Fuego amigo

Es la foto, estúpido

Lo han intentado de todas las maneras. Culpar a la policía de que, por orden de Rubalcaba, se dedique en sus ratos libres a espiar las conversaciones de los dirigentes del PP. Culpar al fiscal general del Estado de ordenar a sus fiscalitos la investigación del origen de los patrimonios de crecimiento exponencial de los dirigentes del PP. Culpar de las simpatías de ciertos jueces (Garzón, por supuesto) hacia el PSOE, a los que acusan veladamente de prevaricadores y persecutores de la fama del Partido Popular. Han culpado de sus males a todo dios, menos a su Dios, que es el comisionado del PP en el Cielo. Bueno, a todos menos, también, a los golfos que militan en su partido con el único fin de forrarse, sea de forma legítima o ilegítima.

Y sin embargo, Rajoy y su banda estarían dispuestos a soportar todo ello si no fuese por la foto. Esa maldita foto de sus militantes esposados como vulgares delincuentes, cuando en realidad no son vulgares delincuentes, sino expertos en ingeniería financiera. Es la foto, porque la imagen vale por mil palabras, y en el imaginario colectivo queda grabada la salida y la entrada en el furgón policial, archivada en el mismo armario de la conciencia donde guardamos las imágenes de las redadas a los narcotraficantes, de los violadores, de los asesinos, de los pederastas, de los terroristas de ETA.

Y eso no puede ser, porque aún hay clases: ellos son ingenieros de las finanzas. Mierda de foto, porque el votante medio del PP ha demostrado ser inmune a las denuncias que pesan sobre los dirigentes del partido al que amparan con sus votos. Y ello es así, porque cuando se trata de fieles, los argumentos y el sentido común son una cuestión secundaria, y hasta un estorbo, diría yo, porque hay que estudiar y razonar, con lo pesado que es el oficio de pensar. Por eso las imágenes han hecho mucho más por las religiones que la teología, porque los buenos logotipos son mucho más poderosos que las propias mercancías.

El logotipo de ETA, con una serpiente y un hacha, es antipático, destila violencia y se ha quedado antiguo, paleto, aldeano. Ya no vale. La banda (me refiero a la de ETA, ahora) prefiere la imagen de sus militantes detenidos, medio asfixiados por la policía que les tapa el rostro con una prenda de vestir, gritando consignas incomprensibles para el común de los mortales, meados hasta las patas de puro miedo, pero de apariencia valiente y heroica. Esa es la imagen épica del revolucionario, zarandeado por la policía al servicio del opresor. Cada detención de los suyos es una llamada al alistamiento al nuevo kaleborroko que ha de sustituirlos.

¡Vaya diferencia! Los militantes de ETA reivindicando salir con la cara descubierta, enseñando las esposas como un trofeo (bueno, yo cuando era joven también enseñaba a mi esposa como un trofeo, hasta que comprendí que el trofeo era yo) mientras los ingenieros de la cosa financiera que ramonean billetes de 500 euros por los aledaños del PP sienten que esa imagen de señoritos esposados les hace mucho daño que los sumarios a los que han de enfrentarse. No son los sumarios. Los sumarios de sus corruptelas sólo recaban votos entre sus simpatizantes, como bien ha quedado demostrado. Es la foto. La puta foto, la que los tiene de los nervios.

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