Fuego amigo

Sí, pero

El estatuto de autonomía de Andalucía se ha aprobado con un rotundo sí pero. Un sí rotundo por parte del 87% de los votantes, y un pero por el 64% de abstención. En Andalucía prefieren ver la botella medio llena, y hablan de una participación del 36% para consolarse.

Desde su aprobación en referéndum, el estatuto de Cataluña parece que va a convertirse en el referente, para bien o para mal, de todos cuantos vengan de ahora en adelante. En el caso de ayer, el andaluz alcanzó un porcentaje mayor de síes que el catalán (un 87 contra un 73%) pero con una mayor abstención, un 13% menos de votantes. Y al igual que en el caso catalán, aquí también los nacionalistas hicieron campaña en contra por considerar que se había aprobado un estatuto de mínimos que confería a la comunidad autónoma una autonomía de segunda clase.

Los partidos del sí, PP, Psoe e IU, habían colocado el listón de su felicidad en torno a una participación del 50%, quizá confundiendo los deseos con el análisis político. En un país como el nuestro acostumbrado a las emociones fuertes, un referéndum debe tener un ingrediente de morbo añadido para que la población se sienta motivada. Así, el de mayor participación de nuestra historia reciente, el de la Ley para la Reforma Política de 1976, todavía templadito el cadáver del franquito, animó a un 78% de los votantes a acudir a las urnas, con un abrumador 94,5% de síes, para tapizar la losa del dictador con millones de papeletas, y así quitarle definitivamente las ganas de otro levantamiento, éste de sepultura.

El siguiente récord lo ostenta el referéndum de la Constitución, en diciembre de 1978, que fue aprobado por el 88,5% de los votantes, con una participación del 67%, y casi un 8% de noes, entre los que se encontraban las papeletas negativas de muchos de los miembros destacados de la hoy desleal oposición que tan súbito amor muestran ahora por la Carta Magna. Eran dos referendos con morbo, un ajuste de cuentas colectivo con nuestro pasado y los ominosos años de dictadura, los que animaron a tan alta participación ciudadana.

A partir de ahí, todas las consultas bajan del 60% de participación, con un récord que casi rozó el ridículo: el estatuto de Galicia del año 1980, que apenas animó a votar al 28,3% de los gallegos con derecho a voto, lo que para muchos analistas supuso una demostración de que el nacionalismo gallego era más literario (Rosalía, Castelao) y folclórico que un sentimiento con los ingredientes de los nacionalismos de las otras comunidades españolas consideradas históricas, con lengua propia. Ello, por cierto, no fue óbice para que el PP se sintiera cómodo con Fraga ocupando la presidencia durante 15 años, si bien años después la baja participación fue uno de los argumentos favoritos utilizados por los populares para su campaña de desligitimación del estatuto catalán.

A tenor de lo visto ayer, con toda la maquinaria de los tres partidos mayoritarios a presión, creo que vamos a tener que acostumbrarnos de ahora en adelante a referendos votados generosamente a favor, pero con escasa movilización. Ya sé que los sociólogos interpretan que cuando los resultados son demasiado previsibles la desmotivación es mayor, pero creo que eso no lo explica todo.

Me queda la duda de si la revisión general estatutaria de Zapatero no atendía más a las necesidades de los políticos, de ciertos políticos, que a las preocupaciones de los ciudadanos, como ya apuntó más de un barón de su partido. Pero de lo que sí estoy seguro es de que, una vez echado el pulso por parte de Maragall, en lo que pudo ser una de las mayores escisiones en el socialismo español, abierto el melón, como suele decirse en la jerga política, ya no se podía cerrar, porque las demás comunidades exigían su rodaja correspondiente, cuanto más jugosa, mejor.

Así que a comer, aunque sea sin ganas, despacio, para hacer bien la digestión. Y cuidado con las pipas...
-----------------------------------------------------------------------------------------
Meditación para hoy: Ignacio Astarloa, secretario de Libertades Públicas del PP... vuelvo a repetir por si no lo habéis pillado, de Libertades Públicas, seguía exigiendo ayer a Zapatero que impida a Batasuna concurrir a las próxima elecciones, bajo ningún nombre. Este adalid de las libertades públicas sabe tan bien como yo y vosotros que Zapatero no puede impedir ni dejar de impedir que concurra nadie a las elecciones, pues sólo los jueces están facultados para ello ¡a no ser que le estén exigiendo que se inmiscuya en donde no debe ni puede! Ante esto sólo caben estas reflexiones: o bien Astarloa lo sabe, pero insiste cínicamente sobre ello para que entre sus votantes quede el poso de que la culpa, cómo no, es de Zapatero, o bien considera esta invasión de un gobierno en las funciones judiciales como algo natural, como marca de la casa, como procedimiento ya utilizado por ellos cuando gobernaban sin pudor y "sin vergüenza" como gustaba decir su líder insufrible.

Más Noticias