Fuego amigo

Lo de Mariano era un farol

Fue el de ayer un día repleto de emociones. En el Congreso se repetía el monólogo sobre el análisis de la crisis económica, con un líder del PP dando muestras, una vez más, de su capacidad para el arte de la adivinación: traía escritas desde su sede de Génova las respuestas al discurso que Zapatero todavía no había formulado. Capacidad asombrosa, vivediós. Digo yo que podía disimular, para cubrir la apariencia de que la sede del Congreso de los Diputados es el lugar para debatir y contrastar ideas y proyectos que a todos nos conciernen.

El principal problema de este no debate es que parece una película de intriga que todo el mundo se empeña en reventarte antes de que entres en la sala. Todo sonaba a viejo, a debate sobado, a déjà vu. Zapatero acudió a pedir consenso, porque la tarea es tan grande, y sin duda tan ingrata, que necesita repartir responsabilidades para que no pese sobre el gobierno y el partido que lo sustenta todo el desgaste político de las reformas estructurales.

Mariano lo sabe, y por ello, más que arrimar el hombro, más que apuntar ideas, aporta reproches, vaguedades de manual de economía, y ya sólo cita de pasada la solemne memez con la que nos estuvo torturando un año entero: la bajada de impuestos en la que ya no creen ni sus más ultraliberales correligionarios europeos. Las encuestas no le permiten destapar su juego porque sus votantes se han tragado el farol de que Mariano esconde un repóker que es la repera. No necesita arriesgar más.

El único farol con el que no se atrevió es con la presentación de una moción de censura. Ayer tocaba escenificar la soledad de Zapatero y no era cosa de dejar al desnudo la más terrible soledad de Rajoy. Porque ya se sabe que el poder desgasta, sobre todo al que no lo tiene.

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