Fuego amigo

A la banca le hizo la boca un cura

Cada día me da más miedo abrir mi buzón de correos. Tengo la desagradable sensación de que se ha convertido en el vertedero de la publicidad, la de la más cutre, pues los anunciantes con posibles entran sin permiso directamente en mi casa a través de la televisión. Hay tanto ruido de información en mi buzón que me cuesta discernir el grano de la paja. Cuando recojo toda esa papelería que atasca el buzón, me veo obligado a descartar todo tipo de ofertas de mercadería en diversos formatos y colores, como jubilado que rebusca en la basura persiguiendo una sorpresa.

Pero entre tanto papel nunca está esa carta que espero, quizá porque jamás sabré en qué consiste esa carta que tanto aguardo desde hace años.

Sólo me escriben los del banco, los de Hacienda, los de las multas de Tráfico, los del Ayuntamiento. Cuando recibo una carta formal ya sé que me ha costado dinero. En la era del correo electrónico, una carta en el buzón convencional es siempre una mala noticia, como antaño lo eran los telegramas. Cuando llegaba el cartero con uno de ellos a casa, mis padres ya sabían que tenían que planchar corriendo la ropa de luto. Pobre tío Ramón, con lo joven que era todavía.

Por costumbre, las comunicaciones bancarias sólo dan cuenta del estado miserable en que se encuentra mi cuenta corriente. Así que siempre las leo de manera transversal. Menos ayer. En una de ellas me comunicaban una subida de un 50% en la comisión por utilizar la tarjeta de crédito fuera de la Zona Euro, un 33% por la retirada de dinero en cajeros de otra red distinta a la de mi banco, ¡y un 200% en la comisión por traspaso a cuenta personal! Pero antes me decían aquello que ya ni mi madre, que en paz descanse, podrá repetir: Estimado cliente...

A lo lejos, en el televisor del salón, se oía la vocecita de Fernández Ordóñez describiendo el delicado estado en que se encuentra la banca española. Y como soy un sentimental, sentí que se me humedecían los ojos y que me embargaba un gilipollas sentimiento patrio por estar colaborando voluntariamente a la salud del sistema. Porque más que un banco, mi estimado banco es más bien una ONG.

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