El ojo y la lupa

Hitler ha vuelto

Hitler volvió a la vida en un descampado de Berlín el 30 de agosto de 2011, 66 años después de que se suicidase en su búnker para no caer en manos de las tropas rusas que tomaban la capital del Reich. Lo ha resucitado un periodista (y ahora novelista) de madre alemana y padre de origen húngaro llamado Timur Vermes que, con Ha vuelto (editado ahora en España por Seix Barral), ha vendido ya medio millón de ejemplares. Está en marcha la publicación en más de 30 países y se han vendido los derechos de adaptación al cine. No sin polémica, desde luego, porque tomarse a Hitler a broma suele desatar tanta controversia como tomárselo en serio.

Hitler despierta, pues, y ¿qué es lo que ve? 1) Que una Alemania recortada de sus conquistas bélicas y luego rota en dos se ha reunificado gracias a un hombre  que "se parece a Göring después de la toma de un quintal métrico de Barbital". 2) Que la canciller es "una mujer fondona con el poder de irradiación optimista de un sauce llorón". 3) Que la socialdemocracia  está dirigida por "un impertinente flan bamboleante y por una insípida gallina cebona". 4) Que la única ideología es la expansión de un club que incluye a "los más subdesarrollados pobladores de las regiones marginales europeas", lo que implica que "ya no supone nada especial ser socio", y quien quiere ventajas adicionales "ha de fundar un nuevo club dentro del club". Y 5) Que solo hay una cosa "realmente satisfactoria", que contribuye a la solución del problema judío: la creación "con mucho sentido común" del Estado de Israel en medio de pueblos árabes, de forma que "a lo largo de décadas, de siglos, todos los implicados estén incansablemente a vueltas con ellos mismos".

Hitler atribuye el milagro económico alemán a la desaparición de los "parásitos judíos" y no a "ese gordinflón de Erhard", pero en el momento de retornar a la vida, constata que "la llamada reunificación" no ha alterado nada sustancial y que solo que se han "cambiado los monos por otros monos", con una masa de millones de parados y "una rabia sorda entre la gente" que le recuerda la situación en 1930, aunque entonces no existía el actual "hastío de la política". En definitiva, que se dan las bases para que intente reconquistar el poder, como ya hizo en 1933 (por cierto, el libro cuesta 19,33 euros), con las consecuencias sobradamente conocidas. Menos mal que se equivoca.

Hay dos formas de leer Ha vuelto. Una, la más inmediata, es tomárselo a broma, en clave de farsa, como se supone que hacen la mayoría de los lectores que han convertido la obra en superventas, y como reaccionan los alemanes más o menos de ficción con la representación de quien consideran tan solo un actor excepcional, que incluso obtiene el más prestigioso de los premios de televisión. Un imitador inigualable del führer, que no abandona su papel ni en privado y que se supone que parodia al personaje de forma implacable. Que sea justo lo contrario, que se limite a ser él mismo, no se le pasa por la cabeza a nadie, ni siquiera a un grupo de neonazis que le dan una paliza... por burlarse de Hitler.

La segunda lectura es más peligrosa. Porque el Hitler de Ha vuelto no es un histriónico, ni un payaso, ni un chalado como se le ha representado tantas veces, sino un político megalómano, fanático y hasta diabólico, eso sí, pero coherente con sus ideas y dotado de una inteligencia excepcional que le permite adaptarse con facilidad a la nueva época y sacar provecho de los más modernos instrumentos de comunicación, desde la televisión a las redes sociales. Es capaz incluso de enfrentarse al grupo Springer y a la ofensiva del todopoderoso diario Bild, al que derrota con sus dotes de comunicador, la recién descubierta habilidad ante las cámaras y su vieja capacidad para encontrar los puntos flacos del enemigo.

Como el libro está escrito en primera persona, el flujo de su pensamiento –sin el recordatorio de sus crímenes- no se presenta en su verdad más esencial. Y eso no solo es peligroso, sino también subversivo, y pone a muchos alemanes ante un hecho terrible. Como el Hitler de Ha vuelto recuerda sin deformar demasiado la historia, "en 1933 el pueblo no tuvo que rendirse ante una operación de propaganda. Fue elegido un führer de una manera que ha de considerarse democrática incluso en el sentido actual, un führer que había dado a conocer sus planes con claridad meridiana. Los alemanes le eligieron. (...) O había un pueblo entero de canallas o lo que ocurrió no fue una canallada, sino la voluntad de un pueblo". Se supone que aquel fantasma está ya conjurado, pero que se evoque aún produce escalofríos.

Que no cunda el pánico. Hitler no ha resucitado. Ni siquiera en la novela está en condiciones de reconquistar el poder, entre otras cosas porque nadie cree que es él y porque sus excesos deberían servir de vacuna. Su éxito mediático en la ficción de Ha vuelto no es el de un caudillo sino, a tono con esta época, el de un gran comunicador. Pero Vermes parece haber tocado un punto sensible, una herida todavía sin cerrar del todo, que exige mantener alta la guardia –no solo en Alemania- y lanzar más fuerte que nunca el grito de "¡Nunca más!" Y eso no es ninguna broma.

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