El ojo y la lupa

La mujer iraní, entre la sumisión y la rebeldía

El libro de mi destino, de Parinoush Saniee (Salamandra), se lee como una entretenida y con frecuencia apasionante novela realista que pretende reflejar la situación de la mujer en Irán antes y después de la revolución que derribó al shah en 1979  e implantó la república islámica que, con sus luces y sombras, marca aún la sociedad de un país troncal en Oriente Próximo.

La protagonista, Masumeh, se debate a lo largo de 435 páginas entre la tradición y la modernidad, la sumisión y la rebeldía. El resultado es una sucesión de derrotas y algunas victorias, resultado estas últimas de titánicos esfuerzos para convertirse, al menos en parte, en tutora de su propio destino.

Se resiste, con resultado dispar, a los intentos de matrimonios concertados, a las exigencias de una madre que no reconoce su libre albedrío, al fanatismo de unos hermanos que la consideran una mercancía sin voz ni voto, a un entorno en el que las mujeres son ciudadanas de segunda clase destinadas a servir a un marido al que ni siquiera tienen derecho a elegir. Sin embargo, al mismo tiempo, hay atisbos de esperanza que llegan desde sectores sociales que cuestionan costumbres que el tiempo ha convertido en ley, y desde un sistema educativo que, por encima de sus limitaciones, implanta ideas más igualitarias que las que impone la familia tradicional.

Masumeh es tachada de impía y pecadora por un romance que apenas pasa de unas conversaciones y unos pocos versos de su enamorado; consigue escapar con ayuda de su padre del matrimonio con el amigo de uno de sus fanáticos y violentos hermanos; y se resigna a una boda convenida con un militante comunista que lucha contra el shah y que, aunque apenas le hace caso, le da varios hijos y estimula su anhelo de emancipación y de dotarse de una sólida educación como vía de escape.

El Irán de siempre nunca deja de acosarla y condicionarla, pero ella sobrevive nadando entre dos aguas, mientras el país cambia a pasos agigantados en un proceso revolucionario que, como suele ocurrir, termina devorando a algunos de sus propios hijos, incluido el marido de Masumeh que, tras sufrir un largo encarcelamiento en la época del shah, termina ejecutado por quienes le derribaron en 1979 en nombre de Alá y el imán Jomeini.

El nuevo régimen, al menos en la visión de Parinoush Saniee, se nutre de muchos advenedizos que se suben al carro del vencedor, rechaza con violencia toda muestra de disidencia, no modifica de forma radical el papel subsidiario de la mujer y alcanza grados de crueldad, revanchismo, intransigencia y fanatismo que rivalizan con los de la monarquía autoritaria y fiel a los dictados de EE UU.

Al final de la novela, la vida de Masumeh, que tras recibir duros golpes del destino, seguía un trazo discontinuo que la acercaba hacia la armonía y algo parecido a la felicidad, siempre en un equilibrio inestable, da un giro inesperado hasta cerrar un círculo, en una vuelta al origen que la fuerza a tomar una decisión trascendental que revelará los tremendos y a veces insalvables obstáculos para conquistar la libertad individual. Aún a riesgo de revelar más de lo que debería, señalo que opta por reconocer su derrota, síntoma de un fracaso que casi priva de sentido a la larga lucha que podría haber dado sentido a su existencia.

Parinoush Saniee justifica su opción por un final infeliz en el hecho de que El libro de mi destino, pese a un estilo realista y directo que recuerda los novelones decimonónicos, no es sino la traslación al formato de ficción del resultado de sus investigaciones de varias décadas. Eso hace que Masumeh, en esa hora crítica, actúe como lo habría hecho la gran mayoría de las mujeres iraníes de encontrarse en su misma situación y tener que optar entre su interés personal y el sacrificio que le exigen los prejuicios sociales y la intransigencia y el egoísmo de su entorno familiar.

Más que escritora, Parinoush Saniee se considera investigadora, socióloga, psicóloga y terapeuta familiar. Sin embargo, con El libro de mi destino, demuestra que, quizás por encima de todo ello, incluso de su declarada opinión personal, es también una gran novelista, con esa infrecuente capacidad para captar la atención del lector, emocionarle con las peripecias de sus personajes e interesarle con la descripción de una realidad social que desmantela estereotipos muy consolidados. Un libro, en fin, para disfrutar y saber algo más de la encrucijada en la que se encuentra la mujer iraní.

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