Fuego amigo

Las abejas cojoneras

Una vez, cerca de Riaza (Segovia), a la orilla de un regato, una pandilla, que no llegaba a enjambre, de diez o doce abejas excitadas la tomó conmigo, quizá para vengarse de que el camión con los panales que las apacentaba se hubiera largado y las hubiera abandonado en tierra. Allí supe por primera vez que la abejas se apacientan, que el apicultor las va soltando por campos de romero, de lavanda, de espliego, de poleo, según el lugar y el tiempo de floración, para elaborar luego mieles monoflorales. Y también supe entonces que casi siempre se pierde alguna que luego queda vagando de muy mal humor como lobo solitario.

Este pasaje de mi vida, que pudo costarme un choc anafiláctico, me vino a la memoria el otro día cuando leí que, al término de una de las numerosas manifestaciones del PP, varios manifestantes en retirada, nacionalmente excitados, casi muelen a palos a un viandante por la imperdonable provocación de llevar bajo el brazo el diario El País. Me los imaginaba como abejas desorientadas, con el aguijón enhiesto, en un estado de enajenamiento casi místico después de escuchar el sermón de la montaña en la versión subtitulada, bonita, hermosa y cívica de Mariano Rajoy, dispuestos a entregar al Señor el alma de cuanto rojo hallasen en su camino de salvación.

Teniendo en cuenta que Gabriel García Márquez es un defensor a ultranza de Fidel Castro, el dictador que mantiene presos a 65 disidentes en Cuba por supuestos delitos de opinión, y considerando también que Mario Vargas Llosa le come los mocos a la presidenta de Madrid, Esperanza Aguirre, la reina de los neocons, el terror de la sanidad y la enseñanza públicas, ¿no creéis que la lectura, en vez de una vacuna contra el fascismo, empieza a ser una actividad de riesgo si tienes la mala suerte de cruzarte con alguna de las patrióticas abejas llevando un libro bajo el brazo?
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Otra meditación para hoy: Jaime Ignacio del Burgo, del Grupo Popular, aunque militante del partido "hermano" Unión del Pueblo Navarro, la sucursal del PP en Navarra, no sabe medir sus palabras, como tampoco sabe medir sus actos. Además de ser uno de los miembros más activos del grupo de los "pujaltitos", los diputados capitaneados por Martínez Pujalte sobre los que descansa la coreografía de risas, insultos, cortes de manga y pataleos cuando hablan sus contrincantes parlamentarios, se distinguió sobre todo por ser un firme defensor de la teoría de la conspiración del 11-M. Reportero aficionado del diario El Mundo, realizó para este periódico una entrevista con el presunto terrorista Rafá Zouhier, al que le pasó un cuestionario escrito en la cárcel, que intentó, a su vez, infructuosamente, colar en la causa del macro juicio. Ahora, su intemperancia verbal le ha llevado a confesar que la foto de Aznar en las Azores fue un error. ¿Un error? Para error el de Jaime Ignacio del Burgo, según se ha apresurado a puntualizar Ángel Jesús Acebes Paniagua: que lo hubiera pensado antes, porque en su momento votó a favor de la guerra de Irak, vino a decir visiblemente alterado el secretario general del PP. Y además "no es de nuestro partido". Jodido está el chico, están a punto de echarlo de la familia por bocazas. Malos tiempos para este pujaltito, tiempos que para su desgracia coinciden con las palabras de Rajoy a un diario de Girona que, en un nuevo intento de reinventar la Historia, aseguró que nadie de su partido dijo nunca jamás de ninguna de las maneras bajo ningún concepto ni de coña marinera ni en sueños (¡uf!) que ETA estuviera detrás de los atentados del 11-M. Hay que incendiar las hemerotecas y las videotecas por orden de Rajoy para hacer desaparecer las huellas de su propia ignominia, de los famosos desiertos y montañas lejanas de Aznar, de todas las insinuaciones que a diario intentaron desautorizar la legitimidad del gobierno de Zapatero y del sumario del 11-M. ¡País!

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