La realidad y el deseo

Una boda real

Pero un poema de verdad, me dijo, con palabras que rimen, bonitas y con música, insistió, no como esas cosas raras de los poetas de hoy. Mi amigo Fernando suele hacer los encargos así, con toda confianza, pidiendo exactamente lo que quiere. También sabe lo que da, y le gusta que yo aprecie con exactitud el jamón de su pueblo y las botellas de vino, magnífico, un tesoro para reyes y cardenales, dice, que de vez en cuando le regala otro cliente del garaje. Fernando las abre cuando voy a ver en su cabina los partidos de nuestro equipo. La televisión del garaje no es muy buena, pero Fernando y yo nos hemos hecho amigos, y el trabajo de vigilante se hace largo durante las tardes de sábado y domingo, y el jamón de su pueblo está bueno, y me agradece mucho la botella de whisky que llevo por si hace falta celebrar una victoria decente. Me lo paso muy bien con él, compartiendo el fútbol, sobre todo cuando discutimos por culpa de las tácticas del entrenador. A veces me manda a seguir el partido en la radio de mi coche.

Hasta ahora Fernando sólo estaba obsesionado con los árbitros y con la miseria que le va a quedar cuando se jubile. Calcula las posibilidades de su pensión después de navegar durante años por los andamios, una ferretería en crisis, el paro y lo que resista ahora, como dice él con mucha seriedad, en el fascinante mundo del automóvil. Pero hace un mes se puso a hablar también de la boda de su hijo Antonio. Me invitó y me pidió que leyera un poema en la ceremonia, bonito, para dejar con la boca abierta a la familia de ella.

Fernando está orgulloso de que su hijo tenga una carrera universitaria. Él ha cumplido, le ha dado estudios. El problema es que no hay futuro. El niño, me aclaró, no es un gandul, todo lo contrario, incluso ha trabajado de dependiente en una tienda de potingues y colonias para gente cursi, un negocio de la calle Fuencarral, volvió a aclararme. Allí conoció a María, y alquilaron un piso en Rivas. Al enterarse de que habían perdido el trabajo y de que ella estaba embarazada, Fernando confesó que se sentía muy solo, que no había superado la muerte de su mujer, y les pidió que fuesen a vivir con él. Si encontraban un empleo, además, podrían ayudarle a pagar la hipoteca del piso. No es un palacio, me advirtió orgulloso, pero tiene tres habitaciones.

Como María está embarazada y como van a vivir en familia, Fernando les ha pedido que se casen. No por la iglesia, no, que nunca he sido un reaccionario, se explicó enseguida. Me conformo por lo civil, dijo, y con una ceremonia discreta, sin banquetazos, que no están los tiempos para despilfarros. Bueno, la verdad es que para mí nunca han estado de otra manera, me confesó después del abrazo de un gol. Desde que la Antonia y yo nos metimos en el piso, hemos vivido con el agua al cuello. Mientras estuve en el paro, no lo perdí todo de milagro. Si no llega a ser por mi hermano, el que vive en mi pueblo, el que me manda los jamones, el banco se queda con el piso y con lo que llevábamos pagado.

El viernes se celebró la boda en el Ayuntamiento de Rivas Vaciamadrid. Así convertirán los novios la fiesta del 2 de mayo en su luna de miel. En el bar donde nos tomamos la cerveza y las tapas, me senté con los padres de ella, un matrimonio feliz, porque él se ha quedado sin trabajo a los 55, pero ella limpia en siete casas y gana para ir tirando. En la ceremonia, muy nervioso y con ganas de agradar, yo había leído un soneto, escrito con bellas palabras, dedicado al amor de María y Antonio. El novio, licenciado en Filología Hispánica, se quedó mirándome con una sonrisa cómplice. Conoce mejor que nadie a su padre. Al principio de la boda pensé que no me iba a salir la voz del cuerpo. Pero me animé recordando a Beethoven. Son recursos que uno tiene. Cuentan que una vez, en el Balneario de Teplice, acusó a Goethe de ser un lacayo. Durante un paseo, se cruzaron con la emperatriz y su corte. Goethe dejó libre el camino y se quitó el sombrero. Beethoven se encajó más el suyo y siguió andando. Fue la corte imperial la que debió apartarse. Su música, había explicado años atrás, estaba escrita para otra gente. Puede ser una invención, pero necesitamos que el siglo XXI invente muchas historias como esta.

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