Fuego amigo

Estoy de acuerdo con los jueces, pero no con sus señorías

El magistrado Alfonso Guevara, promotor de que la decisión sobre el caso De Juana Chaos la tomara la Sala de lo Penal en pleno, y no la sección de la sala, ante el temor de que los tres jueces resolvieran a favor de la petición del fiscal, declaraba ayer al mediodía en la radio que uno de los motivos para oponerse a la propuesta de la fiscalía consistía en que se trataba de una enfermedad -la huelga de hambre- "provocada voluntariamente", y en consecuencia el etarra no tenía derecho a que se modificara la situación penitenciaria.

No sé si este concepto tan jurídicamente peregrino se incorporó al final a la resolución, pero creo que si se pone oficialmente en negro sobre blanco y acaba formando jurisprudencia, el señor magistrado podría lamentar en el futuro su incontinencia verbal. Es lo que ocurre cuando los jueces abandonan la letra de los códigos y proyectan motu proprio sus filias y fobias como si fuesen un apéndice genial de jurisprudencia.

Si yo perteneciese al consorcio de compañías aseguradoras, estaría poniendo a trabajar a mi gabinete jurídico ante la perla regalada ayer por el magistrado Guevara: "enfermedad provocada voluntariamente". A ver, hagamos una tormenta de ideas y pensemos cuántos enfermos podemos contar hoy en España cuyas enfermedades hayan sido provocadas voluntariamente por ellos mismos: el alcoholismo (dos millones de personas, en sus distintos grados de gravedad), el tabaquismo (diez millones), las adicciones a las drogas ilegales como cocaína y heroína, cuyo número desconozco, los obesos (más de una cuarta parte de la población), los anoréxicos, los bulímicos, buena parte de los que sufren un accidente de circulación... Podéis continuar.

Todos esos enfermos por su mano son el gasto mayor de las aseguradoras y de la Seguridad Social, y tras las patologías de muchos de ellos se esconden años de excesos con la nicotina, el alquitrán y más de quinientos componentes cancerígenos, o el alcohol, o el colesterol en su versión más virulenta, material insuperable para tapizar y obstruir las arterias. Recemos para que el día de mañana, en la puerta de urgencias del hospital, tras sufrir un infarto por culpa de nuestra mala cabeza, no nos reciba un tal doctor Guevara. Sería para morirse.

Y hablando de morirse, a la presidenta del PP en el País Vasco, María San Gil, licenciada por la Universidad de Salamanca en "Filología Bíblica Trilingüe", según la Wikipedia, no la supongo atea con semejante licenciatura. Pues bien, esta sobreactuación de la derecha con el asunto de De Juana Chaos ha destapado no pocas incongruencias en sus filas. Así sabemos que María San Gil, tan cristiana ella, va a ir al infierno de cabeza por no tener la menor piedad con un moribudo (primer pecado) debido al odio que no se molesta en disimular (segundo pecado el odio en sí, además de un tercer pecado de escándalo ante los corazones de los que, como yo, buscamos en los buenos cristianos el ejemplo vital a seguir), y preconiza una versión a su manera de la eutanasia (cuarto pecado, éste muy nefando ante los ojos de un dios que sufre un ataque de cuernos cada vez que los mortales disponemos de nuestras vidas sin contar con su permiso).

No contenta con pecar públicamente, y una vez que, cegada por el odio, ha decidido apartarse de las enseñanzas de mesura y perdón evangélicas, se ha puesto a la labor de asesinar, de paso, al sentido común. De perdidos al río. Está de acuerdo con los jueces en no mitigar la situación carcelaria del reo, pero "si De Juana se muere -nos ha dicho- el gobierno tendría que asumir sus responsabilidades". No sé si pilláis: si la sentencia hubiera aceptado los requisitos del fiscal, la democracia habría sido burlada, etc. etc. etc. Pero si, por el contrario, como consecuencia de haber triunfado los dictados del PP, el enfermo fallece, "el gobierno tendrá que asumir sus responsabilidades". Yo me pierdo. Son tan finos en el análisis que no les puedo seguir.

Lo cierto es que me gustaría dejaros mi posición en tan embrollado asunto. Acato por disciplina democrática la decisión judicial, aunque no la comparto, pues nace de una triquiñuela legal, teñida de un tufo extrajurídico insoportable. Es la confirmación de que por el único estamento por donde no pasó la Transición es por la judicatura. Y, en segundo lugar, y no menor, creo que la muerte de De Juana nos retrotraerá a los pasados tiempos de violencia, quizá de una virulencia más desesperada, en la que los patriotas del Partido Popular tratarán de aprovechar nuestra amargura con palabras de salvación. Y vuelta a empezar.

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