Fuego amigo

El cazador cazado, o la carcajada nacional

Era una declaración tan disparatada que Rita Barberá, la alcaldesa de Valencia, tuvo la ocurrencia de solicitar a todo el Comité Ejecutivo del partido que se unieran a su líder menguante para salir juntos en la foto, porque era bueno para la causa que el calibre de la estupidez que estaba a punto de cometer reuniese el consenso de todos.

Es una foto tétrica. Tiene todo el aspecto de foto histórica, poblada de rostros de aspecto patibulario, porque histórico es el momento que el Partido Popular está viviendo, agonizando quizá. El día anterior, el líder agónico había anunciado que no formaría parte de ningún consenso entre las formaciones políticas para salvar al país de la crisis, como le había pedido Zapatero. "Con nosotros no cuente", sentenció. Una vez más muestra su verdadero rostro de patriota. Nuestra felicidad, recordad, como en el caso de una posible derrota de ETA, sería su desgracia.

En su escalada de gestos peligrosos, en ese intento inútil de tapar el escándalo de espías y el aroma a corrupción que expele su partido cloaca, ponían cara de foto lúgrube para informar que desde ahora se constituyen en un partido anti sistema, para anunciar su ruptura con el Estado democrático. Y venía caliente Mariano porque, como en las peores pesadillas, había oído voces. Y qué voces. Minutos antes, Ana Botella se le había quejado de que observaba poco entusiasmo en su partido por defender la etapa de su insufrible marido, y más ahora que le han despedido como asesor (?) del fondo británico de capital riesgo Centaurus. Un sueldo menos en casa, con lo cara que se está poniendo la crisis.

La pieza a cobrar ahora, ante las dificultades de demostrar su inocencia, es el propio juez Garzón que instruye el caso de las corruptelas, y de rebote, el ministro de Justicia Fernández Bermejo. ¿El motivo? La escopeta nacional. "El acto obsceno", según Rajoy, de coincidir en una cacería, en ese escenario de tantos recuerdos franquistas que, como decía el homo antecessor Fraga, "parecía que querían cazar otra cosa".

Lo tremendo de todo esto es que ese grupo de la foto, con rostro de funeral, gente que gobierna comunidades y alcaldías, gente que ha pertenecido al gobierno de la nación, a la que se supone goza de todas sus facultades mentales intactas (escasas, pero todas las que pueden reunir, bien es cierto) se despliega ante los medios de comunicación para hacernos una pregunta que se estudiará el día de mañana en los libros de bachillerato: "si un juez que está instruyendo un sumario puede irse de cacería con el ministro de Justicia".

¿Han perdido el sentido del ridículo o es que se ha levantado la veda de las preguntas tontas? A ver, ¿puede un médico anestesista ir de cacería con el ministro de Sanidad? ¿Sería obsceno que un arquitecto fuese de cacería con la ministra de Fomento? Y si no, ¿puede ir al cine, a un concierto o al teatro? Si un catedrático de latín se encuentra por la calle con la ministra de Educación, ¿debería cambiarse de acera? ¿Pueden los profesores de religión ir a misa o se consideraría un contubernio divino?

Toda una foto solemne para retratar un disparate descomunal. Alguien debería decirles que esa foto, como la de las Azores, es ya un tema de cachondeo nacional, como la escopeta de Garzón y de Bermejo, que recorre los medios de comunicación como un latigazo vergonzante. De la escopeta nacional a la carcajada nacional. Una escenificación penosa para utilizar un pretexto que roza el esperpento, para intentar distraernos a todos del problema de descontrol, envidias, zancadillas y corrupción que atenaza al Partido Popular.

Y como buen partido anti sistema, a partir de ahora ya vale todo para impedir que se levante la tapa de la cloaca de Génova 13. Si en la Comunidad de Madrid van a ser investigados, dilatan la comisión de investigación sine die. Si un juez empieza a tirar de la manta, se le recusa. Todo vale para su decidido propósito de demostrar su inocencia ejemplar.
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Meditación para hoy:

De cacerías Fraga tiene recuerdos agridulces, porque casi le cuesta su carrera política. Esta derecha, cuando ve a una pandilla de gente con perros, vestida de caqui como un carnaval de soldaditos de sombrero emplumado, escopeta al hombro, inmediatamente, como en el reflejo condicionado de Pávlov, piensa que allí se está cociendo un negocio multimillonario, como bien ridiculizó Berlanga.

Un primerizo Fraga fue quien le pegó un perdigonazo en el culo a la hija del dictador, y aunque el homo antecessor pretende dulcificar el incidente en sus memorias, hay testigos que aseguran que Franco lo fulminó con la mirada y dijo en alto: "Quien no sepa cazar, que no venga". A punto estuvo Fraga de hacer su mejor contribución a la Historia con mayúsculas, pero el inoportuno culo de la marquesa de Villaverde se interpuso en la trayectoria del perdigonazo que Fraga le enviaba certeramente al cuerpo breve del generalísimo.

Con los años se dedicó a matar urogallos, especie protegida, especialmente indefensos cuando se encuentran ensimismados en su parada nupcial.

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