Fuego amigo

Ladrillos de oro y pisos de azafrán

Los informáticos tienen como principio sagrado la máxima de que "si funciona, no lo toques". Pero sólo si funciona. Y entre nuestros políticos hay un consenso generalizado de que el procesador de nuestra economía no funciona, que es un modelo tan anticuado que no puede hacer frente a los retos del futuro. En otras palabras, necesitamos un cambio de modelo de producción.

Y siempre que se busca un culpable de la crisis aparece en primera fila el procesador averiado: el ladrillo, el principal elemento distorsionador del sistema operativo de nuestra economía, cueva de contratos basura, pozo sin fondo de la inversión, y sumamente sensible al menor viento de crisis. El ladrillo nos hizo creer en el "milagro español" del crecimiento de estos últimos años, extendió la especie de que el crédito hipotecario era un maná inagotable, y el ladrillo se revela ahora como el mayor destructor de empleo. Resultó ser un bumerán que nos ha dado en plena cara.

En la última década los constructores de fortuna coparon la prensa del corazón. Eran los nuevos Midas. Gente de dudoso pedigrí a la que todo el mundo le reía las gracias por su capacidad extraordinaria para corromper ayuntamientos en pleno y seducir jovencitas del famoseo de televisión.

Y es que algo fascinante debe de tener la construcción. En tiempos de Mahoma, cuando alguien preguntó al Profeta acerca de los edificios del Paraíso, respondió: "Ladrillos de oro y plata, mezcla de almizcle, perlas y zafiros, y pisos de azafrán; quien ingrese tendrá felicidad eterna y no conocerá la miseria". Hasta Mahoma prometía a sus fieles las virtudes de invertir en el ladrillo para escapar de la miseria y alcanzar el Paraíso. Como los del PP, que siguen apostando por él con más desgravaciones fiscales.

Pero Zapatero, que es ateo y no se fía ni de los pisos hechos con azafrán, avisa ahora que "cada euro que se invierte en banda ancha aporta once veces más que un euro invertido en el ladrillo". Aunque sea de oro. No sé de dónde saca los datos, pero debe de tener razón... cuando Mariano Rajoy piensa lo contrario.
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Primera meditación para hoy:

En la mal llamada píldora del "día después" podemos seguir el rastro de hasta dónde las convicciones morales pueden ser moldeadas por los intereses económicos. Entre los colegios farmacéuticos de España hay división de opiniones, dependiendo de la ideología dominante de sus miembros. Por regla general, la mayoría acepta la medida sin rechistar, porque ve en ello una oportunidad de negocio. Alguno se resiste con la boquita pequeña, como el de Castilla y León, para quien la píldora no se debe vender como si se tratara de una aspirina.

Pero algún ilustre colegio hay que considera su venta libre a las adolescentes de dieciséis años como "un ataque a la familia". Y vosotros os preguntaréis, ¿a la familia de quién? Y más aún, ¿por qué ese súbito interés de algunos médicos y farmacéuticos por la familia de los demás? ¿Es que aparte de procurar medicamentos para la salud de los ciudadanos también se ocupan de la salud de nuestras almas? ¡Mira que son modernos!

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Segunda meditación para hoy:

Jaime Mayor Oreja, el candidato del PP a las elecciones europeas, aseguraba ayer: "Yo nunca dije que el franquismo fuera una etapa de placidez". Os dejo el enlace a la entrevista del 14-10-2007 concedida a la Voz de Galicia. Jodidas hemerotecas...

-Pregunta: Entonces, dejando al margen la Ley de la Memoria Histórica, ¿no considera pertinente condenar el franquismo?

-Respuesta: No, por muchas razones. ¿Por qué voy a tener que condenar yo el franquismo si hubo muchas familias que lo vivieron con naturalidad y normalidad? En mi tierra vasca hubo unos mitos infinitos. Fue mucho peor la guerra que el franquismo. Algunos dicen que las persecuciones en los pueblos vascos fueron terribles, pero no debieron serlo tanto cuando todos los guardias civiles gallegos pedían ir al País Vasco. Era una situación de extraordinaria placidez. Dejemos las disquisiciones sobre el franquismo a los historiadores.

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