Fuego amigo

Cuidado con las sectas peligrosas

Benedicto XVI, como sucesor que es de Pedro, el Pescador de hombres, se ha ido a África a pescar adeptos, ya que los caladeros del primer mundo están sobreexplotados y en recesión. Cuanto más avanzada es la civilización, ya se sabe, menor es el peso de las religiones. A más cultura, menos dios, y África y América Latina son el perfecto refugio de los dioses.

Como contrapartida, las órdenes religiosas han ganado color, con fieles del tercer mundo donde la religión es una salida razonable para escapar de la miseria. Pervive la vieja tradición de nuestra nobleza precavida que repartía los huevos del poder en distintas cestas: un hijo para la carrera militar, y otro, para la eclesiástica, por si acaso.

Benedicto XVI ha ido a pescar con el anzuelo de su obsesión, el sexo, disfrazado de carnaza contra el SIDA. Su prédica criminal contra el preservativo en un continente en que el SIDA ya ha alcanzado el grado de pandemia, monserga pseudo científica que abusa de la baja percepción del peligro por parte de una población inculta, no es tan sólo una obsesión producto de un desarreglo de su espíritu, que tendría tratamiento, sino la obsesión por controlar una fuente de placer en la que está implicada la formación de la familia. Predicar la abstención sexual a quienes apenas han comido y cuyo horizonte de vida es qué comerán mañana, aunque parezca un sarcasmo o una tortura, es para él la más refinada manera de defender la familia, el núcleo fundamental desde el que se controla su industria perversa.

Decía el teólogo Hans Küng en Le Monde el otro día que la Iglesia de Ratzinger "corre el riesgo de convertirse en una secta". No es que Küng haya olvidado que el cristianismo católico ya es una secta judaica; se refiere, sin duda, a que lleva camino de ingresar en el panel de las sectas peligrosas. Algo, por otra parte, evidente para muchos de nosotros.

Más Noticias