Fuego amigo

Ya es hora de denunciar el Concordato con la Santa Sede

No he de callar, por más que con el dedo,
ya señalando el purgatorio, o ya el infierno,
silencio avisen o amenacen miedo.

Los obispos españoles han oficializado la batalla frontal contra la asignatura de Educación para la Ciudadanía, y llaman a la rebelión universal de padres y escuelas. Su miedo a perder el monopolio secular de la propagación de su particular sentido de la moral les ha llevado a acusar al Gobierno de apropiarse de "un papel de educador moral que no es propio de un estado democrático de derecho". La Iglesia insiste en que está en cuestión un derecho "tan fundamental" como el de la libertad de conciencia y de enseñanza.

Nuevamente pretenden construir un edificio filosófico sobre un argumento falaz, que no es otro que los padres tengan un supuesto derecho sagrado de elegir para sus hijos el modelo de educación que les venga en gana. Pues no. Basta ya. Los padres no tienen el derecho a elegir "cualquier" forma de educación, porque sus hijos no son suyos en propiedad, no son un objeto, como la casa o el coche, a los que pueden pintar y "tunear" a su antojo. Los padres tienen el "deber" de educar a sus vástagos, pero no el "derecho" a enseñarles estupideces, a torturarles psicológicamente con el infierno y su tortura eterna. De la misma manera que los padres pederastas no tienen derecho a abusar de sus hijos, de la misma manera que niego el derecho a los padres de favorecer la ablación del clítoris de sus hijas. Los padres no tienen derecho a elegir que en la escuela se les enseñe a sus hijos que la Tierra es plana, que el universo sólo tiene 6.000 años de edad porque las Sagradas Escrituras avalan semejante necedad, que dos y dos son siete, y que el agua es H2S3. Ni el Estado puede consentir que un padre ignorante impida que sus hijos asistan a la escuela "porque es una pérdida de tiempo".

Lo que los curas reunidos en conferencia pretenden es que se perpetúe la fábrica de creyentes que van a engrosar su industria y contribuir con sus impuestos y diezmos a forrar sus riñones, y no importa que para ello nuestro niños deban aprender pasajes tan edificantes como los que abundan en el Génesis y el resto del libro sagrado, y que hablan de un dios sanguinario que aplica los castigos más caprichosos que la mente más retorcida pueda imaginar por el pecado más banal. O la particular visión de santo Tomás de Aquino sobre la mujer: "La mujer es incompleta y mal dispuesta; la fuerza activa contenida en la semilla masculina tiende a la producción de una semejanza perfecta en el sexo masculino; mientras la producción de la mujer proviene de un defecto en la fuerza activa o de alguna indisposición material, o incluso de una cierta influencia externa."

Este santo varón es, para más señas, ¡el patrón de los estudiantes!, el santo al que deben encomendarse para salir airosos de los exámenes. Vamos, el espejo de la sabiduría. ¿Y qué les podría enseñar Santo Tomás? Pues entre otras cosas que existe un infierno al que van a ir de cabeza como sigan haciéndose pajas. Y se lo contará, como Aznar, sin complejos y de forma retorcida, como buen cristiano que goza con el sufrimiento del enemigo. Y si no, pasen y vean. Esto decía el patrón de los estudiantes en la Summa Theologica: "Para que los Santos puedan disfrutar más abundantemente de su beatitud y de la gracia de Dios, se les permite ver el castigo de los malditos en el infierno", o sea, nuestros hijos. ¡Dios les premiará con el espectáculo de ver cómo arden eternamente, cómo se retuercen de dolor, cómo los diablos arriman ascuas sádicamente para avivar el fuego, mientras ellos están tan calentitos a la derecha de dios padre contemplando el mal ajeno! Como decía Voltaire, y perdonad por tanta cita: "Quienes pueden hacer que creas cosas absurdas pueden hacer que cometas atrocidades". Así nos va por el mundo.

La Conferencia Episcopal Española, la que pretende cortar el paso a la asignatura de Educación para la Ciudadanía porque viene a educar en valores cívicos reales, y no inventados como su religión, se parece en cierto modo a la FAES de Aznar: está formada por un colectivo de sesudos, estudiosos y agudísimos analistas de una sociedad que no existe. Por eso el resultado de sus análisis roza tan a menudo el disparate. Expertos en la naturaleza de la nada, capaces de dedicar toda una carrera universitaria de Teología y toda una vida de estudio a una materia inventada, es decir dios, tampoco les duelen prendas a la hora de analizar una sociedad que sólo existe en su imaginación.

Dios (lo escribo ahora con mayúscula porque, al estar al inicio de la oración, lo exigen las normas gramaticales, que me parecen mucho más dignas de respeto que las de la Iglesia) tiene los mismos visos de existir que el Ratoncito Pérez. Y aunque la simple creencia en uno u otro no parece dañina en principio, en ambos credos subyace el peligro fundamentalista que es el germen de la destrucción del ser humano.

Ya sé que os vienen a la mente en tropel montañas de ejemplos de los millones de personas que a lo largo de la Historia han muerto cruelmente a manos de los que manipulan los designios presuntamente divinos, bajo tortura, asesinato, hogueras de purificación y odio sin fin en nombre de los dioses. ¿Y el Ratoncito Pérez qué pinta aquí? ¡Ah, queridos e ignorantes niños! Imaginaos que por cada diente que se os cae, el sacerdote-papá os promete que por la noche vuestro dios ratoncito os deja un billete de cinco euros. ¿Os imagináis al niño fundamentalista (y amante compulsivo del dinero) arrancándose cada noche un diente hasta llegar a ser rico (el cielo prometido) a costa de quedar desdentado de por vida? ¿Pero es que hay alguna razón para creer en dios y no en el Ratoncito Pérez? ¿Ha atendido dios alguna de vuestras oraciones? ¿Y acaso el Ratoncito Pérez no os deja puntualmente todas las noches un billete de cinco euros? ¿Por qué no hacemos una liga en defensa de los principios morales del Ratoncito Pérez?

"La religión es considerada cierta por la gente normal, falsa por el sabio y útil por los gobernantes", dijo ya Séneca el Joven, contemporáneo de Cristo. Quizá esto explique por qué un gobierno como el socialista, que dice ser laico hasta las cachas, agacha la cabeza ante la amenaza del fundamentalismo cristiano, y sigue manteniendo en vigor el Concordato con el Vaticano, uno de los tratados más indignos de cuantos tenemos firmados con un estado soberano.
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Meditación para hoy, por si era poco: Zaplana sigue malmetiendo con el asunto de la negociación con ETA. Ayer mismo volvió a exigir que el gobierno dé explicaciones sobre lo que publican el diario Gara y el diario El Mundo (¡qué Santa Alianza!, ¡cómo recuerda la famosa pinza entre Julio Anguita y Aznar!) sobre la continuación de las negociaciones. Y todo ello el mismo día en que aparece un coche de ETA cargado con 105 kilos de explosivos, presuntamente destinados a los comandos operativos desperdigados por el sur de España. ¿Quizá Acebes esté pensando que Zaplana es un "miserable"?

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