistán suma 30 años de guerra, Libia está destrozada, un millón de refugiados, mujeres y niñas, que huyen de las guerras, se amontonan en los campos de concentración en las fronteras de Europa, cuando no mueren ahogados en el Mediterráneo. Cuatro mil se supone solo en el año 2016.

El día antes del atentado de Londres, la llamada coalición internacional, liderada por EEUU,  bombardeó la provincia siria de Al Raqa (noreste) causando la muerte de 33 personas. Estaban refugiadas en una escuela en Al Mansura. El Ministerio sirio de Exteriores envió dos cartas a la Secretaría General y el Consejo de Seguridad de la ONU, en las que calificó de "lamentable" la postura del organismo internacional, al permanecer en silencio en vez de condenar "los crímenes" cometidos por la coalición. Criticó que la ONU no haya reaccionado para detener esos crímenes y que sus responsables rindan cuentas. Pero ni han recibido respuesta de la ONU ni los medios de comunicación en nuestro país le han dedicado más que unos segundos.

Porque ya sabemos que el peligro de un yihadista armado de un cuchillo es mucho mayor que los bombardeos de los ejércitos aliados de EEUU, Gran Bretaña, Alemania, Francia, España, Italia.

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