Fuego amigo

Trillo sigue rezando y sin dimitir

Se me encoge el corazón cuando me pongo en la piel de gente como Federico Trillo. Le he visto ayer, con la cara desencajada por el dolor, lamentando la sentencia de tres años de cárcel para el general Navarro, y de uno y medio para un comandante y un capitán, todos ellos a sus órdenes cuando los sucesos del Yak-42. Tanto parecía ser su dolor, que en su comparecencia ante la prensa no admitió preguntas. Quizás tenía un nudo en la garganta.

(Viene a ser ya costumbre en el PP. Ayer todo el mundo buscaba a Rajoy para hacerle una par de preguntas, a él y al resto de su camarilla, sobre el estado de corrupción de su partido, el Partido Putrefacto, con imputados que salían y entraban de los juzgados como si fuesen ya su residencia habitual. Pero nadie quiso responder).

Las que no pudieron entrar en sala alguna para escuchar la sentencia fueron las familias de los muertos del Yak-42. Seguramente el juez trataba de evitar que se desatara la ira de las víctimas contra los militares delincuentes. Porque para gente como el juez Bermúdez, la puesta en escena de la administración de justicia tiene tanto valor como la justicia misma. Es de esos jueces que piensan que bastante tienen los pobres patriotas con ser condenados a la cárcel por apenas un malentendido, como para añadir la condena de obligar al reo a mirar de frente a las viudas y padres de los fallecidos, contemplar sus lágrimas, sus miradas inquisidoras, y escuchar esos murmullos que les van recordando su bajeza y cobardía.

Pero ellos son militares curtidos en mil batallas, y perder la guerra entra en su sueldo. Es Trillo quien me preocupa, porque a él le hubiera gustado declarar ante el juez, al alba y con un tiempo duro, con viento de Levante. Pero no le han dejado. Estas son las injusticias que me encogen el corazón.

-----------------------------------------------------------------------------------

Meditación para hoy:

La ministra de Defensa, Carme Chacón, que es todo un caballero, recordaba por la tarde desde el Congreso, señalando el hemiciclo, que "los verdaderos responsables están ahí sentados". Miembros del último gobierno de Aznar, sentados, soldados a sus asientos de diputados, sin la menor intención de dimitir, refugiados en su covacha, a la espera de que escampe en la intemperie de la vida política.

Como ocurre en el parlamento madrileño, otra covacha refugio de tres diputados imputados (o sea, del Partido Putrefacto), en libertad bajo fianzas millonarias. Han sido suspendidos de militancia por su posible implicación en la trama de corrupción Gürtel, pero permanecen en sus puestos para que Esperanza Aguirre conserve la mayoría parlamentaria. Ellos permanecen hieráticos, como trajeadas máquinas de votar, sin que nadie les dirija la palabra, como apestados que son. Madrid se gobierna así con la ayuda de tres presuntos delincuentes que, como Trillo, ensucian con su sola presencia la democracia misma sobre la que sientan sus posaderas.

Más Noticias