Fuego amigo

La sombra alargada del hombrecillo insufrible

No somos pocos los que tenemos la impresión de que en el juicio por la tragedia del Yak-42 falta alguien, como testigo o como imputado. Las familias de los afectados se preguntan por qué sólo se sientan en el banquillo los militares que pudieron haber hecho una "identificación errónea" de los cadáveres. No están ni Aznar, presidente del gobierno por entonces, ni Trillo, ministro de Defensa de aquel desgobierno, a pesar de que la acusación particular ha expresado insistentemente que tales ausencias son un sinsentido.

Los militares al mando de Trillo resultan ser los peones perfectos. Es casi, salvando las distancias, como echar la culpa a un muerto o a un menor, porque la defensa de un militar en acto de servicio, que se supone ha de obedecer ciegamente las órdenes de un superior, es mucho más sencilla que la de un ministro o presidente de gobierno.

Pero utilicen o no las más ingeniosas triquiñuelas al servicio de la "ingeniería jurídica", el caso es que no podemos olvidar que en Turquía murieron 62 militares en un avión cochambroso, sobre cuya capacidad operativa de vuelo pesan razonadas dudas. Y sin embargo Federico Trillo, que hace días se atrevía a exigir (y obtener) el cese de Bermejo por coincidir éste en una cacería con Garzón, jamás aceptó sus responsabilidades políticas, con 62 muertos por medio.

El sentido común se pregunta por qué el tribunal no acepta que Trillo y José María Aznar acudan a declarar. Y el sentido común, que en el fondo es un cachondo, se contesta a sí mismo que el presidente del Tribunal es el juez Bermúdez, el mismo que ha presentado su candidatura para presidir la Audiencia Nacional, y que su aprobación está pendiente de examen por parte de sus compañeros conservadores de la judicatura. Ya sabéis aquello de que "el que se mueva no sale en la foto".

El caso de Bermúdez es digno de ser estudiado con un poco de detenimiento. Su historial de juez conservador sirvió para que la derecha perdedora de las elecciones de 2004 depositara en él todas sus esperanzas de venganza, creyendo que daría cobertura legal a la teoría de la conspiración y de los santos bóricos del último día. Pero Bermúdez ya dio muestras entonces de que es un juez que sabe nadar y guardar la toga. Antes de poner en peligro su carrera, acoplando peligrosamente su paso al de la camarilla de conspiranoicos, optó por un trabajo profesional, para desesperación de la extrema derecha mediática que diariamente le dictaba el recto proceder.

Pero ahora toca ser bueno. No se admite a Trillo ni al insufrible como animales de compañía porque "lo solicitan las acusaciones y no las defensas". No me digáis nada, no vaya a ser que se despierte el sentido común, con lo que me costó meterlo en la cama y dejarlo dormidito. Seguro que es un matiz jurídico divino de la muerte, que a mí se me escapa, pero que Trillo y Aznar habrán sabido valorar en lo que vale.

Para lo pequeñito que es, ¿no os parece que la sombra del hombrecillo insufrible es demasiado alargada?

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