La realidad y el deseo

Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos

La política española y el comportamiento de nuestros políticos se basa en un principio fundamental: los ciudadanos son tontos. Los representantes públicos fabrican explicaciones de sus actos con el convencimiento de que los españoles son tontos, las españolas son tontas y la infancia en España no es más que un periodo de inocencia natural llamada a perpetuarse en forma de solemne tontería.

Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos. Esta ocurrencia de Chato, un personaje de La hija del aire de Calderón de la Barca, sirvió al poeta Rafael Alberti para titular uno de los libros más singulares de la vanguardia. Fue un consejo de José Bergamín, el escritor más acerado e inteligente de la generación del 27. Alberti escribió sobre los protagonistas del cine de humor norteamericano (Charlot, Harold Lloyd, Buster Keaton...), y convirtió sus dramas y sus figuras en un consuelo para la crisis del sujeto moderno. Ya que la lucidez nos hace ver cosas terribles, mejor vivir con la inocencia de los tontos, reforzada por las tonterías de la realidad. La vida maleduca sin misericordia.

Quizá Bergamín sea demasiado sutil para hablar de la situación política en España. Quizá debería olvidarme de mis preferencias y mi amor por Alberti, y recordar mejor una obra de Tomás Borrás y Antonio Paso, estrenada en el Teatro de la Zarzuela en 1930: El tonto más tonto de todos los tontos. Por ahí vamos mejor y de un modo más zafio.

Porque los políticos españoles tratan a sus ciudadanos y, sobre todo, a su propio electorado, como si fuesen los tontos más tontos de todos los tontos. Y lo hacen para ocultar delitos y, también, para desviar las discusiones sobre asuntos que pueden ser legales, pero que resultan feos y desmienten los valores que se predican. Hay cosas legales que no se ajustan a la dignidad política. Por lo que se refiere a la virtud pública, lo legal es a veces ese gol con la mano que no ha visto bien el árbitro y que sube al marcador.

Empecemos por los delitos y los tontos. El juez instructor, la Fiscalía y la Abogacía del Estado acreditan en sus conclusiones sobre el caso Bárcenas que el PP tuvo una Caja B. A esa Caja iban a parar comisiones y pagos en negro, y de ella salían la financiación ilegal y los sobresueldos. La respuesta de los máximos responsables del PP es que su tesorero, el hombre clave de sus finanzas durante años, no tiene nada que ver con el PP, que nadie sabía nada, que Bárcenas era un señor, una persona, un individuo desconocido que pasaba por allí.

En cualquier otro país democrático un asunto tan turbio hubiera causado la dimisión inmediata del presidente de Gobierno y de la secretaria general del PP. Pero la pérdida de la vergüenza política en España se funda en la consideración de que los españoles son tontos. El PP trata de tontos o de sinvergüenzas a sus votantes y los hace comulgar con ruedas de molino.

Acabemos por las cosas legales y las tonterías: la discusión sobre el adelanto de las elecciones andaluzas. Y confieso que elijo este caso no porque sea el que me pilla más cerca, sino por ser el que afecta de una forma mayoritaria a la vida política española.

La presidenta de Andalucía trata de tontos a los andaluces, a los españoles y a los votantes socialistas cuando dice que no tiene intereses personales y que sólo piensa en la estabilidad de Andalucía.

Los intereses personales están muy claros si se mira, aunque sea de refilón, a la guerra abierta dentro del PSOE por el liderazgo y la próxima candidatura en las elecciones generales. El cruce de declaraciones entre Pedro Sánchez y doña Susana a cuenta del adelanto electoral en Andalucía ha sido de traca. Los movimientos de Felipe González, Bono y Zapatero, también. ¿Y por qué?

No, no, la estabilidad de Andalucía no está en juego dentro de un pacto de Gobierno que acaba de aprobar sin problemas los presupuestos. Lo que desestabiliza gravemente a Andalucía es el adelanto electoral y la denuncia de las incompatibilidades entre el PSOE e IU en coyunturas de Gobierno. ¿Es que el panorama electoral de mañana será más estable? ¿Y quién gobernará los ayuntamientos después de las elecciones municipales de mayo? ¿IU y el PSOE son incompatibles? ¿Podemos va a pactar con el PSOE?

Lo grave del asunto no es ya que la presidenta de Andalucía fije su calendario de acuerdo con sus ambiciones personales dentro del PSOE. Es más grave que al asumir la imposibilidad de un pacto en la izquierda, ya que no parecen previsibles las mayorías absolutas, abra las puertas a otro tipo de pactos en Andalucía y en España. Eso explica la simpatía que sienten Felipe González y la cúpula del PSOE ante Susana Díaz. Al fin y al cabo, Pedro Sánchez es un pobre ingenuo que se ha atrevido a cuestionar esa reforma de la Constitución, artículo 135, que humilló las políticas sociales en favor de la especulación y el cobro asegurado de los Bancos.

Y lo más grave de todo es que nos tomen por tontos, por los tontos más tontos de todos los tontos.

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