Fuego amigo

El pacifismo es absurdo. O sea

Ayer, cuando estaba escribiendo el post sobre el síndrome del capataz, y ante la tardanza del Partido Popular en utilizar el asunto de los militares españoles muertos en Líbano para provecho propio, dejando en manos de los capataces de la derechona la guerra sucia, mi desconfianza congénita me había dictado al oído algo así: "Rajoy todavía no ha culpado de las muertes a Zapatero porque los asesores que le confeccionan los guiones están aún en el limbo del fin de semana. Pero no desesperéis, tienen toda la semana por delante para corregir el tiro".

Pero tras un rato de meditación, me dije: ¿por qué jugar a profeta del desastre, si esa es una profesión que ellos dominan mejor que tú? ¿Quién le impide a Mariano, ahora que huele que apesta a elecciones generales, presentarse como un hombrecito de estado y más centrado que un centro de mesa, y decir solemnemente aquello de "apoyamos sin fisuras al gobierno de España y a nuestras Fuerzas Armadas en su misión humanitaria en Líbano"? ¿A que, en lugar de dar rienda suelta a sus deseos de venganza contra Zapatero por haber retirado de Irak las tropas que había enviado Aznar, sale con un golpe de efecto elegante, sólo por llevarme la contraria, y me jode la profecía?, me dije a mí mismo mismamente. Y lo borré, porque en el fondo soy un profeta cobarde.

Pues no. Apenas habían transcurrido doce horas (doce horas, ¡el tiempo en ese partido se les está haciendo eterno, las horas les parecen meses!) desde aquella ponderada declaración, aunque de Perogrullo, de que el Gobierno debe tomar "las máximas medidas de seguridad para proteger" a las tropas españolas al hecho incontestable de que el gobierno nos está mintiendo, pues los españoles estamos en Líbano en misión de guerra: «Es absurdo ocultarlo para presumir de pacifismo».

De la miseria intelectual que encierra esta declaración ya darán cuenta las urnas el día de mañana (supongo). Pero ahora quiero resaltar, calientes todavía los cadáveres de los soldados españoles, cómo nuevamente las palabras adquieren un sentido moral distinto en ese diccionario particular que está escribiendo la derecha.

En él, el pacifismo, lejos de tener entrada como virtud, como mansedumbre del alma, se define, cuando menos, como un estorbo, si no como un defecto. Cuando se trata de descalificar esa peligrosa tendencia de un presidente del gobierno a la bondad, se le acusa de padecer "buenismo", término inexistente que, lejos de significar lo que el sentido común presupone, adquiere en sus bocas la acepción popular de «es tan bueno que parece tonto». Porque, buscando el antónimo adecuado, los alumnos de Aznar tienen interiorizado que es más virtuoso, más patriota y más inteligente practicar desde el gobierno el "malismo", es decir, ser lo más desagradable posible y llevar la contraria a cuanta más gente mejor, aunque sea invadiendo Irak.

Al igual que la noble palabra «progresista» -amante del progreso- es utilizada como un insulto por estos conservadores que no saben ni conservar el significado real de las palabras. O de la misma manera en que han incluido la voz "diálogo" como sinónimo de venta al mejor postor, de rendición, de cobardía.

¡Progresista, bueno, pacifista, dialogante...! ¿Serán malvados? ¿En qué diccionario aprenderán las palabras estos rojos de mierda?

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