Luna Miguel

Momias

Cuando alguien dice "Egipto" uno siempre piensa en sus primeros años de estudiante, o en los capítulos desérticos de Axtérix y Obélix, o incluso en esas películas sobre arqueólogos fortachones (nada más lejos de la realidad) que cambian el laboratorio y el carbono-14 por un sombrerito de Coronel Tapioca y una serie de heroicas luchas con los espíritus de las milenarias momias.

Cuando alguien dice "Egipto", decía, lo primero que uno piensa es en el concepto del saqueo: el hombre es ese animal que no sabe dejar las cosas en su sitio. "Saqueo" es una piedra preciosa a miles de kilómetros de su hogar. Saqueo es, también, y a partir de este momento, alguien muy idiota (¡Eres un saqueo, te han robado el cerebro o qué!) No me creo que haya periodistas, líderes de opinión o turistas que ante los altercados en El Cairo sean capaces de cabrearse porque les han "jodido las vacaciones". Ya me gustaría estar a mí de vacaciones en enero, señores. Ya me gustaría a mí estar en cualquier otra parte del mundo, o en cualquier otro mundo, o en cualquier otra dimensión, espacio, agujero negro y ficción con tal de mantener en mi mente esa imagen pura e infantil de un Egipto (un planeta) lleno de dibujos animados, de misterios y de magia.

"Esto es una guerra que no va con nosotros", leo, y no sé qué me enfada más: no saber qué está pasando realmente, no saber quién es amigo de quién, no saber quién es el malo, quién, el bueno, y quién es ese Mubarakobama, y por qué el saqueo de una historia... y por qué, vuelvo a preguntarme, este mundo podrido... como las pieles viejas de las momias.

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