Malas hierbas

El lobo merece protección

Hace justo un año miles de personas salimos a la calle en defensa del lobo ibérico. Es un drama que en pleno siglo XXI haya que manifestarse para reclamar la protección de una especie amenazada, pero así estamos. Un año después de aquella manifestación en defensa del lobo ibérico, esta especie emblemática se sigue desangrando, y la necesidad de reclamar su protección es más urgente si cabe. Las fotos de lobos muertos colgados de señales de tráfico nos recuerdan cada cierto tiempo que el lobo sigue expuesto a poderosos y crueles enemigos; pero somos muchos más quienes queremos al lobo vivo.

Al igual que el lince, el oso o el águila imperial, el lobo tiene un papel clave en el ecosistema. La diferencia con las otras especies es que no está protegido. El lobo es el controlador natural de los herbívoros salvajes, y su presencia garantiza la salud de los ecosistemas, y por ello la Unión Europea lo ha declarado especie de interés comunitario. Europa protege al lobo, consciente de su valor, pero el gobierno español está empeñado en acabar con ella. Y es que el lobo tiene poderosos enemigos políticos que quieren acabar con su precaria protección al sur del Duero. Cuando el Gobierno español se interesa por el lobo, lo hace sólo para facilitar su caza. La promoción y defensa desde Europa hacia la protección del lobo y en favor de la coexistencia, contrasta con la gestión cortoplacista de las administraciones públicas españolas.

La ganadería extensiva ha sido históricamente clave en la conservación de los ecosistemas y la sociedad debe valorar sus productos y su trabajo como guardianes de la naturaleza. Durante siglos ha habido una coexistencia entre fauna salvaje y ganadería, que hoy en día, es necesario restablecer. Pastores y ganaderos han desarrollado a lo largo de miles de años técnicas de protección del ganado que les han permitido convivir con el lobo de manera efectiva; la recuperación de ese conocimiento y su aplicación en las zonas en las que el lobo reaparece después de años, es imprescindible.

La situación legal en España es diferente al norte y al sur del Duero. Al norte del Duero el lobo se puede cazar, y las autoridades fomentan auténticas campañas de exterminio sin ningún criterio científico, mientras el negocio de la muerte del lobo se mantiene para diversión de unos pocos y para enriquecimiento, a menudo ilegal, de los tratantes de la muerte de nuestra fauna. El lobo está protegido en Portugal, pero cada vez que los lobos portugueses entran en España se convierten en objetivos y pueden ser acribillados a tiros; incluso en nuestros Parques Nacionales los gestores prestan oídos a intereses privados que piden la muerte de la fauna silvestre. El lobo está protegido al sur del Duero, pero las autoridades favorecen su persecución amparándose en supuestas excepciones.

Esta continua matanza impide que el lobo alcance un estado de conservación favorable (exigido por la normativa europea) en la mayor parte del territorio que se le arrebató, pero también impide el cambio en el mundo rural hacia un modelo más moderno, donde actividades tradicionales y otras nuevas como el turismo de naturaleza contribuyan a la diversidad económica necesaria para traer prosperidad y empleo a las nuevas generaciones. Jóvenes, que desean una verdadera convivencia con la fauna y no quieren perpetuar prácticas insostenibles y enemigas del medio ambiente.

Para muchos el lobo ha dejado ya de ser el malo del cuento, para convertirse en símbolo de nuestra naturaleza más libre y más salvaje, y por eso lo queremos protegido. Reclamamos la declaración del lobo como especie estrictamente protegida por ley en todo el territorio español, y exigimos el fin inmediato de su caza y de los controles letales de su población. De una vez por todas, el lobo merece justicia.

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