El ojo y la lupa

Aviso urgente para estudiantes de periodismo

¡La exclusiva! (Anagrama), de Annalena McAfee, es una de las mejores novelas de periodistas y sobre periodismo publicadas en los últimos años. Irónica, sarcástica, cruel, implacable y demoledora, esta ex directora cultural del Financial Times y del suplemento literario de The Guardian disecciona con sentido del humor el estado de una profesión inmersa en una profunda crisis –no solo por la decadencia del papel– y donde la precariedad disminuye de forma acelerada y atroz el peso de la hasta poco mayoritaria ‘clase media’. Nos muestra un proceso de selección natural en el que los más débiles, o los que tan sólo pretenden ganarse la vida dignamente en el ejercicio de una noble y vocacional profesión, ni siquiera tienen ya garantizada la supervivencia.

En la redacción que se inventa McAfee abundan los convencidos de que la mejor forma de abrirse paso en esa selva es la adulación, la sumisión, el servilismo con los de arriba, la traición a sus orígenes, la prepotencia con los de abajo y una disposición total que les hace situar el trabajo por encima de la vida personal. En el libro es una especie británica, pero también es autóctona en España, aunque minoritaria en el conjunto de la fauna periodística, por lo que su existencia no debería contaminar en exceso a un colectivo humano tan respetable como cualquier otro. En todas partes cuecen habas.

Siempre me ha sorprendido, al ver en acción a varios de estos especímenes, su habilidad para mantenerse a flote y verse empujados hacia arriba, como por efecto de una atípica demostración empírica del principio de Arquímedes, pese a deficiencias a veces clamorosas de formación, currículo y capacidad organizativa. A alguno le he visto muy alto sin haber mostrado siquiera una mediana capacidad para escribir un buen análisis o reportaje, surgido de la inanidad, de la "lealtad inquebrantable", y de la disposición incondicional a obedecer sin discusión, y caiga quien caiga, las órdenes de la empresa, o a adelantarse a ellas.

La exclusiva trata de una joven periodista sin una predisposición congénita a la falsedad y la falta de ética, pero que no quiere ser una del montón y está dispuesta a lo que sea para tomar el ascensor, incluso si eso supone recurrir a las tretas más bajas. Es muy consciente de la dificultad de abrirse camino, y más siendo mujer en un entorno machista. A sus 27 años, Tamara Sim, periodista sin pedigrí, con más ambición que talento, se gana mal que bien la vida a base de colaboraciones esporádicas en varios medios y un trabajo semifijo en el amarillista cuadernillo de cotilleos del diario The Monitor. Un arquetipo odioso, pero que puede resultar conmovedor en su desamparo. De repente, como llovida del cielo, le llega una petición única: escribir para el mítico suplemento dominical, que solo abre sus páginas a firmas consagradas, un artículo serio y a fondo, de 4.000 palabras, sobre Honor Tait, la casi octogenaria y en sus tiempos deslumbrante y glamourosa reportera internacional, ganadora de un Pulitzer y testigo privilegiada de los acontecimientos más importantes del siglo XX.

Tamara ni siquiera la conoce, no ha leído ni sus libros ni sus artículos, y no tiene tiempo para hacerlo, de tan liada que está con sus numerosos encargos ‘alimenticios’, pero sabe que oportunidades como esa no se presentan todos los días, y está dispuesta a poner toda la carne en el asador para sacarle el máximo provecho. Su ignorancia no es una barrera insalvable, aunque la lleva a tomar como verdades irrefutables incluso burlas inofensivas de Tait. Compensa esa insuficiencia con osadía y otras armas legítimas y, cuando es necesario, recurriendo al juego sucio. Entre reveses y pequeñas conquistas, caminando cada vez más por vías poco éticas, va avanzando hacia su objetivo, que alcanzará por fin de una forma que muestra algo de lo bueno y mucho de peor del ejercicio del periodismo.

Con un tono de comedia que recuerda sobre todo a ¡Noticia bomba!, de Evelyn Waugh (y con ecos de La hoguera de las vanidades, de Tom Wolfe), McAfee desarrolla su relato en un triple plano, el de otros tantos protagonistas: Honor, la respetada vieille dame del periodismo, que repasa su vida y su actividad profesional mientras envejece insatisfecha y rebelde contra su deterioro físico e intelectual; Tamara, sus artículos, sus amantes, sus frustraciones, su ambición, su falta de ética y su conmovedora preocupación por un hermano descarriado; y, sobre todo, como personaje coral, la fauna periodística londinense y, más en concreto, la de The Monitor, arquetipo de diario británico que juega a dos barajas: la ‘seria’ y la ‘popular’. Y es justo aquí donde ofrece una visión panorámica de una redacción en la que no escasean intrigas y bajezas, empujones y traiciones, abusos y corruptelas, jefes que ríen gracias sin gracia de los que son aún más jefes, o ponen en evidencia a otros compañeros si así ganan puntos con un director al que quizá ni respetan, pero al que muestran un terror reverencial.

El lector que no conozca el paño de primera mano debe ser consciente de que, aunque la realidad no sea como para tocar trompetas, la dosis de miserias que muestra ¡La exclusiva! resulta excesiva, lo que se explica en parte por un tono de caricatura que busca hacer más atrayente la lectura. Puede que los "amorosos consejos" del esposo de la autora, el novelista Ian McEwan, hayan influido en esta elección. Es una deformación premeditada que obvia los aspectos nobles de la profesión, pero que nadie se llame a engaño y piense que estas situaciones son meros artificios literarios, o que solo se dan en las redacciones de los medios norteamericanos o británicos. Abundan también en España.

Este libro debería ser de obligada lectura en las facultades de Ciencias de la Información, para que sus alumnos, más allá de las crisis global y particular en España del periodismo, sepan a lo que se arriesgan si perseveran en su empeño. Es probable que para muchos de ellos el ejemplo a seguir no sea el de Tamara Sim, sino el Tania Singh. Se trata de un fruto literario menos apetecible, un personaje sobrio y casi antipático que se esfuerza también en ascender al olimpo, pero al menos no es una tramposa, y su escalada se basa en el esfuerzo callado, el cultivo discreto y persistente de las relaciones con los de arriba y, sobre todo, la visión pionera para la época de la revolución de Internet.

McAfee ha situado la acción de su novela en 1997, cuando muchos periodistas consideraban la red global como "una moda que enseguida se quedará obsoleta" y con la que "nunca se ganará dinero". O creían que "Internet es para perdedores, una banda de radio ciudadana para pseudointelectuales y adictos al ordenador". Aunque ya había quienes, pesimistas y reacios al cambio, intuían la magnitud de la amenaza. "No elegí esta profesión para pasarme la vida contemplando una pantalla con el equivalente fotográfico del Comecocos", confiesa uno de los personajes de ´¡La exclusiva!’ "Somos moribundos, dinosaurios y dodos aplastados por las botas del progreso", concluye otro aún más tétrico. Parece que fue ayer, pero solo han pasado 15 años desde entonces.

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