Malas hierbas

Las centrales viejas disparan la alarma nuclear en Europa

Recientemente ha saltado la los medios de comunicación la noticia de que el estado alemán de Renania del Norte Westfalia ha comprado millones de tabletas de yodo para repartir entre la población como medida preventiva ante la posibilidad de una catástrofe nuclear en dos reactores belgas. Este estado es el más poblado de Alemania, y tiene frontera con Bélgica. La compra de pastillas de yodo es síntoma de la grave preocupación que genera en la población y en las autoridades el alargamiento de la vida de las centrales nucleares belgas de Doel y Tihange.

La historia de los fallos en las centrales nucleares belgas viene de atrás. Se encuentran entre las nucleares que más paradas no programadas tienen del mundo, según un informe de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), lo cual da una idea de la cantidad de incidentes que han sufrido estas centrales. La energía nuclear supone el 55% de la electricidad que consume Bélgica, lo cual convierte a este país en uno de los más dependientes del átomo en todo el mundo, solamente por detrás de países tan nuclearizados como Francia. Ni que decir tiene que la actual situación de alerta antiterrorista agrava la situación y la preocupación por la seguridad, aunque el riesgo y el temor por la seguridad debido al mal funcionamiento de estas centrales vienen de muy atrás.

Gracias a la presencia de los verdes en el gobierno belga, en el año 2002 fijó 2015 como la fecha final de cierre de los reactores de Doel y Tihange. Con ello el gobierno belga pretendía que al cumplir los 40 años, los reactores nucleares se cerraran. Si esa decisión se hubiera llevado adelante, se hubieran puesto en marcha los planes requeridos de alternativas energéticas para afrontar la situación. Sin embargo el el año 2009 un gobierno de signo conservador revocó la decisión, y decidió alargar la vida de los reactores nucleares hasta el año 2025, dando 10 años más de vida a los reactores de lo que se considera su "vida útil". En esta decisión está el origen de la actual situación de miedo a un accidente nuclear que se extiende en Bélgica, Holanda y Alemania.

La situación de las nucleares belgas es una lección y expone una situación que no debe repetirse. Y de ella debemos extraer lecciones en España. Si la decisión del año 2002 del gobierno belga de cerrar las centrales nucleares se hubiera mantenido, hoy el país tendría alternativas energéticas para hacer frente a las necesidades de los ciudadanos. Sin embargo, y debido a la irresponsable revocación de la misma, hoy se encuentra inmerso en la dependencia de unas centrales nucleares peligrosas, para sus ciudadanos, su medio ambiente y también para los países vecinos.

España se encuentra ahora mismo en esa encrucijada: podemos optar por el cierre ordenado de las centrales nucleares, y poner en marcha un Plan de Transición Energética que nos aboque a un escenario basado en las energías renovables. Sin embargo tanto el gobierno del Partido Popular como el oligopolio eléctrico quieren abocarnos a una situación similar a la de Bélgica, optando por el alargamiento de la vida de las centrales nucleares hasta los 60 años. El primer asalto a ese objetivo de alargar la vida de las centrales nucleares se esta jugando con el pretendido alargamiento de la vida de la central nuclear de Garoña.

No queremos seguir sometidos al riesgo nuclear. No queremos ver cómo se reparten pastillas de yodo en nuestro país como medida preventiva ante la eventualidad de un accidente nuclear. Por eso apostamos de manera urgente por el cierre programado progresivo de las nucleares, y su sustitución por energías renovables.

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