La realidad y el deseo

La vuelta de Aznar no es noticia

Buen debate se ha abierto en la prensa con la anunciadísima entrevista del expresidente José María Aznar. Más debate se abre ahora, después de sugerir que puede volver a la política activa porque un buen español siempre responde al compromiso con su país y su conciencia. El  Gobierno actual, débil y poco decidido en algunos aspectos fundamentales para la derecha, tal vez exija el regreso del antiguo líder.

¿De verdad merece la pena hablar sobre este regreso? Yo prefiero seguir discutiendo sobre otras cosas.

Me preocupa la crisis y el desempleo en aumento por culpa de la mano dura de un Gobierno dispuesto a tomar medidas ideológicas que van contra la reanimación de la economía española. Lo del ahorro y el déficit tiene ya las uñas demasiado sucias.

Me preocupa la mano dura de un Gobierno que desmantela el Estado del bienestar y lo sustituye por un Estado penal. Me preocupa la inercia fascista que permite expulsar por un mes de la Asamblea de Madrid a una diputada que considera corrupto el comportamiento de un Presidente.

Me preocupa la cabeza dura de un Gobierno que impone en el espacio público y en la conciencia de los ciudadanos las consignas de la Conferencia Episcopal como si estuviésemos en los años del Nacionalcatolicismo. La relación de las ciudadanas y los ciudadanos con su cuerpo vuelve a estar mediatizada por el Espíritu Santo.

Me preocupa la cabeza dura de un Gobierno que descompone la educación pública y defiende la segregación de niños y niñas en la escuela, un Gobierno que vuelve a confundir la formación de las personas con el adoctrinamiento católico.

Me preocupa la mano dura de un Gobierno que tiene previsto asaltar el Poder Judicial para que las sentencias y las decisiones jurídicas observen la disciplina del partido imperante. Es la solución más cómoda para solventar todas las causas abiertas por culpa de la dichosa corrupción en su propia casa y en la Casa Real.

Me preocupa la mano dura de un Gobierno que ha decidido salir del bipartidismo imponiendo algo todavía peor: el monopartidismo.

Me preocupa el corazón duro de un Gobierno que da directrices para que no se busque trabajo en las oficinas de empleo a los parados de larga duración. Como ya no cobran prestación, mejor contratar a los que la cobran y así se recorta el gasto.

Me preocupa el corazón duro de un Gobierno empeñado en obstaculizar los decretos sociales de la Junta de Andalucía, evitando un modesto rayo de luz sobre la tragedia humana de los desahucios.

Me preocupa el corazón, la cabeza y la mano duras de un Gobierno que liquida la sanidad pública, la saca al negocio privado y no se avergüenza de que un inmigrante muera entre nosotros de tuberculosis por no tener tarjeta sanitaria.

Y me preocupa la cara dura del que se ofrece como salvador de España el mismo día en el que los españoles nos enteramos que su hija y su novio recibieron un regalo normal, de miles de euros de curso normal, por una boda normal, gracias a la generosidad normal, de un amigo normal, aunque esté imputado –como es normal- por ser el máximo responsable del mayor escándalo de corrupción y compraventa política en la historia de España. Todo es normal en esta época normal de sobres, sobresueldos, complementos, donaciones y amistades.

¿De verdad que merece la pena tomarse en serio el regreso de Aznar? Un guiño para íntimos y tramas internas no puede convertirse en el gran debate de toda una nación con tantos problemas. ¿Es que el PP puede ser la alternativa de sí mismo? La duda ofende.

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