Fuego amigo

Roma está construida sobre el infierno

"Si hay un infierno, Roma está construida sobre él". Esa era la impresión de Lutero, cuando siendo sacerdote viajó a la capital de la cristiandad en piadosa peregrinación. Allí contempló el más magnífico prostíbulo de sus tiempos, con una corte de barraganas que servían desnudas las bacanales del Colegio Cardenalicio, cardenales que competían entre sí por la belleza de sus efebos y putas de lujo.

La Iglesia siguió debatiéndose a lo largo de la Historia entre el cielo y el infierno, con una parte de ella dejándose la vida y la salud en defensa de los oprimidos, mientras la otra levantaba los infiernos allí por donde pasaba. Dejando a un lado la historia criminal de los papas, asesinos múltiples, ladrones, pederastas, defensores de las peores dictaduras nazis y fascistas, sus infiernos favoritos y recurrentes han sido los internados y los confesionarios, donde sacerdotes y monjas a menudo tratan de aliviar sus urgencias sexuales.

En los confesionarios practicaron uno de sus abusos favoritos, la "Solicitatio ad turpia", en la que el sacerdote con calenturas pedía favores sexuales a sus penitentes. Los casos de abusos han arruinado a las iglesias norteamericanas, y ahora sabemos que en la católica Irlanda la agresión sexual en los internados católicos era una práctica continuada.

El Vaticano conocía ese infierno. Por ello en 1962 dio instrucciones a sus obispos para que ocultasen los casos de abuso sexual cometidos por sus miembros, como publicó el diario británico The Observer, orden en la que se exigía un "estricto" secreto y amenazaba con la excomunión a quien destapase los escándalos. El infierno lo reservan para los niños, y el cielo, para los violadores.

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