Fuego amigo

Los más ricos del cementerio

Cuando la humanidad atraviesa momentos de crisis, tanto social como económica, las voces más sensatas predican la necesidad de aprender de los errores, para no volver a repetirlos. Pero de la primera guerra mundial a la segunda apenas transcurrieron veinte años, que no son nada, como bien saben los argentinos.

Salimos de la crisis del petróleo de 1973, provocada por la OPEP como represalia al apoyo de Estados Unidos y demás países occidentales al estado delincuente de Israel en la guerra del Yom Kippur, y el planeta poco tardó en multiplicar por tres o cuatro el consumo de petróleo con el que alimentar al creciente parque automovilístico mundial. Y, por supuesto, todavía continuamos permitiendo que Israel conserve el récord de violaciones de resoluciones de la ONU.

Estamos ahora sumergidos en una crisis originada por la falta de control en los sistemas financieros internacionales, bandera que fue del credo neocon, pero la recuperación volvemos a fiarla en la reactivación del consumo que absorbe más recursos crediticios: la vivienda y el automóvil. Eso sin contar con que los directivos incompetentes de esos grandes bancos, compañías de seguros y entidades financieras han sido jubilados con un premio de millones de dólares.

Muchos ayuntamientos españoles han hecho peatonales sus cascos históricos, y Madrid está pensando, no sé si de boquilla, prohibir la circulación en el centro de la ciudad si no descienden los niveles de contaminación atmosférica. Pero la recuperación de la industria automovilística pasa por que compremos más coches... para no ir a ninguna parte. Por eso se amplía el Plan E del gobierno a la ayuda de la compra de un coche nuevo.

Es decir, saldremos de la crisis si compramos más ladrillo, más coches y si fumamos más desde los tubos de escape. Esto va bien. Llegaremos a ser, sin duda, los más ricos del cementerio.

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