Fuego amigo

El micrófono de los pensamientos

En mi adolescencia tuve un amigo de hormonas desatadas que soñaba con el invento de unas gafas de rayos X para ver a las niñas desnudas. Mi alma de cotilla, a la espera de que las gafas de mi amigo llegasen de América, que es de donde venía siempre el progreso, me hacía soñar con otro invento no menos revolucionario: un aparato, discreto como el de los sordos, para descodificar los pensamientos de los demás. Empezaría por saber cual de mis amigas se moría por mis huesos, y acabaría montando una agencia clandestina para vender las preguntas de los exámenes.

Las dichosas gafas nunca llegaron. Bueno, ahora utilizan un remedo en los aeropuertos, pero es tan grande que resulta muy incómodo de llevar puesto. En cambio, el aparato de leer los pensamientos resultó ser el micrófono abierto, al servicio de los medios de comunicación.

Con ese artefacto delante, los políticos dicen lo que piensan, porque hablan sin pensar... en que les estamos leyendo el pensamiento. Mariano Rajoy dejaba muy claro lo que pensaba de los militares: "Este domingo tengo el coñazo del desfile... en fin un plan apasionante". Aznar demostraba ser consciente de sus serias limitaciones para la comunicación: "Vaya coñazo que he soltado". Bono acertaba en privado con un análisis que jamás ensayaría en público: "Este Blair es un gilipollas integral". Y Fraga demostraba su extraño respeto por la prensa y los medios independientes que tienen la molesta costumbre de formular preguntas indiscretas :"¿Quién es este imbécil?"

Así que lo de Esperanza Aguirre, considerando a Gallardón (o a Cobo) como un hijoputa, no es más que un chaparrón sobre mojado. Ella es transparente, no necesita de ningún micrófono abierto porque su cara serrana lo va diciendo: es como si ya antes nos hubiese dicho cientos de veces que Gallardón es un hijoputa. Vamos, lo sabía todo el mundo, menos Gallardón.

El climax, el juicio final, vendrá cuando al fin oigamos blasfemar al Papa en la docena de idiomas que domina. Ese día no me lo pierdo, aunque coincida con el fin del mundo.

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