La verdad es siempre revolucionaria

Interpelación a Jordi Angusto

En el programa del canal la Sexta de la noche del sábado 28 octubre fue muy interesante la participación del economista Jordi Angusto, asesor económico del que era Vicepresidente de la Generalitat de Cataluña, Oriol Junqueras. Nos explicó muy pedagógicamente, que la transferencia de financiación entre Cataluña y las comunidades menos favorecidas no salía del bolsillo de los capitalistas catalanes sino de los trabajadores. Me pareció una explicación muy acertada y a la vez elemental. Hace tiempo que aprendimos que los ricos lo son por extraer la plus valía a los pobres. También hace tiempo que nos hemos enterado de que las grandes corporaciones y los más ricos no pagan el mismo porcentaje de impuestos que sus empleados. Creo que la proporción es del 1% para los empresarios y del 25 o 30% para los trabajadores. También hace tiempo que la izquierda española está quejándose de tal injusticia y desigualdad.

Lo incongruente fue que una vez Angusto nos hubo informado de este injusto reparto de la riqueza, que yo supongo afecta a todas las regiones de España, la solución que defendió fue la independencia de Cataluña. Ciertamente no quedó claro, dado el desorden del programa y la rapidez con que obligaba el presentador a los invitados para formular sus intervenciones, si lo que planteaba era que una vez conseguida la independencia los trabajadores que viven en Cataluña no pagarían su aportación a los de las demás regiones o el reparto de la riqueza entre capitalistas y trabajadores, en el seno de la república, iba a ser equitativa como no lo es en la actualidad.

Pero precisamente por la confusión en que me sumieron sus propuestas me hubiera gustado que Angusto hubiese aclarado con certeza su planteamiento. Porque si se trata simplemente de ahorrarse la aportación de las clases trabajadoras a las comunidades menos favorecidas la propuesta es de la mayor mezquindad. Todo lo contrario de aquella solidaridad que nació a principios del siglo XIX con las esforzadas y heroicas aportaciones de las cajas de resistencia para sostener las huelgas en cualquier región del país y ayudar a los compañeros más desfavorecidos. Abandonados ya los principios ideológicos de las Asociaciones y sindicatos, olvidadas las huelgas políticas y de solidaridad entre empresas, sectores de producción, regiones y naciones, de tal modo se derrotaron las luchas de los mineros de Gales, de los Altos Hornos de Sagunto y del País Vasco, de la Naval y de Euskalduna. del sector del automóvil, de los estibadores, que no lograron el apoyo de sus compañeros de otras regiones y países, y mucho menos el de otros sectores de producción, el capital está triunfante.

Plantear la independencia de Cataluña para que no se transfieran los impuestos de las clases trabajadoras a las de otras comunidades es adoptar la más mezquina de las propuestas, que únicamente un programa insolidario como el de la derecha xenófoba de varias formaciones europeas puede proponer. Si tal es el propósito que persiguen los que hasta ahora eran responsables de economía de la Generalitat, es incomprensible que aseguren situarse en la izquierda. Entendiendo que la izquierda es quien propugna el reparto de la riqueza,  la igualdad entre todos los ciudadanos y la lucha para arrancar al capital las riquezas que atesora, en vez de enfrentar a los trabajadores de una y otra parte de las orillas del Ebro.

Si tal no es el propósito de Angusto, sino que imagina que cuando Cataluña sea independiente los capitalistas instalados en ese territorio pagarán los impuestos que hoy se ahorran, es que este economista no observa el mundo en el que vive. Aparte del egoísmo que supone abandonar al resto de españoles a su triste suerte, sometidos a un poder tiránico y explotador sin que sus hermanos catalanes se unan para enfrentarse juntos al enemigo, lo que resulta absolutamente fantasioso es suponer que los burgueses por el mero hecho de tener pasaporte catalán se volverán generosos y repartirán con los pobres los beneficios que hoy se guardan.

Ciertamente, esta debe ser la promesa que los gobernantes de la Generalitat han transmitido a  las masas que los arropan y los jalean con tanto entusiasmo, pero la verdad, señor Angusto, es que carece de todo realismo. Y usted debe saberlo si como afirmó lleva décadas enseñando economía, a menos que haya adoptado la escolástica y pretenda que el bien común es el objetivo de las clases dominantes. Como no supongo que defienda las teorías económicas de Santo Tomás lo único que puedo pensar es que está engañando a sus seguidores.

En la comparecencia del sábado usted me dio la impresión de ser un hombre honrado, preocupado por el bienestar de su pueblo, con sus amables maneras y moderado lenguaje, sin la agresividad del gritón Gonzalo Bernardos,  pero supongo que ese buenismo del que hacia gala no significa que se haya alejado tanto de la realidad que crea que semejantes fantasiosos programas podrían implantarse en la república catalana que tanto desea. Diríase que en la búsqueda de ese vellocino de oro que persiguen los gobernantes catalanes han inventado proyectos imposibles de cumplir con los que están engañando a la ciudadanía, poco informada y muy necesitada de promesas y esperanzas para consolar su pobreza y orfandad. Reflexione que esa ha sido siempre la estrategia de los populismos que tan trágicas consecuencias tuvieron.

Una pregunta más me gustaría formularle, señor Angusto: ¿los independentistas catalanes son capaces de compararse con el ejemplo de los hombres y mujeres que defendieron las grandes utopías del siglo XIX y XX, por las que apostaron la libertad y la vida, cuando se luchaba por derrocar al capital y construir un socialismo igualitario, cuando hoy sus ambiciones consisten en pagar menos impuestos?

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