El ojo y la lupa

Tres duelos

En ‘Horizontes de grandeza’, ‘western’ clásico de William Wyler cuyo reparto encabezó Gregory Peck, se escenifica un duelo que, con gran probabilidad, se inspira en un relato de Pushkin (‘El disparo’) y otro de Turgúeniev (´Diario de un hombre superfluo’), ambos recogidos en la antología con la que la editorial Alba ha celebrado el Año Dual España-Rusia: ‘Un siglo de cuentos rusos. De Pushkin a Chéjov’.

En el filme, James McKay, el personaje que interpreta Peck, es un valiente hombre tranquilo que no quiere someterse a las salvajes reglas de juego del Oeste ni se cree obligado a demostrar nada. Sin embargo, para salvar a su chica tiene que aceptar un duelo al ‘estilo de los caballeros’, con pistolas de mecha de un disparo. Su oponente, un bravucón, tira antes de tiempo y le hiere levemente. En su turno, McKay dispara al suelo.

En ‘El disparo’, de Pushkin, muerto él mismo en el duelo más famoso de la historia de la literatura, uno de los contendientes acude al desafío con un gorro lleno de cerezas que come con displicencia incluso cuando, tras fallar el tiro, espera recibir la bala que puede costarle la vida. Su oponente le dice: "Tengo la impresión de que no es su momento de enfrentarse a la muerte, está usted desayunando, no quisiera molestarle..." Y se va, pero como acreedor a un disparo que puede cobrar cuando lo estime conveniente, es decir, cuando la vida sea más preciosa para su contrincante. Eso ocurre muchos años después aunque, noble al fin, impone que el enfrentamiento se repita desde el comienzo. El antiguo ‘comedor de cerezas’, para entonces un feliz hombre casado, dispara, falla y estrella la bala en un cuadro. Aparece la esposa, que suplica, y el duelista que llevaba largo tiempo rumiando venganza se apiada, dispara y, con una puntería envidiable, incrusta la bala en el lugar exacto de la primera, hasta el punto de que solo se aprecia un impacto.

En ‘Diario de un hombre superfluo’, de Turguéniev, el protagonista, aunque convencido de su insignificancia e inutilidad (se considera "la quinta rueda de la carreta") desafía al príncipe que se hecho con el amor de la mujer a la que él adora inútilmente. Le toca disparar primero y alcanza a su rival en la cabeza, apenas un rasguño. Llegado el turno de éste, dispara al aire mientras afirma magnánimo: "El duelo ha terminado. Todo está olvidado entre nosotros, ¿no es verdad?"

¿Es demasiado suponer que los guionistas (tres) de ‘Horizontes de grandeza’ habían leído estos dos relatos? Ah, y perdón por destripar los argumentos, pero en ‘Un siglo de cuentos rusos’ hay otros 23, todos magníficos, algunos deslumbrantes.

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