Fuego amigo

Festejando el día de la liberación

Llevaban décadas esperando el día de la liberación. Las calles de Euskadi habían amanecido engalanadas de guirnaldas de flores, y las tanquetas y los camiones militares, abarrotados de ciudadanos que portaban ikurriñas de plástico, trituraban a su paso la alfombra de pétalos de rosas que cubría las calzadas.

Una muchedumbre de espectadores lloraba de alegría al paso alegre de la paz. Los valerosos gudaris, al fin liberados del pasamontañas con que habían ocultado su identidad de la chusma democrática, ayudaban a los ertzainas a contener los excesos de entusiasmo patriótico de la población, a punto de desbordarse. Un gudari se vio en la necesidad (él no quería) de descerrajarle un par de tiros a un anciano que no había acatado u oído su orden de no sobrepasar la línea. La gente aplaudió con rabia: "Algo habría hecho el cabrón del viejito".

Las radios vomitaban música militar, y la televisión inundaba de folclore las pantallas, como en las televisiones de las teocracias islámicas, de ágiles dantzaris, de virtuosos del txistu y la dulzaina. Al fin Euskadi se había liberado del yugo del invasor. Al fin el pueblo podría utilizar libremente el euskera y el inglés, sin la presión asfixiante de la lengua bastarda del español.

Para llegar a este día glorioso hubo que recorrer un camino sembrado, no de pétalos como hoy, sino de espinas. Hubo que eliminar a cientos de políticos de la oposición, militares, policías, guardaespaldas, guardias civiles y a sus cachorros, a empresarios que se habían negado a financiar a los partisanos vascos, a mujeres y niños que compraban en Hipercor, como si consumir en la cuna del capitalismo salvaje fuese un acto inocente.

Hubo que identificar y liquidar uno a uno a todos los votantes de los partidos democráticos para poder gozar, al fin, tal día como hoy, día de la liberación de Euskadi, de la placidez que tan sólo los partidos únicos son capaces de transmitir a las naciones prósperas. Sólo había quedado vivo el 10% de la población, pero dios había sabido elegir a los suyos. Al fin Euskadi vivía en paz y libertad.

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