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Se precisa oposición, urgente

Es tradición que los nuevos gobiernos dispongan de un plazo de gracia de cien días antes de ser sometidos a juicio, pero en los tiempos que corren ya nada es lo que fue, ni siquiera el ritmo de paso de las hojas del calendario. Al cumplirse el primer tercio de ese periodo, pueden establecerse ya algunas conclusiones. Y la primera es que se precisa oposición, de manera urgente.

El cambio de Gobierno no ha tenido efectos taumatúrgicos sobre la crisis económica porque, como se hartó de alegar José Luis Rodríguez Zapatero y de ignorar Mariano Rajoy, sus variables españolas, singularmente la burbuja inmobiliaria, sólo son una parte del mal. El trasfondo no tiene fronteras. Por si cabía alguna duda, viene a confirmarlo el hecho de que la recesión también amenaza a Alemania, la alumna aventajada de la Unión Europea. En el último trimestre del año pasado ya tuvo un crecimiento negativo y, si se confirman algunos pronósticos que apuntan a que esa situación podría repetirse en el primer trimestre de este año, la locomotora estará circulando marcha atrás, arrastrada por el efecto bumerán de la disciplina germánica que Merkel ha impuesto a sus socios.

A falta de cambios económicos de fondo y con un horizonte inmediato que pinta más negro que gris, lo más relevante políticamente del periodo transcurrido desde la toma de posesión del Gobierno de Rajoy es la desa-parición de todo freno a sus decisiones y la ausencia de cualquier sonrojo a la hora de adoptar medidas contradictorias con el programa con que el PP concurrió a las elecciones, como anticipa la subida del IRPF por aquellos que predicaban que aumentar impuestos era la medida más perniciosa de entre todas las posibles.

El desparpajo del PP

Cabe argumentar que si Rajoy actúa con tamaña desenvoltura y desparpajo es porque goza de una sólida mayoría absoluta y todavía está en el comienzo de su mandato, cuando todo se puede imputar a la herencia recibida y los mayores patinazos se consideran deslices, en virtud de la misma ley que hacia el final de todo mandato convierte el menor desliz en un patinazo irreparable.

Vive Rajoy su momento para la grandes osadías, como lo tuvo Zapatero al inaugurar su etapa enfrentándose a EEUU con la retirada de las tropas de Irak o tocando las fibras más sensibles de la España profunda con iniciativas como la legalización de los matrimonios entre personas del mismo sexo. Sin embargo, aquellos audaces atrevimientos de Zapatero estaban escritos en la letra de sus compromisos electorales, mientras que los de Rajoy reescriben su programa sin que haya habido causa sobrevenida, como le ocurrió a su predecesor con la crisis.

Pretextan los socialistas que, una vez verificado que el programa con el que se presentó Rajoy no era para gobernar sino para ganar las eleccio-nes, si la ciudadanía acepta sin rechistar la dieta milagro es porque la prescribe el PP y porque los votantes de la derecha son "inmunes" al incumplimiento de las promesas electorales de su partido. Pero tal análisis, aunque fuera certero, ni consuela a los más de 12 millones de españoles que otorgaron su representación al resto de los partidos políticos y especialmente a los siete que dieron su voto al PSOE ni exime a los socialistas de su responsabilidad de ejercer la tarea que le corresponde como primer partido de la oposición. Si la gente se resigna a soportar las penalidades de la dieta rajoniana es porque nadie es capaz de presentar una alternativa solvente.

La oxigenación socialista

Habiendo sido la derrota electoral del PSOE tan incontestable y estruendosa, resulta tan inevitable como imprescindible que los socialistas pongan su casa en orden antes de ocuparse de los problemas de la vecindad. Pero si los plazos corren más rápido para el Gobierno, la aceleración del tiempo también afecta a la oposición. Quienes han intentado posponer la celebración del concilio de Sevilla por considerar atropellada su celebración tras 75 días de duelo y convalecencia no han contribuido sino a reforzar la imagen de que los políticos son una casta más preocupada por lo suyo que por lo de todos, alejando así aún más a quienes ya se sentían repelidos por las dinámicas partidarias que se consumen en contiendas endogámicas. Para atropello, el que están sufriendo los ciudadanos. Los partidos políticos, que no son no deben ser un fin en sí mismo, sino un instrumento para trabajar en defensa de los intereses de aquellos a los que representan, no pueden convertirse en parte del problema.

La partida doméstica que en estos momentos consume el tiempo y las energías socialistas es una simultánea en varios tableros. El 38º Congreso no será, en muchos sentidos, una estación de término, sino más bien de comienzo de trayecto. Y no sólo porque hay muchos interesados en, sea quien sea el elegido para sustituir a Zapatero, presentar el nuevo liderazgo como "de transición". Al congreso federal le sucederá una catarata de congresos regionales y provinciales que pondrán en cuestión el statu quo de todos los estamentos socialistas. Pero siendo trascendente este proceso de oxigenación interna, poco o nada interesa al común. Lo que los ciudadanos demandan con urgencia es que alguien plantee una alternativa con solvencia y, si no lo hacen los socialistas, antes o después alguien lo hará. La izquierda es cada vez más plural en toda Europa y hace tiempo que España dejó de ser diferente.

Otra falsa leyenda

De momento, con su explicación de la subida del IRPF o su declaración de guerra al despilfarro del dinero público, Rajoy le ha robado al PSOE el discurso socialdemócrata, aplicando letra de derechas con música de izquierdas, como en su día hizo Sarkozy en Francia. De momento, se sabe ya que la leyenda del hombre previsible es falsa, salvo que por previsible se quisiera decir carente de un genio singular. Si después de escucharle durante años lo previsible era que no subiera el IRPF, después de leer el BOE lo previsible es que suba el IVA en cuanto pasen las elecciones en Andalucía, en marzo. Es el último puerto de montaña en el camino de la derecha hacia la reconquista de un poder hegemónico que va más allá del Legislativo y el Ejecutivo.

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