La realidad y el deseo

El compromiso intelectual de Sami Naïr

No es verdad que haya desaparecido el compromiso intelectual. Conviene mirar de vez en cuando a la universidad pública con buenos ojos. Junto a sus limitaciones y dificultades, nos encontraremos también con numerosos profesores que ofrecen alternativas en el ámbito de la economía, el derecho, la literatura, la medicina, la política, la historia, la filosofía y la ciencia. Si esta labor no es más visible, no se debe a su inexistencia, sino a una cultura neoliberal del descrédito que utiliza el ruido para hacer invisible cualquier alternativa.

El pasado 14 de abril se celebró un acto importante en la Universidad de Valencia. El claustro recibió al pensador francés Sami Naïr como Doctor Honoris Causa. La coincidencia con la fecha republicana fue muy oportuna. Este profesor representa uno de los esfuerzos recientes más significativos de defensa de los espacios públicos y de reivindicación del intelectual comprometido.

Como estudioso de la Europa mestiza y de los movimientos migratorios, Sami Naïr se ha adentrado en el estudio de la interacción entre los intereses económicos y las inercias de la política mundial. La globalización de los mercados, sin una estructura estatal y sin un proyecto político creíble, favorece a la vez los movimientos migratorios y el brote defensivo de nacionalismos dispuestos a escudarse en una identidad cerrada. Esta situación paradójica marca buena parte de los debates actuales, desde el resurgimiento del racismo y la extrema derecha hasta la búsqueda de las difíciles soluciones democráticas.

Las respuestas a la inmigración y la diversidad cultural exigen espacios públicos que permitan la integración. Exigen también unos valores políticos capaces de fundar una ilusión social que haga posible la convivencia. El pensamiento republicano de Sami Naïr va más allá de los votos, de la justificación democrática, y busca lugares definidos por el Estado en los que sea posible separar las creencias privadas y las normas públicas. Será el único modo de evitar la sucesiva fragmentación política de lo globalizado por la economía. El respeto al otro exige ámbitos capaces de articular y asumir la diversidad.

El lento declive del imperialismo norteamericano se está viviendo en Europa a través de la formación de una nueva potencia económica alemana, construida por medio de los juegos especulativos del BCE. La crisis mundial se convierte aquí en la crisis de un euro caro. El empobrecimiento calculado de los países del Sur hace posible que Alemania intente ocupar, junto a Rusia y China, los espacios perdidos por el largo y fatigado poder americano. También desde este punto de vista parece imprescindible una consolidación de espacios públicos capaces de regular la economía y de hacer frente a la prepotencia financiera y a las especulaciones de la deuda.

El pensamiento de Sami Naïr tiene el rigor de la formación universitaria y una voluntad de compromiso propia de la tradición humanista e ilustrada. En sus palabras de laudatio, el profesor Javier de Lucas llamó la atención sobre la figura del intelectual: es el personaje que protagoniza el proyecto emancipador de la modernidad. Sami Naïr, heredero de Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir, está tan lejos del tecnócrata encerrado en los laberintos de su especialidad como del tertuliano que vulgariza el saber en nombre de un sentido común dependiente de los partidos mayoritarios o de los intereses comerciales del espectáculo mediático.

Son tristes burócratas los universitarios que no encuentran en su vocación de rigor un ámbito lógico para participar en la emancipación humana. Son tristes mercaderes los opinantes que no aceptan la perspectiva incómoda de la independencia y cumplen el papel esperado por quienes los contratan en el discurso populista. En el escenario de las tertulias o de las opiniones, casi siempre al servicio del orden establecido, se reparten papeles como en una obra de teatro. Hay gente que corta su pensamiento según las demandas del mercado mediático. Si se trata de alentar el populismo de los instintos bajos, adquiere valor el comportamiento cavernícola. Por eso abundan, sobre todo, las voces de los que se han hecho portavoces impúdicos de la derecha extrema y de las políticas del Gobierno para asegurarse un sillón en los debates.

El Doctorado Honoris Causa de Sami Naïr nos devuelve, como señaló Javier de Lucas, a la mejor tradición intelectual y universitaria. Es significativo que en el acto del día 14 se recordase a los maestros y las maestras de la II República. En un proyecto republicano, son importantes desde luego los políticos y los intelectuales. Pero resultan imprescindible la raíz: los maestros. La libertad de sentir y de pensar es inseparable de la buena educación recibida por los ciudadanos.

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