Fuego amigo

¿Qué hago ahora con el gordo?

Todos los años la misma cantinela. Cuando esto os escribo, faltan unas horas para hacerme multimillonario en la lotería de Navidad. Hasta ahora, en las navidades anteriores, el problema de qué hacer con los millones del gordo iba capeándolo con cierta dignidad. Que si una parte para mi hijo, otra para mis sobrinos, para mis hermanos, para mis cuñados, un viajecito a las Bahamas desde donde escribiría a mi mujer unas postales preciosas para jurarle que la echaba mucho de menos... Vamos, lo normal.

Pero este año todo es distinto. En primer lugar, con tres millones de parados a mi alrededor no sé si tendré el cuajo moral suficiente para gastarme el gordo en unos kilos de caviar imperial beluga triple cero y unas cajas de champán Bollinger R.D., lo justo para los desayunos del año de crisis 2009.

En segundo lugar, me encuentro con un problema distinto al de los anteriores años en que, por fortuna, no me tocó la lotería: no voy a saber qué hacer con tanto dinero. Como nunca había sido rico hasta ahora, tampoco conocía la dimensión de la angustia de los ricos cuando tienen un problema de inversión tan apremiante. Porque una vez he quedado bien con la familia, ¿dónde meto el dinero sobrante? La solución de mi mujer no me sirve, porque ella siempre sueña a baja altura, con dinero apenas para los gastos de la jubilación. Es cutre hasta para soñar. Pero lo mío es tremendo, porque cuando sueño, las cantidades de dinero que fluyen por mis neuronas son de escándalo.

Los fondos de inversión tipo Madoff están prohibidos. Antes que meterlo en la banca insolidaria me suicido con un atracón de caviar. Guardarlo debajo del colchón será un sinvivir, por si me lo roban.

Diréis que soy un quejica. ¡¡¿Pero tenía que tocarme la lotería ahora, precisamente el peor año de todos?!!
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Meditación para hoy:

Para los que no hayáis tenido mi fortuna os aconsejo seriamente que no veáis los telediarios de hoy ni oigáis las radios. Esa explosión de alegría, esa hiriente felicidad enloquecida de los afortunados es fatal para la tensión arterial de los pobres. La visión de los nuevos ricos, cava en mano, los muy horteras pensando que eso es el champán, brindando por vuestra infelicidad, puede ser uno de los espectáculos más deprimentes de estas fiestas. Creo que fue por estas fiestas, tras ver por televisión a tanto celebrante agarrado a una botella, cuando Julio César, medio siglo antes de Cristo, dijo su famosa frase: "Beati Hispani quibus bibere vivere est" (afortunados los españoles para los que beber es vivir).

Y si os toca, pues mala suerte. Bienvenidos al club de los ricos que también lloran.

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