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Derrotar al Gobierno

Derrotar al GobiernoRajoy respalda cualquier iniciativa que pueda descalabrar a Zapatero

Derrotar al Gobierno se ha convertido en el deporte político nacional. Mediada la legislatura y con múltiples procesos electorales a la vista, todos los diputados de la oposición aspiran a emular en algún momento la leyenda bíblica de David contra Goliat, aunque la mayoría sólo pretenda hacerle un chichón a José Luis Rodríguez Zapatero, pues sólo el PP actúa con el objetivo confeso de tumbarlo.

Esta semana el trofeo de la feria parlamentaria se lo llevó Francisco Jorquera, portavoz del BNG. Después de haber sido durante cuatro años uno de los puntales del Ejecutivo socialista hasta el fracaso del bipartito en Galicia, los nacionalistas gallegos demostraron que hasta los partidos más pequeños están en el secreto de la geometría variable. Lo que vale al Gobierno para satisfacer su necesidad de completar la mayoría, vale también para la oposición a la hora de construir coaliciones negativas.

Con sólo dos diputados, el BNG le endosó el martes una derrota al Ejecutivo, al que soporta un grupo de 169. No fue una derrota cualquiera. Y no sólo por la identidad de su promotor, sino por lo que tiene de sintomática de una pauta de conducta: la misma oposición que se levanta por las mañanas exigiendo recortes en el gasto público, pide aumentos a la caída del atardecer, en un comportamiento esquizofrénico que empuja a los socialistas a la consulta del psicoanalista.

La triple 'i' del PP

La derrota del Gobierno se tradujo en la aprobación por el Pleno del Congreso de una proposición de ley que exige rebajar al 4% el IVA que se aplica en toda la cadena alimenticia, medida cuya aplicación se calcula que supondría una minoración de 2.200 millones en los ingresos de las ya escuálidas arcas del Estado. Cual Atila parlamentario, Jorquera logró unificar el voto de todas las tribus de la oposición, salvo el de Rosa Díez, que por una vez y sin que sirva de precedente se alineó con Zapatero, y el de UPN, que se mantuvo equidistante con la abstención. Pero el portavoz del BNG no habría conquistado el laurel sin el apoyo del PP, dispuesto a solidarizarse con cualquier iniciativa que, aunque proceda de sus antípodas ideológicas, suponga un descalabro para el Gobierno, aun a riesgo de exhibir incoherencia, ignorancia e irresponsabilidad.

Incoherencia porque acto seguido defendió una proposición no de ley reclamando la prórroga de las ayudas para la adquisición de automóviles, medida que supondría el desembolso de unos 100 millones de euros. Y mientras que se desgañitaba en el hemiciclo pidiendo una cosa y la contraria, en una sala próxima echaba "más madera", al estilo de Groucho Marx, congregando a un centenar de alcaldes para comandados por Javier Arenas y Soraya Sáenz de Santamaría reclamar más dinero para los gastos municipales.

Ignorancia porque el IVA que se aplica a los alimentos está sometido a una directiva de la Unión Europea, de forma que ninguno de los países miembros puede cambiarlo a su libre albedrío. E irresponsabilidad porque, salvo que se prefiera tildar de mala fe, no de otra forma puede calificarse la conducta de quien hace un discurso de exigencia de ahorro al tiempo que promueve o apoya medidas que obligan al Gobierno a ir en dirección contraria, con riesgo evidente de naufragio colectivo al arrastrar el país con el oleaje político hacia los arrecifes donde merodean los insaciables tiburones del capitalismo.
La excepción de Zurbano

Instalado al pie del acantilado, la oposición de Mariano Rajoy se orienta exclusivamente al objetivo de desestabilizar al Gobierno hasta provocar su caída. De hecho, sus portavoces ya han comunicado a varios ministros que el voto favorable a los decretos de Zurbano fue la excepción que confirma la regla. No habrá más pactos. Si Zapatero los quiere, tendrá que llamar a otra puerta.

De todos los personajes que participan en el reparto, sólo el representado por el PNV ha dado muestras de ser un socio fiable y, hasta donde puede serlo la política, altruista. No sólo ha apoyado los presupuestos del Gobierno, sino que también dio al PSOE los votos necesarios para doblegar la oposición de la derecha a la controvertida reforma de la Ley del Aborto. Pero la posibilidad de matrimoniar con el PNV aparece hipotecada por el romance que en Euskadi mantiene Patxi López con el PP. De ahí que el objeto de la invitación que Zapatero cursó a Íñigo Urkullu para visitar el 6 de abril el palacio de la Moncloa no fuera tanto amarrar el apoyo del PNV a los decretos de Zurbano como mantener los puentes tendidos pensando en el futuro. Urkullu está ideológicamente más lejos de Zapatero que Josu Jon Imaz, pero tiene ya un control de su partido que su predecesor nunca logró.

La dote de CiU son sus diez votos, que por sí solos garantizarían la mayoría absoluta. Pero el historial de los nacionalistas catalanes, que el martes contribuyeron activamente a la ducha escocesa a que fue sometido el Gobierno en el Congreso, indica una fuerte querencia por las relaciones de amor y odio, que tienen la marca de la inestabilidad al estar sometidas a la máxima de "por el interés te quiero...". Y si algo quiere CiU es recuperar el gobierno de Catalunya, en abierta confrontación con 25 los que aporta el PSC de los 169 diputados que sostienen a Zapatero en la Moncloa.

Al crédito del presidente para continuar como inquilino del palacete nada ayuda su empeño en jugar a las predicciones, ciencia a la que sólo supera en márgenes de error la economía. Hubo un afamado meteorólogo que, llevado de su vanidad, se jugó en TVE el bigote a una previsión. Huelga recordar que perdió el bigote.

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