Fuego amigo

Sólo los desgraciados tienen suerte

Más de una vez os he advertido de que los telediarios suben mucho la tensión. Como tengo una tensión lábil, dependiente de mi estado emocional, los médicos me aconsejaron quitarme del tabaco y de los telediarios, ese lugar a donde van a parar todas las emociones, donde sólo las malas noticias son noticia, excepto un único día del año, el 22 de diciembre. Ayer descansaba Mariano, mi dosis diaria de zozobra, crispación y angustia, pero lo sustituyó un ejército de gente que celebraba en plena calle su insultante buena suerte, mientras los demás callábamos muertos de envidia.

Pues, os lo advierto, no pienso callarme. Me alegro de que no me haya tocado ni un sólo duro, porque si os fijáis bien, para tener suerte en la lotería de Navidad hay que ser un pedazo de desgraciado.

Ayer sólo vi saltando de alegría a inmigrantes cuyas licencias de residencia estaban a punto de caducar, parados de larga duración a los que tiempo ha se les había acabado el subsidio de desempleo, y una ristra de ciudadanos que ya se habían gastado el premio antes de que les tocara, pues parece ser que apenas les alcanzaba para tapar "un agujero" monumental en su banco. Lloraban de alegría aunque les había tocado poco más que una tirita para tapar la herida.

Me alegro de que no me haya tocado la lotería porque no me gusta llorar dominado por la histeria. Y con el respeto que le tengo al champán y al cava, de esta manera me libré de la obligación de tener que beberlos en vaso de plástico fofo, y me volví sequito a mi casa sin que ningún cafre de compañero de trabajo y fortuna me hubiese regado de espuma gélida el cogote, con el día de perros que hacía ayer.

La suerte, para los desgraciados, como Carlos Fabra, al que la mala suerte ya ha visitado tres veces con varios millones de euros.

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