Fuego amigo

Carta desde el Vaticano

Estimado hermano en el Señor Antonio María Rouco Varela. Deberías saber que nuestro servicio de propaganda del Vaticano no es inmune a la crisis publicitaria que afecta a todas las empresas de comunicación del mundo.

Desde que me hice cargo de la presidencia de la nuestra, he perdido la mitad de seguidores en mis audiencias semanales. Reconozco que no tengo el carisma de mi predecesor ni su atractivo personal. Pero no todo es culpa mía. Sabes muy bien que tu misa mitin de la plaza de Colón fue un fiasco, y que asistió a ella la mitad de los fieles del año pasado.

Nuestro futuro marca el mismo paso que la economía global. Te recuerdo que según un estudio de la Sociedad Bíblica británica, en el año 2050 habremos perdido un 90% de asistentes a misa en el Reino Unido.

Definitivamente, los curas estamos en peligro de extinción: las vocaciones sacerdotales han descendido en España más de un 30% desde el año 1990, y nos hemos visto obligados a convertir en hoteles alguno de los viejos seminarios.

Aprovecho para comunicarte que he tenido una revelación en la que el Crucificado me reprochaba todo el poder y las riquezas acumuladas por la Iglesia a lo largo de los siglos. Me paseó por las estancias del Vaticano, rascó con desprecio en el pan de oro que cubre sus retablos, y me afeó la acumulación de todas y cada una de las estatuas, frescos, cuadros, joyas y palacios que hemos atesorado durante casi 2.000 años, amén de las sumas de dinero que escondemos en los paraísos fiscales.

Me recordó con rostro severo que tiene una orden permanente, todavía pendiente de ser cumplida, a los ricos de este mundo, como dejó escrito en el Evangelio de Marcos: "Ve, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme".

Me comunicó que a este final de año le ha concedido un segundo más para que lo administremos en un examen profundo de conciencia: es nuestra última oportunidad para tener un lugar a su lado en el Paraíso de verdad, y no en el fiscal. Un segundo para invertirlo en réditos para toda una eternidad.

Así que esta carta, que dirijo a todos los príncipes de la Iglesia como tú, es para pedirte que te deshagas cuanto antes de los bienes terrenales y volvamos urgentemente al estado de pobreza, tal como Él nos demanda. El tiempo se acaba. Tienes un segundo de propina para sanear tu alma.

Tuyo afectísimo, Benedicto XVI, Vicediós en la Tierra.

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