Fuego amigo

La democracia es como la tortilla

Grandes pensadores como el griego Platón, o el romano Cicerón tres siglos después, o el español Julio Anguita, ya en el siglo XXI, han tenido serias dudas sobre el valor de la democracia como expresión de la voluntad del pueblo. Los dos primeros creían firmemente en la aristocracia, el gobierno de los más sabios, los mejor preparados, los más inteligentes, y no dejar al capricho de los ciudadanos incultos la elección de los gobernantes.

En principio no habría nada que objetar al argumento de que lo ideal sería que nos gobernaran siempre los mejor preparados, pero el conflicto surge cuando se trata de decidir quién es el más sabio y mejor preparado para la faena de la res pública. De ahí el empeño de las dictaduras por presentar como sabio a un general necio, como un generalísimo, un muchísimo general, una barbaridad de general, algo así como lo más general que se puede ser, una vez elevada su pequeña estatura tan sólo con calzas en los zapatos, como Aznar o Sarkozy.

El tercer pensador, Julio Anguita, ex coordinador general de IU, contemporáneo nuestro, filosofaba también el otro día, en unas declaraciones a un periódico, sobre la calidad de la democracia: "Los electores también se equivocan", decía, y además, el voto de IU "siempre ha sido de élite de movimiento obrero, de intelectuales, de profesionales, de cierta clase media". Recogía así la ya conocida teoría del viejo profesor, Enrique Tierno Galván, para quien la democracia perfecta sería aquella en la que los votos de los mejor preparados valieran el doble o el triple que los del pueblo llano.

El filósofo místico Monse Cañizares, todo un experto en democracias varias, avisaba también desde su púlpito que "una democracia sin principios se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto". Y ya sabéis a qué principios se refiere mi Monse, y, lo que es peor, a qué totalitarismos.

Es decir, todos parecen coincidir en que la democracia es como la tortilla, con los problemas que ello comporta: a unos les gusta con cebolla, a otros sin ella, a otros con pimientos, a otros con chorizo. Y sobre todo, sobre todo, su calidad dependerá siempre de los huevos que le eches.

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